“Juan Comodoro, buscando agua encontró petróleo, pero se murió de sed” (F. Cabral, Pobrecito mi patrón).
Loma Redonda hoy te escribo a ti, justo en el momento en que desalmados armados de máquinas y sin escrúpulos, personas que no guardan las formas han atacado tu forma, achatándola, transformándola en un trapecio, un rectángulo o un cuadrado, qué se yo. Al parecer les molestaba tu redondez, que es lo mismo que decir tu preñez, tu abundancia, tu fecundidad, tu diversidad.
Tú que eres parte del decorado, de la escenografía de este pueblo desde tiempos inmemoriales. Cuando los esclavos fugados de sus amos encontraron en estas tierras la tan ansiada libertad y andaban, saltaban, comían, bebían, bailaban y fornicaban por estos lugares, ya estabas ahí; cuando los primeros monteros llegaron para cazar cerdos cimarrones y talar árboles, fuiste testigo del inicio de una depredación que no ha tenido desde entonces límite alguno; viste ir creciendo el caserío inicial de ranchos de madera y techo de cana a lo que es hoy , la construcción del templo católico, la llegada de la electricidad, del primer vehículo, el auge del comercio, la construcción de carreteras y puentes; seguro escuchaste la conmoción que produjo en el pueblo la muerte del Dr. Castaños, muerto de amor; también te tocó ser testigo del dolor de la madre de Orlando Mazara bajando el cadáver acribillado de su hijo desde las montañas que eligió como altar para su sacrificio; ante ti desfilaron las tropas que se internaron en las montañas a combatir la aventura guerrillera de Caamaño; dime algo, redonda Loma Redonda, cuántas veces viste al Padre Luis subir y bajar las colinas cargado de sueños y proyectos para beneficio de los pobres del campo? También lo viste cuando hizo su última entrada envuelto en un mar humano que lo recibía en sus corazones con lágrimas de gratitud. Cuántas primaveras han encendido el verde de tu ramaje? Cuántas aves han hecho su nido en los pliegues de tu falda? ¿Cuantos vientos han despeinado tu cabellera?.
Has resistido, a través de los tiempos, terremotos, huracanes, tormentas, incendios, pero hoy te ha tocado a ti. Tu final ha sido decretado en alguna oficina alfombrada, con aire acondicionado y gruesas cortinas, tu acta de defunción escrita al dorso de un estado de cuenta bancaria. Quién podrá salvarte? Ojalá este responso sirva de grito de alerta, genere un despertar en las conciencias adormecidas y todo el mundo se levante en una sola voz y con un único y firme propósito: salvarte como antes se ha hecho, como ocurrió en Bahía de las Aguilas, en Loma Miranda, en Gonzalo o en el Parque del Este. Para que nunca más alguien se atreva a herirte, madre Tierra, para que nunca más haya necesidad de reclamar respeto para ti.
Pedro Garfias escribió un poema para su Asturias natal que luego musicalizó y convirtió en canción su compatriota Víctor Manuel que me parece muy apropiado ante el escenario actual que vives no sólo tú, sino el medio ambiente en nuestro país y el mundo entero. Lo he tomado prestado y me he permitido cambiarle algo:
“Prepara tu salto último/lívida muerte cobarde/prepara tu último salto/ que Loma Redonda está aguardándote/ sola en mitad de la Tierra/hija de mi misma madre”
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