Por: César Nicolás Penson Paulus
No soy ecologista ni pertenezco a organización o grupo alguno, de los que se dedican a proteger el medioambiente nacional. Menos actuar como fundamentalista del medioambiente, pero soy un dominicano preocupado y con plena conciencia, de cómo destruimos lo que a la caprichosa naturaleza le tomó miles de años modelar y equilibrar.
Mi edad y circunstancias personales, me permiten ser testigo de un marcado proceso de depredación y sostenida degradación de muchos de los recursos naturales criollos. Valle Nuevo, zona paradisiaca, encumbrada en las alturas de la cordillera Central, con áreas pertenecientes a Constanza y San José de Ocoa, es una zona privilegiada, de frágil equilibrio ecológico, sometida a una explotación agrícola descontrolada, con visibles daños y algunos, quizás, irreversibles.
Cuando Francisco Domínguez Brito, en su papel de Ministro de Medio Ambiente, tomó la valiente decisión de detener la explotación agrícola de una zona protegida y definida en la ley que rige la materia, lo hacía protegiendo los intereses de los dominicanos en general y no de unos pocos que, dada la permisividad ancestral criolla, tenían más de 40 años en esas labores. Un párroco de Constanza, de norte extraviado, organizó protestas para defender a los campesinos desplazados. Esos fueron asentados en mejores condiciones de las que vivían en el parque. A esos campesinos reales, no se les dejaba sembrar mientras que a unos pocos terratenientes, le daban luz verde para hasta utilizar equipo pesado y ni siquiera recurrir a la mano de obra disponible, si no que introducían diariamente decenas de haitianos.
Probablemente los mismos que aprovechando la escasa vigilancia, ocuparon áreas de los desplazados. No se conocen protestas previas de las condiciones de injusticia social en esas zonas, donde la pobreza había empujado a unos cuantos dominicanos, por parte de los que se convirtieron en luego activistas de la “injusticias” de sacar a los ocupantes de una zona protegida. Es un principio elemental que en esas zonas de exclusión, no puede haber actividad humana que afecte su equilibrio ecológico.
En El Valle de Tireo, Constanza, la zona de El Paraguas es un dramático ejemplo de degradación extrema y en corto tiempo. La presa de Pinalito no puede generar electricidad más que en periodos en que su palangana”, recoge agua suficiente y no de forma permanente. Cuando se diseñó la producción de agua era otra y la sobre actividad agrícola desordenada, ha producido este previsible desastre.
La política medio ambiental no puede cambiar de manera radical, de una administración a otra y tocará al Ejecutivo fijar las rutas de acción de un Ministerio de vital importancia para el futuro nacional. La producción, de cualquier índole, no es materia de esa dependencia estatal y sí el defender, preservar y rescatar, la existencia de los recursos con que la naturaleza dotó a estas tierras de nuestros amores.
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