Por Felipe Ciprián
Cuando todos esperábamos que el danilismo llevara el miércoles al Senado el proyecto de ley de convocatoria de la Asamblea Revisora de la Constitución para habilitar al presidente Danilo Medina como aspirante a la reelección, el punto no fue colocado en agenda.
¿Qué pasó? No tengo una información de primera mano para explicarlo, pero puedo compartir mis impresiones, al viento, de por qué el proyecto no llegó.
La sesión senatorial era simultánea con una masiva manifestación para sacar músculo en contra de la reforma, encabezada por Leonel Fernández, aspirante a lograr la candidatura presidencial por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Conociendo un poco el proceder de Danilo y la paciencia oriental con que se maneja en política, me parece verlo cuando llamaba a sus seguidores para que aplazaran el proyecto una semana como forma de no plantar un desafío innecesario a Leonel, quien por primera vez se colocaba al frente de una protesta por su anunciada oposición a la modificación constitucional.
Leonel se estaba manifestando pacíficamente frente al Congreso en contra de la reforma, lo decente y aceptable era que la respuesta del danilismo no fuera aprobarle el proyecto de convocatoria a la Asamblea Revisora en dos lecturas en el Senado.
Cualquier capitán inteligente y en dominio y control de un adversario, nunca lo lleva innecesariamente hasta la pared, porque por cobarde que sea, de ahí en adelante no hay terreno para seguir huyendo y por el contrario se le estaría obligando a presentar batalla de vida o muerte.
Eso creo que pasó. A alguien se le ocurrió que ante el Leonel presidente del PLD y manifestante contra iniciativas de su gobierno, había que dejarle la cancha para que disfrutara su ¡triunfo! y no sacarle la alfombra para que cayera de espalda.
Fue otro acto de prudencia del danilismo que sabe muy bien que cuando se partan las aguas peledeístas, si Danilo es el candidato, necesita a las masas moradas que hoy siguen a Leonel, pero que ante la disyuntiva de perder el gobierno, hasta él lo piensa dos veces antes de paralizarse.
Ni Pompeo ni Leonel
Ya dije que la llamada de Mike Pompeo no paralizaba el proyecto de modificación constitucional y sostengo que tampoco fue hecha con el propósito de paralizarla.
Tengo entendido que previo a la llamada que el Departamento de Estado de Estados Unidos hizo pública mediante un comunicado de un párrafo, hubo otra más discreta del mismo Pompeo al mismo Danilo -no puedo asegurarlo- donde fijó algunas líneas rojas no precisamente contra Danilo.
Ahora digo que no creo que la manifestación encabezada por Leonel el pasado miércoles neutralice y mucho menos derrote el proyecto de reforma constitucional para habilitar a Danilo.
Hace mucho tiempo que sabemos que lo cortés no quita lo valiente. El danilismo ha sido cortés frente al sacrificio de Leonel de encabezar una marcha para militar su posición, y no tenía la necesidad ni la premura de humillarlo.
Repito como si estuviese comiendo pepino todo el día: el danilismo no va a permitir a Leonel que vuelva al gobierno en las elecciones de 2020 y cuenta con la fuerza suficiente, en todos los escenarios (al interior del PLD y fuera de él) para impedirle el regreso al poder y tiene la determinación de hacerlo.
Quien no entienda o admita esa realidad, está pensando que la luna es un bojote de queso y se puede derretir para comerla con pan.
Después del lobbismo con los legisladores estadounidenses para que el Departamento de Estado parara a Danilo; después de esa manifestación masiva del leonelismo para demostrar su rechazo a la reforma constitucional; después de la firma del libro en defensa de la ConstituciónÖ ¿cuál es la próxima iniciativa de Leonel para detener el proyecto reeleccionista?
¿Qué más se puede hacer? ¿A quién apelar ahora? Es obvio que al leonelismo se le acaban las iniciativas y tendrá que verse ante la realidad de aceptar que le cuenten los votos en el Comité Político, el Comité Central, en las cámaras legislativas y en las primarias abiertas con el padrón de votantes de la Junta Central Electoral.
Lo cierto es que se van gastando todos los cartuchos y el proyecto de reforma y de reelección sigue su agitado curso solo en espera del momento oportuno para meter el gol o hacer la capicúa, depende de si el lector está en un resort de Punta Cana o debajo de un higüero jugando dominó en Arroyo Manteca, Mahoma, San José de Ocoa.
Los reformadores
El leonelismo se está presentando ante el país y el mundo como los guardianes de la Constitución, pero debía guardar la forma porque se le ve el refajo a leguas.
Tras el desmoronamiento de la dictadura trujillista en el alba de la década del sesenta del siglo XX, la primera reforma constitucional la impulsó y la hizo aprobar Juan Bosch, el fundador del PLD y formador de sus actuales dirigentes, en la primavera de 1963.
Aunque en múltiples aspectos era una Constitución progresista, interesa ahora destacar que, siendo Bosch el Presidente de la República, hizo consignar en ella la prohibición de la reelección presidencial.
Como es evidente, estaba haciendo una renuncia explícita a perpetuarse en el poder y por consiguiente a favorecer la alternabilidad democrática y la rotación del liderazgo nacional.
Por razones que no tienen que entrar en este análisis, Bosch fue derrocado cinco meses después de la proclamación de la Constitución del 30 de abril de 1963 y aunque militares y civiles pelearon una guerra para reponer al Presidente con su Constitución, ambos quedaron sepultados en la derrota.
La siguiente reforma fue la del año 1966 que ignoró el tema de la reelección y Joaquín Balaguer la aprovechó para gobernar hasta 1978 en que cayó vencido por el voto popular expresado a través del PRD y la presión internacional dirigida por el gobierno de Estados Unidos.
Aunque el presidente perredeísta Antonio Guzmán quiso reelegirse y luego impedir la toma de posición de su compañero Salvador Jorge Blanco, su sueño chocó de nuevo con el poder norteamericano y la negativa de políticos y militares para consumar sus planes macabros contra la democracia. Su final fue el suicidio.
Tras la crisis electoral de 1994, una reforma pactada por los tres principales partidos eliminó la reelección, redujo el mandato de Balaguer a solo dos años y convocó a nuevas elecciones en 1996 que terminó ganando el PLD con Leonel de candidato y el apoyo de Balaguer para cerrar el “camino malo” de la fórmula perredeísta de Peña Gómez-Álvarez Bogaert.
Hipólito Mejía, con un préstamo de una docena de legisladores del PLD que “se vendieron”, pasó la reforma para habilitarse para la reelección, dividió al PRD y terminó derrotado, dando paso a un nuevo gobierno de Leonel en 2004.
Es cierto que Leonel heredó en 2004 una Constitución reeleccionista, pero su partido no lo era y él se acogió a ella, no a él, y enfrentó a Danilo, a quien llamó “serruchador del palo”, el hoy presidente cayó vencido porque “el Estado se impuso” y Leonel se reeligió para el período 2008-2012.
Cuando vio que iba por medio mandato de su reelección con una Constitución que decía que era dos períodos y nunca más, promovió una consulta nacional para hacer otra reforma, quitó la reelección, pero sobre todo elimino el “nunca más” que en ese momento solo lo afectaba a él. ¡Oh, tremendo constitucionalista!
Leonel si podía hacer modificar la Constitución para él tener derecho a volver como candidato presidencial, pero le niega ese mismo derecho a su compañero Danilo.
Si la defensa de la Constitución que hace Leonel no estuviera acompañada de su aspiración presidencial, “otro gallo cantaría, la patria se salvaría y Cuba sería mejor”.
¡Cuando pase la tempestad, contaremos las estrellas!
Comentarios...