Esta semana el gobierno anunció que pondrá en marcha un plan de siembra masiva en el campo para procurar la producción que garantice una parte importante de los alimentos básicos de la población.
Fue lo que le pedí al gobierno durante meses, pero la gestión de Luis Abinader viene haciendo exactamente todo lo contrario: quebrar la agropecuaria, proveer todo tipo de facilidades financieras y subsidios a la importación y a la intermediación de alimentos.
La desastrosa política agropecuaria que ejecuta el gobierno lo ha obligado a reaccionar ante una coyuntura internacional que augura más inflación y sobre todo, escasez de alimentos, materias primas y combustibles costosos.
La incoherencia
Cuando el 27 de febrero pasado el presidente Abinader dijo en el Congreso Nacional que durante el año 2021 había destinado 31,000 millones de pesos a la agropecuaria, cualquier persona podía pensar que el campo dominicano estaba sembrado de punta a punta, pero la realidad era todo lo contrario.
Por eso el propio Abinader anunció un subsidio de RD$3,000 millones para la importación de alimentos y días después llevó e hizo pasar por su Congreso Nacional la ley de cero arancel para importar 67 de productos de origen agropecuario.
¿Si el gobierno financió la producción agropecuaria con 31,000 millones, para qué había que importar alimentos subsidiados y hasta sin pagar arancel?
La respuesta es obvia: el 80% de ese monto supuestamente financiado al agro, fue a manos de intermediarios e importadores, no de productores, y por tanto, el dinero público se está utilizando para sustentar negocios particulares y de grupos con los alimentos importados, no para producir en el campo.
Daño a toda la economía
Un gobierno que da la espalda al productor grande, mediano y pequeño del campo para fomentar las importaciones, provoca un daño terrible a la producción agropecuaria y sus efectos se extienden a la manufactura y el comercio nacional porque los desempleados solo compran lo esencial, cuando pueden.
No hay duda de que la voluntad del gobierno es seguir respaldando a la plaga intermediaria con importaciones de alimentos, pero como he dicho en otras ocasiones, los importadores no podrán ir a mercados internacionales abastecidos porque con la pandemia de Covid mermó la producción y el transporte, mientras que con la guerra en Ucrania, tres potencias productivas y exportadoras de alimentos y materias primas agropecuarias están impedidas de suplirlos.
Salvo que los importadores dominicanos salgan a asaltar barcos en alta mar para traer los alimentos, nada garantiza que puedan suplir las necesidades de este pequeño país aunque el gobierno les siga prestando todo el dinero del Banco Agrícola y otras entidades, porque sencillamente no tendrán dónde adquirirlos.
Rusia, Ucrania y Bielorrusia, son los grandes graneros del mundo y además potencias en la producción de fertilizantes, pero son los tres países de Europa más involucrados en la guerra, que de paso tiene todas las condiciones para extenderse con consecuencias desastrosas.
La guerra va para largo
El 24 de febrero Rusia lanzó una “operación especial” en Ucrania para detener el genocidio nazi contra la población enclavada en la región del Donbass, desarmar a un ejército copado por unos raros “nacionalistas” que a su vez se entregaron en brazos de Estados Unidos y su bloque militar (la OTAN).
La operación rápidamente se ha transformado en una guerra de Rusia contra la OTAN porque tanto Estados Unidos como Europa impusieron sanciones económicas y políticas a Moscú, a la vez que han entregado todo tipo de armas, decenas de miles de combatientes (militares activos y mercenarios) e información de inteligencia en tiempo real para tratar de derrotar al ejército ruso.
Con las sanciones económicas y financieras, han excluido a Rusia de una parte del mercado internacional para privarla de dinero. Con esas acciones han pasado cosas increíbles: Europa recibe combustibles rusos, pero le congela los activos, de manera que es un robo público y un descaro ante el derecho internacional.
Las sanciones de Europa y Estados Unidos contra Rusia se han vuelto contra esas grandes economías y desde entonces conocen la inflación más alta en muchos años y comienzan a escasear alimentos como las fórmulas infantiles, para citar el caso más patético.
A su vez, Rusia no va a permitir exportaciones de alimentos y fertilizantes a países inamistosos, por lo que la agropecuaria mermará considerablemente en todo el mundo.
República Dominicana, país agredido por tropas de Estados Unidos en tres ocasiones y nunca por las de Rusia, ha privado en el “caballito valiente” y Abinader llamó al presidente Putin “intervencionista y agresor”, granjeándose gratuitamente un enemigo muy poderoso por hacer pasarela al gobierno estadounidense.
Total: ahora el gobierno de Joe Biden afloja simbólicamente las restricciones a Cuba (aunque mantiene el bloqueo) y autoriza a empresas norteamericanas y europeas a instalarse en la industria petrolera en Venezuela.
Ese panorama es una pesadilla para países que alimentan a su población con importaciones, pues al día de hoy 23 naciones importantes han cerrado sus exportaciones de alimentos y otros, desesperados como es el caso de España, salen corriendo a fomentar la producción interna para evitar una hambruna.
Es en ese contexto que el gobierno de Abinader anuncia que lanza un plan masivo de siembra para garantizar la “soberanía alimentaria”.
Hechos más que palabras
Cuando el gobierno prometió que vuelve al campo, numerosos amigos se han comunicado conmigo para decirme que “Luis te escuchó”, “ahora va a hacer lo que le sugeriste desde hace meses”, y otras oraciones similares.
Mi respuesta siempre ha sido que “estamos ante las palabras, necesitamos ver los hechos”.
Creo que sobra decir que si ejecuta la siembra masiva en el campo, el gobierno coge el camino correcto, pero como los chistes a mí ya no me hacen reír y mucho menos me marean, espero las acciones concretas para aplaudir.
Los campesinos dominicanos van a creer en el plan de siembra de Abinader cuando mande las señales claras y contundentes de que regresa al campo.
Puntos de partida
Hay dos señales muy elocuentes que probarían la voluntad de Abinader de recuperar su relación con el campo: primero, el cambio (no rotación) de todo su equipo agropecuario porque fueron los funcionarios que diseñaron las políticas de importaciones masivas y llevan el sector a la quiebra; y segundo, la reposición inmediata y mejora de las condiciones laborales para cerca de 700 profesionales y técnicos agropecuarios cancelados por el gobierno.
Si Abinader deja a los funcionarios actuales en el mando de la política agropecuaria y mantiene los técnicos cancelados, el plan de siembra será un anuncio más y los importadores de alimentos y su equipo para el campo no podrán hacer cicatrizar las heridas económicas que han abierto y mucho menos parar la hemorragia política que provocan.
Sin producción masiva en el país, con inflación constante y creciente, el hambre y la pobreza se multiplicarán como la verdolaga.
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