Son muchas las veces que he llamado al Dr. José Antonio Santana (Santanita) por problemas de salud o por ñoñerías. Es difícil para uno identificar si es lo primero o lo segundo, pero él se ha encargado, diligentemente, de brindar luz y poner remedio. No importa si lo llamo en momentos de dificultades personales o familiares. Él responde y pone el corazón para resolver. Pero así ha pasado con otros de los galenos locales; son los que están para servirnos y gracias a Dios contamos con una buena reserva. Así como yo, la mayoría acude a médicos de confianza ante cualquier «dandí» que se le presente. ¡Juye, llámate a Vásquez!
El fundamento ético del médico es el denominado juramento hipocrático, el cual ha sido modificado con el tiempo, pero tiene sus orígenes en Hipócrates, prestigioso médico griego. Aunque muchos quieren simplificarlo, en su esencia y su historia este juramento es rico en valores humanitarios y morales.
Todos coincidimos en que existen galenos que avergüenzan a sus colegas y a la profesión, por mercantilistas y negligentes; algunos han sido virtualmente expulsados de Ocoa, por esas razones y otras más delicadas. Pero tenemos la dicha, suerte y bendición de que Ocoa ha parido y albergado a muchos que ponen el corazón en lo que hacen. Pueden decir que hacen las cosas con amor y entrega.
Médicos que no saben «poner un pero» para servirte. Solo en Ocoa se ha visto como algo común salir a las 3 de la madrugada para donde Manuel Julio; llamar a Vinny Maríñez en su tiempo libre, para un favor profesional, o interrumpir la vida familiar de Carolina González, sin que esto sea un problema. También llamar a Gered Méndez… buscarlo donde se meta, despertarlo y hacerlo ir a atender una urgencia.
La gente acude a estos médicos por confianza; porque cree en ellos. Porque sabe que están para servirnos y sencillamente no podrán decir que no. No tienen como hacerlo, el software que instalaron en su alma no se los permite. A la hora de servirnos no nos piden el carné de ningún partido.
He mencionado algunos valiosos médicos; cada cual tiene los suyos. Pero independientemente de esto, quiero arribar al propósito de esta entrega: no debe nadie desconsiderar a nuestros apreciados galenos. Comprendo que la política es muy complicada; es una guerra. Los médicos, como personas que son, también ceden ante la seducción de la política: quieren puestos, sienten inclinación por candidatos, por partidos y por aquello que erróneamente insistimos en llamar «ideologías». Pero eso no les quita todas sus virtudes, las que aquí menciono ni las que no menciono. Los buenos médicos dedican interminables horas a su capacitación y nunca terminan de aprender; su constante servicio al usuario es el fruto de muchos esfuerzos. ¡Sí!, deben estar en un pedestal.
Es comprensible que los que intervienen en la actividad política, reciban su premio; generalmente una buena posición administrativa apoyada por su partido. Siempre ha sido así; es normal y lógico. Eso no aguanta largos debates. Pero independientemente de esto, cada galeno que entrega el alma a su delicada tarea, debe ser respetado y colocado en puestos profesionales donde mejor pueda servir a los intereses de su comunidad.
Concluyo pidiendo consideración y respeto para esta clase. La marea sube, la marea baja… y siempre necesitamos a un buen galeno para tratar el mareo.
No importa si mi cirujano de cabecera, mi primo Víctor Daniel está en su día libre. Siempre estará para mis consultas virtuales. Ahora, por cierto, voy a llamarlo por un dolorcito pendejo que tengo por aquí… sin tomar en cuenta que él también tiene problemas y preocupaciones.
Respeto, consideración y agradecimiento para esos médicos que viven para servir. ¡Suelten a esa gente!
«Yo soy el Señor, que les devuelve la salud».
(Éxodo 15:26)
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