El dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, figura en los anaqueles de la historia de la humanidad como un sátrapa, sanguinario e inmisericorde, violador de los derechos humanos y para colmo, ladrón. Todo esto sustentado en pruebas, vivencias y testimonios que se transmiten de manera contínua. Ese era Trujillo, y mucho más.
Pero a pesar de la sangre, el luto y el terror, todavía hay gente que, en un arranque de ira o impotencia, exalta al llamado Perínclito de San Cristóbal. Dicen, creyéndose convencidos, que aquí «hace falta un Trujillo», para poner orden y lograr respeto. Ese respeto que Benito Juárez, situado en otra acera de la historia, define como «la paz».
Desde hace algunas semanas en Ocoa se estableció un nuevo sistema de tránsito terrestre, fundamentado en el establecimiento de calles de una vía y restricciones de parqueo. Se llevó a cabo una amplia campaña mediática y de perifoneo, y se advirtió a los ciudadanos sobre las consecuencias de violentar las nuevas normas establecidas. Fue notoria la integración de fuerzas vivas en la campaña de orientación, que incluyó la presencia de voluntarios en las vías modificadas, para orientar el tránsito. Aparte de todo esto, es obvia la inversión de recursos económicos en la señalización, para lograr estos fines.
Es difícil, todos lo sabemos. A veces la confusión o la misma costumbre, llevan al conductor a entrar por donde no debe y se ve obligado a «recular» de alguna forma. Es difícil, requiere mucha atención, pero las normas están amparadas en las leyes y son disposiciones que deben cumplirse.
Aparte de las confusiones, tenemos a los intocables de siempre, que solo respetan lo establecido cuando se encuentran en presencia de la autoridad, y a veces osan desafiarla. Es común entonces, que las vías con mayor presencia de los agentes de la Digesett sean más respetadas, aunque al caer la noche todo se va por un caño y hay que conducir teniendo en cuenta que «sálvese quien pueda».
Usted puede estar de acuerdo o no con una ley o con normas comunitarias establecidas por la autoridad. Pero aunque no esté de acuerdo tiene que cumplirlas. Nadie está por encima de la ley y es esta la que faculta a los administradores municipales a regular esos aspectos. Nadie tiene derecho a transitar libre y abusivamente en vía contraria. En Ocoa ha muerto gente valiosa, víctima de la irresponsabilidad temeraria de conductores que no respetan vías ni normas.
Si la autoridad municipal dispuso un nuevo ordenamiento vial, simplemente hay que acatarlo. Un letrero oficial prohibiendo el parqueo de un lado, no puede ser impunemente desafiado por ningún protagonista, local o importado. La autoridad que regula el tránsito tiene la responsabilidad de dar seguimiento a esta situación. Quienes queremos respetar las normas, a veces sentimos que somos parte de una especie rara, pues ¿de qué sirve transitar correctamente, si cientos de ciudadanos te pasan por el lado violentando lo establecido?
De repente vas por tu vía correcta, cuando uno de estos superhéroes, viene como el que tiene derecho, en vía contraria, y nadie parece poder detenerlo.
Como asunto colateral, las visitas a Ocoa se han incrementado grandemente; es común que en cualquier fin de semana nos encontremos con visitantes que se guían por los letreros viales, pero se encuentran con la manada que violenta sin cesar las señalizaciones. La impresión que se llevan es que todavía estamos medio «verdes», en algunos casos, que estamos llenos de gente salvaje. ¿Se puede confiar en el desarrollo del turismo a gran escala, en medio del caos en el tránsito? ¿Qué va a pasar cuando un turista sea víctima de la impune irresponsabilidad que muchos exhiben? ¿O cuando maten a un ciclista de los muchos que nos visitan?
Por situaciones como esta es que mucha gente olvida o ignora la ominosa tiranía de El Chivo de San Cristóbal, y de repente suelta el tremendo disparate de que aquí «lo que hace falta es un Trujillo».
¡Dios nos libre!
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