La operación militar lanzada por las organizaciones palestinas contra el Ejército israelí el pasado sábado fue un golpe terrible para un gobernante muy arrogante como Benjamín Netanyahu, que su reacción ha sido tan bestial –literalmente- que ha provocado el asombro y el estupor en todo el mundo.
Durante 75 años el sionismo (no el judaísmo) convertido en Estado por Inglaterra y Estados Unidos que hicieron aprobar su creación por Naciones Unidas (caso único) y asentado en el territorio de Palestina, ha repartido muerte, terror, saqueo, destrucción de escuelas, viviendas, hospitales, carreteras, predios agrícolas, levantado muros, bloqueos y asesinato selectivo de los dirigentes políticos y espirituales palestinos.
Las potencias de 1948 clavaron un espigón nazi-sionista en el corazón del mundo árabe para dividir esos pueblos, apropiarse de sus recursos naturales y plantar una cabeza de playa y un Estado subordinado en una de las regiones de mayor valor estratégico para la confrontación con la Unión Soviética de entonces.
Esa arrogancia consentida, estimulada y apoyada por las “democracias occidentales” es la progenitora directa de una resistencia palestina empujada de múltiples formas a defender su territorio, armas en mano, ante la burla de Israel a todas las resoluciones de la ONU que eufemísticamente lo creara.
A la creación de Israel siguió la guerra impulsada contra los estados árabes vecinos a Palestina, la apropiación de sus tierras y la expulsión masiva “Nakba” del 85% -750,000 palestinos que fueron despojados de sus casas, tierras, bienes y tuvieron que amontonarse en Gaza y Cisjordania, así como en campos de refugiados en los países árabes vecinos o huir a otras partes del mundo.
Al día de hoy, más de cinco millones de palestinos son refugiados, pese a que la Resolución 194 de la ONU, de 1948, reconoce el “derecho de retorno e indemnización de las personas refugiadas palestinas” de aquel conflicto, al igual que a sus descendientes.
Paradoja de la vida: La ONU que creó oficialmente el Estado de Israel por iniciativa de Inglaterra y sobrecogida la humanidad por los millones de judíos asesinados en Europa por los nazis, ahora duerme impotente ante el incumplimiento de sus resoluciones por el engendro sionista convertido en un régimen de segregación racial, infanticida, genocida y sustentador de las mismas prácticas hitlerianas.
Con esas prácticas nazi-sionistas, el Estado de Israel creado por la ONU, convirtió a Gaza en la prisión más grande de la tierra, en “el infierno en la tierra”, según declaró el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres.
En Gaza superviven cerca de dos millones de personas, la mayoría niños y adolescentes, asediados por aire, mar y tierra, carentes de todo lo materialmente necesario para vivir, pero sobrados de dignidad y voluntad de sacudir la guillotina nazi-sionista que los mata sin misericordia.
Según Amnistía Internacional (AI-España), el 38% de la población de Gaza vive en situación de pobreza. “El 54% de los habitantes padecen inseguridad alimentaria y más del 75% son beneficiarios de ayuda. El 35% de las tierras agrícolas y el 85% de sus aguas de pesca son total o parcialmente inaccesibles debido a las medidas militares israelíes”.
Además, expresa que cada día se vierten en el mar “entre 50 y 80 millones de litros de aguas residuales parcialmente tratadas. Más del 90% del agua del acuífero de Gaza no es potable. Alrededor de un tercio de los artículos de la lista de medicamentos esenciales están agotados”.
Bloqueados por todos lados desde hace 20 años, los gazetíes solo tienen la opción de enfrentarse a muerte con su verdugo sionista o dejarse aniquilar sin batalla por un gendarme ideológicamente nazista que nunca ha tenido conmiseración.
Hombres y mujeres dignos, palestinos o de cualquier otro confín de la Tierra, con un mínimo de sentido común, tienen la obligación de resistir y combatir heroicamente por la vida de sus hijos, por el respeto a sus mujeres, contra el abuso de ver tractores destruyendo escuelas, casas, olivares, el despojo de sus tierras, el asesinato de sus jóvenes y el bombardeo de sus ciudades.
El terror tiene límites
Los palestinos expulsados y golpeados sistemáticamente por el régimen israelí con el apoyo incondicional y el estímulo permanente de los gobernantes estadounidenses y europeos, nunca han aceptado esos atropellos.
Siempre han resistido y respondido las agresiones políticas, diplomáticas y militares desproporcionadas del sionismo, en la medida en que se lo han permitido sus escasas fuerzas y sus limitados apoyos.
Por eso, sus movilizaciones pacíficas desde 2018, conocidas como “La Gran Marcha del Retorno” desde Gaza que llegaron a la valla que le impide el derecho de retorno a sus hogares de Cisjordania, fueron reprimidas de forma brutal por el Ejército israelí, dejando varios centenares de personas muertas y miles de heridas.
Cansados de soportar todo tipo de crímenes y atropellos cubiertos con el manto de la impunidad y el apoyo de las “democracias occidentales” que encabezan Inglaterra y Estados Unidos, y ante la impotencia de una ONU que carece de poder para hacer cumplir sus decisiones, los palestinos recurrieron el sábado 7, convocados por las tropas de Hamás que gobiernan Gaza, a atacar las fortalezas de Israel en el territorio que usurpan.
Fueron horas de estupor, muerte, angustia y dolor, pero sobre todo la caída estrepitosa de un mito construido mediáticamente de la supuesta condición de un “ejército invencible” israelí, que se desmoronó en horas por poco más de mil combatientes de infantería, sin tanques, aviones, helicópteros, vehículos blindados, aunque con una retaguardia lanzando miles de misiles y cohetes.
Entonces la muerte llegó desafiante al verdugo impune, generales, coroneles, capitanes y soldados comenzaron a morir y caer prisioneros a manos de los palestinos.
Oficiales israelíes que se destacaron por un prontuario inacabable de abusos y crímenes contra niños y mujeres, ahora los vimos en videos orinándose en los pantalones al ser detenidos por los combatientes palestinos.
Ante esa humillación militar, como genocidas consumados, los sionistas respondieron otra vez con su vieja práctica.
Netanyahu prometió “llevar a Gaza a la edad de la piedra” y de inmediato comenzó la destrucción de toda la infraestructura civil, atacando hospitales, viviendas, ambulancias, redes eléctricas, carreteras, cañerías de agua potable y pasos fronterizos.
El botín de guerra de su régimen no puede ser más dramático: más de 800 civiles masacrados, la mitad de ellos mujeres y niños. Un bombardeo moderno de exterminio incontrolable y apoyado por Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania y sus vasallos.
Ese exterminio con bombardeos se ejecuta por orden directa del ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, quien dispuso “dejar a los palestinos sin electricidad, agua, comida y combustible”, porque a su juicio son, “animales humanos”.
Apoyo testimonial
Tan pronto colapsó una parte significativa del aparato militar y de inteligencia israelí ante una guerrilla acosada en Gaza y ahora en pie de guerra, el gobierno estadounidense se apresuró a enviar un portaviones al mar Mediterráneo para apoyar al nazi-sionismo en derrota.
Aunque Estados Unidos es una menguada potencia militar frente a Rusia y China, no hay dudas de que aun conserva un poder suficiente para aplastar pueblos indefensos y dispone de una doctrina colonialista experimentada en golpear débiles.
Pero en este caso, su desplazamiento no creo que tenga propósitos operativos reales, sino de “propaganda armada” para levantar la moral de los soldados y gobernantes israelíes machacados por una milicia que les recordó sus vulnerabilidades.
Los militares americanos que salieron despavoridos de Afganistán hace poco tiempo ante una guerrilla en alpargatas, que sus armas, tácticas, comandantes, técnica y doctrina militar ha sido vapuleada en Ucrania, no va a lanzar ni un ‘cohete chino’ en las proximidades de Irán, Siria, Iraq, Líbano y Yemén.
Su cercanía al escenario de combate es puramente testimonial y si tienen cerebro, no se atreverán a provocar a un Eje de la Resistencia que está al acecho y preparado para darle en el corazón.
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