Por Omar Ureña
“Ninguna frase filosófica sobre la libertad puede abarcar la sensación que se siente al vivirla”. Con esta expresión de lo más hondo del alma, quiero iniciar este escrito para referirme a Carlos Martínez, el joven que durante varios años experimentó la dureza de los barrotes de un cuarto no apto para animales, mucho menos para humanos, tan solo por una condición de enfermedad mental que padece y que lo torna violento.
Hoy gracias a la Fiscalía de San José de Ocoa bajo la tutela del magistrado Francis Valdez Gómez , de igual manera, los fiscales adjuntos Juan Ysidro Minyetty, José Castillo, la directora del hospital San José Jacqueline A. Castillo, el coronel policial Juan Daneris Mateo Mejía, y otras instituciones, fue posible recuperar esta vida condenada al olvido, que sin la más mínima esperanza de reintegrarse a la sociedad y de alguna manera vivir; después de ser un muerto con derecho a respirar, hoy inicia un nuevo capítulo de su historia que ojala sea lleno de colores, de optimismo y esperanza.
La historia de Carlos surge a través de una denuncia de alguien a este servidor, para que me apersonara a ver las condiciones reales en las que se encontraba; verlo así me resultó chocante, deprimente, aterrador, una escena nunca exhibida en una película de terror, tanto que durante los siguientes días no podía concentrarme por estar pensando él. Me dirigí el mismo día que me percaté de la situación, ante el procurador fiscal titular Valdez Gómez, quien de inmediato fijo para el día siguiente una visita al lugar y constató lo que ya le había revelado.
Unos días más tarde el procurador gestionó ante algunas autoridades, para el traslado y tratamiento permanente de este ser humano, en el cual el Estado, será el responsable único y directo de que este joven no regrese jamás al infierno donde estuvo recluido.
Termino este escrito con la misma expresión que inicié: “Ninguna frase filosófica sobre la libertad puede abarcar la sensación que se siente al vivirla”. Lo reitero por Carlos y por aquellos que de alguna manera sufren un encierro injusto, por ignorancia o atropello, en este caso por la condición mental que la vida le tenía reservada a este muchacho y que a cualquiera le puede suceder.
¡Si ombe sí!
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