El país vivió el pasado domingo una jornada electoral cívica, limpia y transparente en la que el candidato presidencial del Partido Revolucionario Moderno (PRM), Luis Abinader, ganó los comicios y el reconocimiento inmediato de sus oponentes y de toda la sociedad.
De esa elección hay múltiples lecciones en los planos políticos, sociales, institucionales y éticos que será imposible abordar en esta ocasión, pero que gravitarán en el porvenir de la sociedad dominicana.
La JCE honesta
Desde las primarias del 6 de octubre de 2019 la Junta Central Electoral (JCE) fue objeto de una sistemática campaña de descrédito por parte de sectores de la oposición que la tildaron de parcializada con el gobierno.
Dije más de una vez que esa JCE era la más independiente y honesta que había tenido el país después de las que presidieron César Estrella Sahdalá y Juan Sully Bonelly Batlle.
El fracaso de las elecciones municipales del 16 de febrero en los municipios donde la votación y el escrutinio iba a ser automatizado, sirvió de caldo de cultivo para presentar a la JCE como inepta y “vendida” al gobierno, y de paso ver ese percance informático como un acto de fraude del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) al que se había prestado la Junta.
Lo que siguió luego fue una concertación de resistencia de la oposición y un motivo de rebeldía de una clase media que con la mayoría de los problemas resueltos, se volcaba a exigir –con justa razón- derechos políticos y éticos que terminaría capitalizando el PRM en las urnas.
La lección de este aspecto es que la campaña contra la JCE por la supuesta parcialización con el gobierno era falsa, irreal y la forma como manejó las elecciones de marzo y julio con boletas y conteo manual, demostró su pulcritud.
Mi defensa a esa JCE fue correcta y ahí están los jueces y sus acusadores para que recojan, estos últimos, todo el estiércol que lanzaron contra ellos inmerecidamente.
Mis pronósticos
Todo apuntaba a que las elecciones no podrían definirse en una primera vuelta porque tanto Abinader (PRM) como Gonzalo Castillo (PLD) estaban en un empate técnico en alrededor de 42% y eso me llevó a escribir que habría que ir a una segunda vuelta.
Admito que fue un error mi pronóstico, pero tiene explicaciones que para quienes usan sus dos oídos para escuchar y sus dos ojos para ver (y una sola lengua para hablar) pueden resultar dignos de tomar en cuenta.
Confluyeron dos factores de percepción que crearon una narrativa definitoria: la divulgación de tres encuestas que colocaban a Abinader por encima de 54% y a Gonzalo en menos de 30%, por un lado, y unas declaraciones de Leonel Fernández que “le pusieron la tapa al pomo a la segunda vuelta”.
Después de las encuestas de la “Operación remate” del PRM, Leonel declaró que no haría alianza con el PLD en una segunda vuelta.
Esa declaración, innecesaria e inoportuna porque no lo ayudaba en su causa, obró como decantación de importantes sectores de la base del PLD dividido (PLD y Fuerza del Pueblo) que corrieron a ponerse a disposición de Abinader, votaron por él e inclinaron la definición del proceso en primera vuelta.
En otras palabras: Leonel le regaló decenas de miles de votos suyos y del PLD a Abinader con esa declaración y selló el triunfo electoral de la oposición. Franklin Almeyda, en un mensaje de Twitter, lo admitió cuando se regocijó de la derrota de Gonzalo al grito de “¡Misión cumplida!”.
Emergió la clase media
Hay destacados intelectuales, entre ellos mi amigo Melvin Mañón, que consideran que hubo un hilo conductor entre una emergencia de la clase media, las movilizaciones populares y una nueva aspiración de cambio que –entre otros aspectos- explican la derrota del PLD. No discuto eso, pero completo mi versión de lo que considero, pasó en la última elección.
La clase media, empleada o con negocios propios, tiene una vida asegurada con un nivel de confort suficiente como para no tener que luchar con la brega diaria del coquero que busca “el diario” a su familia.
En gran medida eso es así por la gran estabilidad económica, cambiaria, inflacionaria y el alto nivel de inversión extranjera directa que se registró durante los gobiernos del PLD.
En esa circunstancia, esa clase media estaba lista para exigir derechos políticos y justicia frente a la corrupción. Eso hizo. Y más aun, al final decidió su voto castigo por el que podía ganarle las elecciones al PLD, que era Abinader, no Leonel.
Esa misma clase media con amplias expresiones por redes sociales y la comunicación social en general, ya le ha puesto advertencia al gobierno de Abinader que no ha iniciado: “Si en enero no hay presos (por corrupción), volvemos a marchar”.
Es un poder que nace amenazado por un sector que contribuyó mucho a su triunfo y Abinader tendrá que escoger entre “darle circo” o concentrarse en unir al país para enfrentar el verdadero peligro que es el coronavirus. ¿Qué hará? Esa es su elección y yo sería su peor consejero. ¡Gracias!
Caudillismo en finales
Entre el año 2017 y el 4 de julio pasado, mi gran apuesta fue contra la pervivencia del caudillismo en la política dominicana que cierra el paso a las nuevas generaciones en los partidos y en el liderazgo nacional.
Por eso días antes de las primarias del 6 de octubre llamé a los perremeístas a votar para que Abinader fuera el candidato presidencial del PRM y no Hipólito Mejía, al igual que pedí el voto por Gonzalo contra Leonel.
Cuando Abinader y Gonzalo ganaron las candidaturas, dije muy claramente que esa situación colocaba al país en la disyuntiva de escoger a uno de los dos para presidir los destinos de la nación, lo que era una victoria frente al caudillismo.
Sabía y escribí que ninguno de los dos tenía un programa que se apartara del modelo neoliberal y que su gestión de la política internacional estaría marcada por su subordinación a las decisiones de Estados Unidos en la región, pero en el plano político interno podría ser importante si los caudillos quedaban fuera.
Leonel fue el único caudillo que buscó la Presidencia y no alcanzó el 9% de los votos. Hipólito y Danilo Medina ya estaban fuera del ruedo. A eso se agrega la despedida del PRD y del Partido Reformista como partidos clave del sistema. ¡Adiós amores!
Con un gobierno de Abinader yo no gano, pero le deseo éxito y no seré un gatillero en su contra.
Conozco los poderes fácticos que lo impulsaron y puedo decirle a él que la mayoría de ellos lo vieron como un trampolín para materializar intereses, no como un líder de sus aspiraciones.
¡Cuando pase la tempestad, contaremos las estrellas!
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