«Se ha hecho tan normal… lo que es normal». Con esta frase y mucho pesar, mi hermano Héctor Pedro compartió conmigo la noticia del fallecimiento de un querido amigo de la familia. Surge como reflejo de lo cotidiano que se ha vuelto, ver partir a gente querida y con quienes compartimos un importante trayecto de nuestra vida.
Entre el Covid-19 y otros males, en poco más de un año todos hemos visto abandonar la vida, a mucha gente de nuestro entorno. Aunque morir es normal, ahora se ha hecho exageradamente normal.
Un inventario de bajas, debe hacernos reflexionar sobre el difícil transcurrir de estos tiempos, que a veces parecen apocalípticos. No pasa una semana sin que los medios de divulgación social, formales o informales, muestren la cruda realidad por la que atravesamos. Pero no una realidad lejana, de noticiero nacional. Es la realidad palpable del vecindario, del círculo social; del pasado de nostalgias y de la misma actualidad con la que nos codeamos.
Esto remueve las entrañas de la reflexión y nos reitera lo pasajera que es la existencia terrenal. Somos tan vulnerables y estamos tan expuestos, que lo más sabio es aprovechar cada día en lo sencillo, en lo bueno… vivir cada día en bien y bondad. Si un día nos tocase rendir cuentas, en lo infinito, es importante también hacernos de un buen curriculum de muestras de amor y misericordia, aun yendo esto contra la corriente, en estos tiempos de frivolidad.
En los mismos tiempos en que mucha gente se hizo rica especulando con mascarillas, alcohol y otros elementos salvavidas. Debe llevar al llanto del alma y a la vergüenza ajena, ver como ahora se venden a 2 pesos, las mismas mascarillas que nos vendían a 100 pesos, en el momento de mayor incertidumbre. De seguro esos beneficios que obtuvieron, tendrán sabor a amarga hiel. Pero ahí me detengo, que estoy desviando el artículo.
Al final, solo queda la siembra que dejamos, y es nuestra decisión si sembramos frondosos y fructíferos árboles, o si quedan como nuestro legado los frutos de la codicia y de la cizaña. Dentro del desconsuelo, algunas importantes lecciones debemos los humanos sacar de la pandemia.
«Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos».
1 Corintios 15:21
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