El fin de semana creí estar siendo víctima de un show mediático, de esos a que nos tienen acostumbrados los nuevos gurús de las redes sociales: Onguito (así, sin H) atropelló a dos personas, alguien lo grabó y lo subió a las redes…y después de ahí, el más reciente proyecto artístico urbano del país se convirtió en tendencia, nuevamente. Pero el fatídico suceso fue real y a la hora de redactar este artículo, ya las autoridades estaban esperando la entrega del desdichado mozalbete.
Su caso no es único y los accidentes tampoco. Cualquiera puede tener un accidente de tránsito, es decir, un mal evento no planificado. Pero nuestro país es líder en ese renglón y esto tiene mucho que ver con la falta de educación en materia vial. Las escuelas de conducir somos los padres, los tíos, los amigos y conocidos. Los muchachos y las niñas aprenden a darle «pa´ lante» a un vehículo, sin la más mínima idea sobre la mayoría de las reglas que rigen la conducción vehicular. Para ejemplificar, vivimos en un país en el cual doblar del lado contrario es regla, porque es más cómodo que hacerlo correctamente.
Así suceden cientos; miles de casos. Hay abundantes peleas y disputas por tránsito, a veces matanzas. Motoristas mutilados o muertos en el pavimento. También gente que hace todo lo correcto y es alcanzada por la falta de educación y conciencia de muchos conductores.
Cambiar esta mentalidad requiere años de formación y esto debe empezar desde temprano, en la escuela. Por eso la buena percepción del proyecto de inclusión de la educación vial en las escuelas dominicanas, propuesto por el senador ocoeño José Antonio Castillo. Ha sido la interpretación de una necesidad que se siente cada día, en todo el país. La resolución ya fue aprobada en el Senado y tenemos la esperanza de que se den todos los pasos pertinentes, hasta que se convierta en una realidad. Escuchando la radio nacional, viendo a los YouTubers y de paso viendo al director de Digesett, percibimos la coincidencia general en apoyar esta iniciativa. Sabemos sobre la decisión de las autoridades educativas, de llevar la escuela a un nivel más alto, por lo que esta inclusión caería como anillo al dedo.
Mientras tanto, podemos hacer un gran aporte enseñando a nuestra prole buena educación: a no maldecir ni mostrar el dedo mayor a un conductor, en medio de una disputa de vehículos. También a no tomar alcohol antes de conducir y a ceder el paso amablemente, como cualquier caballero chapado a la antigua lo haría con una damisela. Aunque no lo crea, son medidas que salvan vidas.
En una sociedad que trata de no sucumbir ante el caos, debemos continuar con las reformas que garanticen un mejor país para nuestros hijos y nietos. Así los descendientes del ya célebre e histórico personaje urbano llamado Onguito (así mismito, sin H), tendrán la oportunidad de conducir, sin tanto trauma.
«Instruye al niño en el buen camino y aun cuando envejezca no se apartará de él.
Proverbios 22:6
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