Por Benny Rodríguez
La primera impresión que deja la laguna Rincón, el espacio de agua dulce más grande del país, es de espejismo: un tesoro natural que ha pasado abruptamente de un lugar de rica vegetación y biodiversidad a uno “desértico y seco”.
Su suelo ha tomado una forma geométrica que contrasta con lo que fue y pone en duda que alguna vez fuera diferente su entorno y ambiente de singular belleza y riqueza natural.
Sus 28 kilómetros cuadrados, que albergaban una inmensa variedad de flora y fauna (muy rica) que le sirvieron para obtener el sello de “reserva científica protegida”, conformada por bosques y manglares subtropicales, han desaparecido. Su entorno es de “desolación y de muerte”.
Su área circundante que era hábitat natural de tortugas de agua dulce, iguanas, más de 50 especies de aves, incluyendo flamenco, pelícanos, garzas y patos de Florida, hoy ya no están. Algunos los encontramos disecados en cantidades que dan una idea de los daños ambientales y ecológicos causados por un acelerado cambio climático, así como por las altas temperaturas que, unido a la incapacidad de respuesta del hombre, hacen que este espacio y refugio natural quede en la ilusión del país, sobre todo, de esta región.
El área total del refugio, 65 kilómetros cuadrados, era cubierto en un 44% por la laguna, como establecen sus límites, pero ahora es todo lo contrario, ya que más de la mitad de este refugio ha cedido su terreno a los cambios abruptos de la naturaleza, que al parecer no hay manera de cómo la intervención del hombre detenga sus efectos letales contra esta reserva ecológica, sirven para el ganado.
Peces disecados
Como testigo de lo que era: un espacio de vida y de riqueza tanto ecológica, ambiental, como económica, apenas quedan en su entorno peces disecados, yolas y nasas que se empleaban para la pesca.
SOS
Andrés Napoleón Romero Cárdenas, obispo de la Diócesis de Barahona; el rector de la Universidad Católica Tecnológica de Barahona (Ucateba), el adre Cecilio Espinal; y el padre Antonio Fernández Rodríguez, director ejecutivo de la Fundación de Apoyo al Suroeste (Fundasur), constataron la dramática situación del ambiente en la referida laguna.
Manifiestan que ante esta situación que pone en riesgo la vida de este ecosistema se hace urgente que este cuerpo de agua dulce, el más grande de República Dominicana, sea intervenido por las autoridades para evitar que siga deteriorándose o se seque el 20 o 15 por ciento que aún conserva la laguna.
Monseñor Romero Cárdenas dijo estar apenado por la situación de la laguna, “hoy una zona que luce desértica y seca”, en donde hubo vida rica en abundancia.
Don Henry Olivero, un antiguo pescador de la laguna, relata que nunca había visto una situación tan dramática en este cuerpo de agua dulce, coincidiendo con la principal autoridad católica de la región de su “urgente intervención” para evitar siga su avanzado estado de daños ecológicos y ambientales.
Olivero dijo que fue a partir del año de 1985 cuando comenzó a sedimentarse la laguna, poniéndole la “tapa al pomo” las tormentas Noel y Olga, que resultaron mortíferas como fenómenos de la naturaleza para la laguna Rincón, también llamada laguna Cabral por su ubicación en este municipio.
También era fuente de riqueza
Para numerosas familias de la región, sobre todo los que viven en el ámbito de influencia de la laguna de Cabral o de Rincón, este lugar no solo constituía un atractivo en términos turísticos y de apreciación de su belleza natural, sino que era el sostén económico de muchos de sus habitantes.
Familias enteras procedentes de este municipio de Cabral, así como de Fundación, El Peñón, Cristóbal, Mena, incluso de Las Salinas, vivían de la pesca de tilapias o de biajacas en la laguna; sin embargo, tienen un tiempo que ya no hacen esta actividad económica de la que obtenían el dinero para sus dependientes.
En el año 2015, a través del Fondo Especial para el Desarrollo Agropecuario (FEDA), la Gobernación Provincial de Barahona anunció un proyecto con pescadores de este municipio, de pesca en jaula en la laguna Rincón, que contribuiría a mejorar la calidad de vida de los hombres y mujeres dedicados a esta actividad y comercialización de tilapias o biajacas.
El entonces gobernador provincial, Pedro Peña Rubio, dijo que el proyecto abarcaría en su primera etapa el 25 por ciento del mismo, con 50 jaulas de 200 que habían sido contempladas, pero todo quedó en la voluntad de las autoridades ya en el ocaso de un mandato de 8 años de gestión gubernamental.
Era un proyecto que involucraba a las municipalidades, vía sus alcaldes, así como a instituciones del gobierno: Consejo Dominicano de Pesca y Acuicultura (Codopesca), Medio Ambiente, Agricultura, Infotep, el Instituto de Desarrollo y Crédito Cooperativo (Idecoop), Asociación de Municipios de la Región Enriquillo (Asomure), Centro de Estudios y Asistencia Jurídica (Ceajuri), Consorcio Azucarero Central, a las Sociedades Ecológicas de Barahona y Cabral, entre otras.
Sin embargo, el proyecto no pudo cristalizarse y hoy este espacio de agua dulce, un reservorio natural de variada flora y fauna, de gran relieve e importancia para el régimen hídrico del Valle de Neiba, de un clima semiárido, de rica en variedad, de abundancia de peces y de aves, necesita de la intervención oficial para evitar perezca un afluente de gran importancia para la región o para el país.
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