Es más que evidente que gurúes económicos en el mundo, que provocan contagios inmediatos en República Dominicana, buscan una salida artificial a un problema tan complejo y costoso como lo es la pandemia desatada por el nuevo coronavirus.
Decir que la economía dominicana crecerá 4,8% durante este año como lo acaba de afirmar el Banco Mundial en un estudio sobre perspectiva global, es un pronóstico bárbaro que solo podría ser tomado en cuenta si se apoyara en un examen a fondo de los sectores que van a determinar ese crecimiento.
Pero resulta que la proyección del Banco Mundial es que el repunte del crecimiento para el Caribe, que sitúa en 4.5%, sería “impulsado por una recuperación parcial del turismo”.
Soñar con una recuperación del turismo a corto o a mediano plazo, tanto en República Dominicana como en cualquier otro destino del mundo, promete terminar en una pesadilla y todos los recursos que se destinan a ese propósito, se están yendo por un barril sin fondo.
¿Cuántos dominicanos salían a vacacionar a Estados Unidos y a Europa cada año? ¿Cuántos salieron en 2020 a París, Madrid, El Cairo, Estambul, Miami, Las Vegas o Los Ángeles?
Así como los dominicanos no se arriesgan a salir a los destinos turísticos más codiciados del mundo, tampoco lo están haciendo los retirados o los novios que antes venían al país por millones desde Europa, Asia y Norteamérica.
Más optimista que los técnicos del Banco Mundial fue el gobernador del Banco Central, Héctor Valdez, quien en la conferencia virtual del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), el pasado 20 de diciembre, sostuvo que la recuperación económica dominicana podría montar un 6% en 2021.
Por lo visto, en las proyecciones de recuperación de la economía hay un exceso de optimismo que sirve para generar confianza, pero los inversionistas de la economía real (no los lavadores de dinero de la mafia y la corrupción) no toman decisiones bajo los efectos de una narrativa “convincente” plagada de riesgos, sino con la mirada puesta en la realidad.
¿Cuántos empresarios dominicanos se atreven hoy a buscar un financiamiento de 200 millones de pesos para montar una fábrica –excepto de insumos médicos– y ser parte de ese crecimiento entre 4,8 y 6 por ciento previsto para este año? ¡A ver quién lo intenta y aprovecha las buenas tasas bancarias!
La pandemia no es juego
Los efectos de la pandemia del Covid-19 en el país y el mundo son sencillamente devastadores en los ámbitos de la salud, educación, el empleo, los ingresos, la producción, las ventas, los servicios y la movilidad de las personas.
Se trata de un impacto directo a la calidad de vida de la gente y un golpe brutal a los activos productivos de las empresas y a los recursos del gobierno para hacer frente a ese desafío y a la marcha general de la administración pública.
Con 87,5 millones de personas infectadas en todo el mundo, de las que cerca de dos millones han fallecido, la salud de todos los humanos está sacudida por una verdadera tempestad que ya alteró el ritmo de todo lo demás.
Solo en el país, según las cifras que publica la Dirección de Epidemiología del Ministerio de Salud, se registraron hasta ayer más de 177,000 contagiados, de los que han muerto más de 2,400 y las Unidades de Cuidados Intensivos están ocupadas en un 58 por ciento.
Las cifras, por supuesto, no pueden reflejar la realidad del nivel de infestación que sufre el país porque hay un subregistro de infectados asintomáticos que no puede ser inferior a esa cantidad y son los vectores involuntarios que propagan el virus en sus círculos familiares, sociales y laborales.
Tratar de ocultar la profundidad del daño que está haciendo el Covid-19 en el país es pura tontería, por demás innecesaria porque no es la culpa de este ni del anterior gobierno, aunque suya es la responsabilidad de adoptar las políticas públicas más certeras para dominar los contagios y luego sacudir a la población trabajadora para recuperar la producción, dinamizar el comercio interno y la exportación, para que se pueda retomar el camino del crecimiento.
Orden de prioridades
No hay que ser un economista experto ni un epidemiólogo consumado para saber que aquí y ahora la prioridad real, no la que se le dice al “público”, es frenar el contagio, curar a los infectados y luego poner al país en condiciones de recuperar la economía, comenzando por su minería, su agropecuaria, infraestructura de servicios y finalmente, cuando haya condiciones en el mundo, volver a atraer a los turistas.
Con la experiencia mundial de más de un año bajo los estragos del Covid-19, se ha aprendido que para frenar el contagio se requiere la combinación armónica de un ejercicio responsable de la autoridad con una cooperación entusiasta de la población.
Si la autoridad no da muestras –estoy apelando a hechos, no a promesas de palabras- de que destina los recursos suficientes para detectar en forma temprana los infectados mediante esfuerzos claros de hacer suficientes pruebas diagnósticas, chequeos clínicos, tratamiento efectivo y seguimiento de contactos, difícilmente la gente tomará en serio la amenaza que tiene encima y adopte las medidas preventivas para evitar el contagio.
Lo que mejor están haciendo las autoridades dominicanas en este momento es tratando a los infectados en hospitales públicos, pero eso es mucho más costoso que la prevención y que las pruebas diagnósticas que pueden determinar dónde están los focos activos del virus.
La capital y las provincias de Santiago, Puerto Plata y La Altagracia –todos polos turísticos muy importantes- son los focos más activos del coronavirus en este momento.
Es en ellos que hay que hacer pruebas diagnósticas masivas y sectoriales para saber la magnitud de la infestación y adoptar las medidas sanitarias preventivas antes de que todo el país quede arropado por una nube incontenible que las autoridades y el sistema sanitario no podrán conjurar.
Efectos económicos
Uno de los golpes más duros, después de la salud, es la pérdida de empleos en el turismo, las Mipymes y la manufactura en general.
El empeño del gobierno manteniendo programas de asistencia social a la población más vulnerable y a los trabajadores suspendidos por empresas, ha sido vital para que aquí no se registren hambrunas sectoriales. Eso explica que los supermercados y mercados siempre estén llenos, a pesar del estancamiento sufrido por la economía a lo largo del 2020.
Pero como la economía dominicana tiene una diversificación tan armónica: manufactura, minería, turismo, agro exportación, zonas francas, remesas, ha sido capaz de resistir los primeros embates de la crisis generada por la pandemia.
Una línea correcta ahora sería –en materia productiva- volcar mucho más recursos a la agropecuaria, intensificar las exploraciones mineras, crear una flota pesquera moderna, gestionar negocios de exportación de agro alimentos a todas las islas del Caribe a la par que se impulse un programa masivo de construcción de viviendas en todo el país.
Ese tipo de acciones induce la demanda de materiales de construcción, fomenta el empleo en todo el país y dinamiza la industria y el comercio interno.
Si este país piensa que puede recuperar el turismo en los próximos dos años, necesitaría un mago, que de existir, preferiría ir al Gran Cañón de Colorado o a Las Vegas.
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