Un gran ocoeño acaba de morir a los 87 años de edad y ello es motivo de tristeza.
Rafael Ángel Sánchez Pujols (Blanco) es hasta hoy el mejor animador y organizador de las comunidades rurales de San José de Ocoa.
Fue la pieza angular para articular en los campos de Ocoa todo el gigantesco trabajo de promoción social y desarrollo que encabezó el padre Luis Quinn desde mediados de la década de 1960 hasta los ochenta.
Miembro de una distinguida familia ocoeña, Blanco la honró con su estilo de vida sencillo, con su amor al prójimo y con su dedicación a la labor de promover la organización de los campesinos para superar los estadios más tristes de pobreza y abandono gubernamental.
Hombre honrado a toda prueba, Blanco demostró con su trabajo que era un gran organizador y motivador de la creación de cooperativas y grupos comunitarios que hicieron posible una gran cantidad de proyectos sociales dirigidos por el padre Luis Quinn desde la Junta para el Desarrollo de San José de Ocoa.
Su labor educativa y de motivación de la organización en el campo ocoeño en plena Guerra Fría lo expuso a la muerte violenta en varias ocasiones, a los allanamientos, cárcel y amenazas, que por su recio compromiso con los más pobres, nunca lo doblegaron ni paralizaron su labor.
Del único intento de asesinato a Blanco que fui testigo, lo relataré brevemente.
Blanco, Ataulfo Maríñez y yo nos encontrábamos un domingo en la primavera del año 1974 animando a un grupo de personas en el templo de la iglesia Católica en Sabana Larga.
Ya atardecía cuando terminó la reunión y salíamos conversando con los presentes que se retiraban a sus casas.
Un automóvil Chevrolet Impala, color crema, estaba parqueado a pocos metros de la salida del templo con tres o cuatro hombres dentro.
En ese tiempo era fácil distinguir que el vehículo no era de Ocoa, como tampoco las personas que estaban dentro.
Obviamente eran miembros del Servicio Secreto de la Policía Nacional, pero tampoco estaban asignados al Destacamento de Ocoa.
Poco más de dos años antes, tropas de la Operaciones Especiales de la Policía Nacional habían detenido a Luis Manuel Tejeda Santana (Papi) y a Luis Emilio Casado (Loro) en Nizao, los maniataron y llevaron a una loma con rumbo hacia La Marca, donde los asesinaros con múltiples disparos de fusil, en uno de los crímenes de Estado más horrendos que recuerden los ocoeños.
Aunque tanto Ataulfo como Blanco y yo éramos opositores al régimen de Joaquín Balaguer, Blanco era un hombre sin militancia político-partidaria, pero firmemente comprometido con los campesinos ocoeños, a quienes dedicó los mejores años de su juventud con gran riesgo para su vida.
Advirtiendo el peligro que corríamos los tres en ese atardecer y teniendo como vehículo la motocicleta Honda de 125 cc, color azul, en que se desplazaba normalmente por las montañas ocoeñas, Blanco retrocedió hacia el interior del templo y nos dijo que ese carro andaba detrás de nosotros y no era para detenernos.
Nos pidió salir rápido, montar en la moto y aferrarnos bien, porque la pondría a gran velocidad para recorrer los seis kilómetros que separan a Sabana Larga del poblado de Ocoa, donde vivíamos los tres.
Salimos del templo, Blanco prendió el motor y Ataulfo abordó y de inmediato me monté de último en un abrir y cerrar de ojos.
Sin mirar para atrás escuché cuando el Chevrolet inició el prendido de su motor, pero a la velocidad que despegó Blanco, cruzó el badén del arroyo Las Vacas y ganó distancia en esa carretera estrecha, nos permitió escapar.
Cuando llegamos a la estación de gasolina que entonces era de Salvador Sajiún, a la entrada este de la ciudad de Ocoa, Blanco dobló raudo a la derecha, nos fuimos para el sector El Rastrillo donde vivía Ataulfo, lo dejamos y luego me llevó a mi casa del sector Pueblo Abajo, para culminar en su residencia de la calle 16 de Agosto esquina Matías Martínez, en el Pueblo Arriba.
En todo el trayecto el carro no nos pudo alcanzar y ese día él salvó la vida por su audacia, porque si bien Ataulfo y yo éramos militantes políticos –él del Partido Revolucionario Social Cristiano (PRSC) y yo de la izquierda-, el verdadero objetivo era Blanco aunque nosotros dos cayéramos como “daño colateral”.
Blanco Sánchez tiene que ser recordado como un ocoeño ejemplar, un formidable animador popular y un hombre extremadamente honrado y servicial que gozó de la confianza y el aprecio fraterno del padre Luis.
Todos sus familiares, que hoy lo lloran con inmensa tristeza, pueden tener la compensación de que fue un modelo de hombre, esposo, padre, tío, hermano, compañero.
Descansa en paz, Blanco Sánchez, que quienes te conocimos y compartimos tantos sueños y realizaciones, te llevamos como ejemplo.
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