Luis González Fabra
A las once de la mañana del miércoles día dos de octubre ingrese a la carretera de montaña que conduce de Piedra Blanca a Rancho Arriba.
Me acompañaba un grupo de amigos y compañeros de estudios de Texas A&M University. Junto a nuestras esposas el grupo lo componían diez personas.
La belleza de la campiña se muestra en todo su esplendor tan pronto pasamos del poblado de Juan Adrián. El verde intenso de los arboles nos llena de esperanza y nos incita a seguir entre las empinadas y cerradas curvas.
El movimiento afecto con mareo a dos del grupo. Nos detenemos en un mirador a orillas del camino. Contemplamos absortos la grandeza de la naturaleza y la magnífica vista de la foresta a la distancia con sus árboles gigantes y frondosos que nos obliga a mirar hacia arriba y exclamar: gracias Señor por tanta bondad.
Superado el mareo seguimos entre curvas, rectas, subidas y bajadas hasta llegar a Rancho Arriba, un valle encantado de clima propicio al cultivo de frutas y vegetales de invernadero. Entramos por la vía rodeada de los cafetales de Industrias Banilejas, que produce allí parte del grano para su producto Café Santo Domingo.
Nos fuimos directos al hostal campesino de Nandy Fernández, ocoeño hijo de Mirtha Castillo y Fernando Fernández, un español que hizo familia aquí como dominicano. Su hijo Nandy ha vivido por muchos años en Rancho Arriba, cultivando la tierra y levantando ese espacio especial que es su hostal. Acogedor. Sencillo. Limpio. Nos esperó con un sancocho de esos que nunca se olvidan. Buen aguacate y arroz blanco de la casa. Y después el Café Samir, cultivado y procesado en Arroyo Prieto, Rancho Arriba. Exquisito café. Su aroma es increíble.
Luego nos fuimos a Los Quemados. Visitamos el invernadero de Manuel Peralta. Vimos cómo se cultiva el tomate para exportación con matas cuya altura se maneja con hilos. Una técnica que permite obtener mayor cantidad de tomates de cada mata.
Y después, rumbo a Tattom, saliendo hacia San José de Ocoa bordeando el rio Nizao, atravesando unos 18 kolometros de difícil tránsito por lo mala que esta la carretera que conduce al poblado del mismo nombre que el rio.
En el 2004 esa carretera estaba lista para asfalto. Cambio el gobierno. Y en quince años no se ha conseguido que la terminen, aunque se trata de una zona de alta producción y productividad agropecuaria.
Cruzando el valle que alberga el villorrio de Nizao subimos hasta el tope de la montaña para descender hasta Sabana Larga y continuar hasta Tattom, donde teníamos dos casas esperándonos para disfrutar de lo que se me ocurre llamar «la Amazonia tropical de Ocoa».
Se trata de una zona de altura, muy cercana a los mil metros sobre el nivel del mar. De altos pinares y un encantador clima fresco que al caer la noche se torna frio, bajando en esta época a los 16 o 17 grados centígrados. En Enero y febrero desciende a 8 y 10 grados.
Nos recibió la tarde con una neblina tan densa que apenas se veía el camino por donde subíamos, a pesar de que solo eran las cuatro de la tarde.
Se hizo noche y llego el tiempo de la conversación fraterna. Recuerdos. Anécdotas. Familiaridad. Merengue. Música tejana de nuestro tiempo de estudiantes.
En ese ambiente cuasi-celestial, con la neblina que orlaba la noche como un encaje blanco, se creó el momento mágico que fuimos a buscar a Tattom.
Y casi amaneciendo el sueño nos llamó. Acudimos a su llamado lleno de paz, renovada la esperanza y alegre de vivir en el país que Dios escogió para nosotros.
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