En las últimas décadas muchas cuestiones han levantado montañas de discusiones, ninguna como las vacunas contra el virus SARS-CoV-2 causante de la enfermedad conocida como COVID-19. Conflictos éticos, religiosos, científicos y educativos se ciernen sobre la escena, un choque de ideas y creencias que merece atención porque puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.
Una buena parte de la población resiste la idea y hecho de ser vacunada, comportamiento al parecer mas acentuado en países «tercermundistas», la comunidad latina en Estados Unidos y ciertos grupos étnicos alrededor del mundo. Tal postura no surge de la nada, el asunto tiene sus explicaciones históricas, en nuestro ADN está el temor de ser usados como «conejillo de indias».
Se puede alegar perfectamente que ponerse o no ponerse la vacuna es un derecho de cada persona y no debe obligarse. Surgen dudas, el filósofo Jean-Paul Sartre dijo: «Mi libertad se termina dónde empieza la de los demás». Del mismo modo, los derechos de una persona terminan donde empiezan los de otra y viceversa. Lo cierto es que no somos islas, vivimos en comunidad y existen reglas sociales que se siguen al pie de la letra para respetar la integridad de los demás. Una persona tiene al derecho a no vacunarse pero no tiene el derecho a exponer la salud de los demás (amigos, vecinos, familiares, compañeros de labor, otros).
Aunque no es una línea eclesiastica oficial, existen miembros de religiones que estan desalentando la vacunación. A decir de ellos se trata de un chip a especie sello 666 o marca de la bestia. Ese es un tema de manejo complicado porque se trata de interpretaciones escatológicas del relato bíblico apocalíptico. Algunos grupos creen en «el rapto de la iglesia», suceso antes de la aparición del anticristo, La Gran Tribulación y el 666, mientras otros creen la iglesia estará presente en la tierra durante ese tiempo. Un tercer grupo tiene ideas mezcladas o desorganizadas, por no decir un sancocho.
Es indudable que las redes sociales están influyendo de una forma sorprendente, cualquier persona con aparente propiedad y conocimiento dice algo y la gente le sigue cual manada. El sentido común, la evidencia histórica y las fuentes científicas han sido elementos relegados a un segundo plano.
La vacuna se obligará en varios países y en otros se estimulará a cambio de ciertos beneficios, cosa última que ya está ocurriendo en ciertas zonas de Estados Unidos. Esa forma de presión, si se quiere ver así, obedece al temor de que surja un brote que escape al control de las vacunas actualmente en existencia. La historia epidemiológica da cuenta que la exposición prolongada ante un virus puede dar chance a que este se adapte y mute a una forma agresiva y altamente resistente.
No cabe la menor duda que, mientras el virus esté circulando, la guerra no termina. Las vacunas protegen entre un 80 a 95%, depende la fabricante. Se deduce hay 5 a 20% de posibilidad de que un vacunado sea infectado por otra persona. Entre la primera dosis y la segunda puede ocurrir una infección, así también a los pocos días de completado el esquema. No hay que ser científico para saber que la respuesta «total» del sistema inmunológico frente a la vacuna es un proceso que tarda varias semanas.
Lo dicho anteriormente hace pensar que la vacuna es un cuento, no protege. Es evidente que la gente no pone atención a los detalles. Las estadísticas son claras, lo que está matando es el virus, no la vacuna. Ciertamente, una persona vacunada arriesga un 5 a 20% pero, gran sesgo, una persona no vacunada arriesga el 100%. La evidencia científica da cuenta que la vacuna protege contra hospitalizaciones y formas graves de la enfermedad debido a que los anticuerpos amortiguan el impacto.
Ponerse o no ponerse la vacuna es un derecho pero, al mismo tiempo, un dilema. Los que resisten deben estar concientes que no son seres aislados y, de seguir creyendo las teorías de las redes sociales y los cuentos de la vecina, deben extremar medidas para cuidar a los demas: uso de mascarillas, NO TETEO y juntaderas, informar si están infectados, entre otras. Es un DEBER.
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