Por Omar Ureña
Es posible que en algún momento de nuestras vidas elijamos la soledad temporal como el espacio idóneo para reflexionar acerca de una que otra situación por la que atravesamos, en esa elección esa compañera es sin duda alguna un antídoto, un bálsamo, pues nos permite reencontrarnos.
Sucede todo lo contrario cuando es ella que irrumpe en nuestras vidas sin ser llamada o invitada a nuestro diario vivir.
La soledad repentina y permanente, es más dolorosa aún, porque la existencia misma pierde el brillo, se esfuman del rostro las sonrisas, se acercan todos los males y nos hacen sentir nulos, nada, nadie; quizás nos muestra la realidad de lo que somos, una ilusión pasajera escondida en un armazón de huesos, órganos y tejidos musculares que pernota por un tiempo efímero en esta tierra.
Todo este preámbulo no está relacionado a mi persona de forma directa, pero sale desde donde se toca el alma para una persona vulnerable que es víctima de un abandono espantoso, de una ausencia de amor, esperanza, de fe, de alegría y otras tantas cosas que atraviesa por su condición de indigencia.
Las condiciones de vida del señor Félix Del Jesús (Chicha), quien reside en el municipio de Rancho Arriba ameritan del auxilio pronto; solo tiene una sobrina que de vez en cuando le lleva la comida a su casa y vive solo, los vecinos a veces le dan la mano y le pasan algo de comer.
Carolina Paniagua (Lola), residente en el referido municipio, manifiesta su interés de ayudar, haciéndose responsable a lo que el paciente necesite, como medicamentos y cualquier otro aporte, pero necesita que alguien le gestione un lugar, el cual pudiera ser el Hogar de Ancianos del municipio cabecera.
Chicha no imaginó que la vida le tenía reservada está condición calamitosa, una situación que provoca impotencia, rabia, dolor, y desasosiego.
Mientras tanto esperemos que cuando mi hermano y amigo Ramón Encarnación Feliz, administrador del Hogar San Antonio de Padua se haga eco de esta publicación, le de acogida a este ser humano que necesita la solidaridad de todos.
¡Sí ombe si!
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