Por Nóbel Mejía.-San José de Ocoa
La sexta rendición de memorias del presidente Danilo Medina fue poco más de la misma receta que los políticos dominicanos nos han metido entre boca y nariz. Eso así porque, según mi interpretación del asunto, en República Dominicana no se exponen cuentas objetivas o claramente limitadas. El máximo líder de la nación apeló a las mismas argucias de expresidentes, senadores, diputados, alcaldes y directores de distritos municipales.
Se supone que una rendición es para pasar balance a todo lo que se hizo al cierre de un año de mandato. Como los cargos electivos y públicos en general implican uso de dinero del Estado, la idea de fondo debería ser poner de manifiesto la cantidad y la forma que se dispuso de ese patrimonio. Lógicamente, debe explicarse con elegancia cada tarea llevada a cabo, vista macro del proceso y la necesidad o justificación de la misma. Creo que no es pecado abordar asuntos que sólo conllevaron “gestión”.
Danilo Medina vino escurridizo, evasivo y soso. Se puso en evidencia las mismas artimañas utilizadas por los otros actores electivos: mareo, promesas o cuestiones de fututo y lucir logros de años antepasados en la misma gestión. Es “aberrantemente” estratégico y con ello se logra dos cosas: abultar la historia y crear expectativas. La parte negativa es que la mayoría de las rendiciones son muy extensas y, por ende, la gente pierde el hilo e interés. Luego vienen los analistas y acomodan las cosas según su cristal. El resultado final es que la mayoría del pueblo es atiborrado con una montaña de información innecesaria y, por lo tanto, concluye entendiendo poco o nada.
Lo ocurrido anteriormente no viene al caso porque está fuera del rango de exigencia de ley; no se trata de un discurso para exponer gestión de 2 a 3 años o gobiernos pasados. Hablar del futuro no hace sentido porque nunca ha ocurrido y es incierto. Lo invertido en años anteriores y lo que se planifica invertir en venideros es una aberración que sólo busca impresionar y captar la atención de un público que los políticos suponen “borrego”.
Las rendiciones deben ser limitadas a lo realizado en un año de gestión, sea mucho o poco. Sin necesidad de solicitar información o visitar páginas especializadas, el público debe tener acceso al informe base del discurso a través de otras vías. Los senadores, diputados y alcaldes preparan revistas y otros materiales interesantes, aunque siempre incurren en artimañas de abultamiento de datos.
Es evidente que el presidente nos atiborró de cuestiones pasadas y de un futuro que no viene al caso. El hecho ha motivado la interpretación de que se trata de una intervención reeleccionista que busca hinchar las esperanzas de los futuros votantes. Repito, no es el único en recurrir a ello. El mareo fue muy evidente en esta ocasión.
El que le puso la tapa al pomo fue el portavoz oficial Roberto Rodríguez Marchena al decir: “Es un discurso que tiene una visión pedagógica. No podríamos estar mencionando muchas cifras porque además la población las conoce, es testigo y participe de esta obra de Gobierno”. Es saludable y lógico que el mandatario explique los fundamentos de cada cosa pero jamás debe obviarse la importancia de los “chelitos del pueblo” porque, precisamente, es lo único que da sentido a una rendición. Es una manipulación de Marchena, el colectivo no sabe de cifras. En cambio, la gente conoce cada obra porque puede palparla.
Un segundo error que se crítica del discurso es la falta del tema “corrupción, criminalidad y violencia”, enviando con ello una clara señal de que dimos respuesta 0. Si bien es cierto que los númeritos de popularidad de Danilo siguen altos, ese es el Talón de Aquiles que puede facturarlo.
Es bueno tener metas, el Estado no debe escapar a ello. Soy de opinión que estas deben exponerse al finalizar los discursos o informes, sólo como proyecciones o posibilidades en las que se trabajará para hacerlas realidad. El pasado luce citarlo someramente sólo en caso de ejecuciones por etapas o reinicio de obras.
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