Por Luis F. Subero.
Continuando con la divulgación de la obra de José F. Subero, publicamos el cuento Ruego de Amor, en el cual el autor relata los trágicos amores interrumpidos por la muerte de uno de los amantes. El ruego de amor de la viuda fue escuchado en los cielos y complacida en su petición.
Ruego de amor.
La pradera silente!…Mientras los últimos destellos de un sol en agonía empenachaban de púrpura los enhiestos picachos, las sombras de la noche subían lentamente del valle a la loma y, las aves veloces cruzaban el espacio en pos de su verde alcoba.
Arriba, tintes rosa malva salpicaban la cómba azul del firmamento; abajo, el fúnebre tiznado del anochecer daba contornos vagos a las cosas de la tierra…
Mientras tanto, María, la enlutada novia, que con la inesperada muerte de su amado, vió derrumbarse la hermosa torre de marfil de sus más puros ensueños, de rodillas, sobre la recien cerrada fosa del hombre que supo captarse su amor y en el cual vió el ideal de sus más nobles aspiraciones de mujer, oraba y gemía… gemía implorando a Dios no dejarla sola en este valle de lágrimas y que le permitiese ir en pos de su bien amado, para reunirse espiritualmente en el cielo, ya que no fue posible su unión carnal en la tierra.
De bruces, sobre la húmeda tierra, habló al amado: “Oh, mi adorado Juan, tú que me oyes porque siento el tibio hálito de tu ser; tú que fuiste bueno en esta tierra y, que en pago de tus altas virtudes debes de estar a la diestra del Todopoderoso, une tus ruegos a los míos para que El, todo bondad, desligue mi alma de esta prosaica vida y me deje ir a ti, para que allí, en la Mansión de los Justos, formemos el nido de amor que aquí, por fatal designio, no pudimos llevar a cabo. Seremos, con toda seguridad, dichosos y sabremos implorar para los demás la felicidad terrena que a nosotros nos faltó”…
Y las lúgubres sombras de la noche envolvieron con su negro manto la pradera silente, mientras el graznido de un agorero búho razgó el silencio sobre las solitarias tumbas del Cementerio. Todo había callado; el ritmo de la vida, como por encanto quedó truncado. Es la triste paz octaviana de los sepulcros!..
Cuando los tintes rosa de una bella aurora doraban los regios balcones de Oriente; cuando el ruiseñor saludaba al día con su dulce trinar y la tierra volvía a la vida con sus ajetreos y preocupaciones, Diego, el viejo sepulturero, halló sobre la tumba de Juan, el cadáver abierto en cruz de la que en vida fué la dulce, buena y bella María.
Y, dicen los sencillos y buenos moradores: Que Dios, que está en el cielo, y que lo ve y lo oye todo, debió acoger la sentida súplica de la núbil doncella, ansiosa por celebrar sus nupcias celestiales con el amor de sus amores.
Mientras tanto, pensamos, quién ha de dudar que Juan y María, sentados a la diestra del Supremo Hacedor, después de haberse desligados de este mundo lleno de engaños y sinsabores, habrán de ser factores útiles a sus semejantes de la tierra?….
San José de Ocoa, R.D.
Agosto de 1945. Paginas Banilejas, pág. 17, Septiembre 1945
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