Por: Ángel Aguasvivas
Unas de las razones por las cuales me sentí orgulloso en la participación de la formación del PRM, ha sido la satisfacción de mantener las esperanzas de terminar con la pesadilla que constituye la presencia en el poder del PLD, y al mismo tiempo hacer desaparecer la corrupción implantada por este partido que se ha convertido en una fuerza socialmente patológica dentro del panorama socio-politico de nuestro país.
Solamente la fe ferviente que emerge de los valores a los principios que enriquecen la moral individual, nos estimulan mantener las posiciones de vergüenza y dignidad espiritual. El amor al decoro, y el sueño añejo a tener una sociedad democráticamente saludable nos sirven de palanca para que mantengamos ardientes los pensamientos de todos aquellos próceres que han ofrecido sus vidas para que nuestro pueblo pueda disfrutar de una vida en circunstancias sanas para una convivencias colectiva de seguridad ciudadana.
El pueblo dominicano actualmente es víctima de vivir presa de la inseguridad. No sólo de la inseguridad económica, sino que ya hemos alcanzado un estado tan profundamente caótico que lo importante no es solamente nuestra vida financiera, sino nuestra propia seguridad personal. No hay ninguna persona en nuestro país que no viva con la incertidumbre de temer por sus propios valores materiales, y también por su propia vida.
Los atracos, los robos, las estafas y la conducta de vivir del engaño, son factores comunes, que agregados a la corrupción y la impunidad mantienen y podrían perpetuar el estado de inseguridad social imperante en el país.
Cada dominicano está en el deber de manifestar de una u otra vía sus respectivas formas de influir en la solución a los males que afectan nuestra patria. No existe razón alguna para que seamos indiferentes a la magnitud de corrupción que existe en el país, y que además permitamos irresponsablemente en ser indiferentes a tan catastrófica situación de desasosiego en nuestro pueblo.
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