Felipe Ciprián
No creo que haya duda de que la firma brasileña Odebrecht tiró al agua a su socio armador Ángel Rondón y quiere que sea él -y no ella- quien se embarre de todo el lodo que significa pagar 4,300 millones de pesos a funcionarios públicos (directa o indirectamente) para garantizarse «ganar» las «licitaciones» de obras públicas en República Dominicana durante los gobiernos de Hipólito Mejía, Leonel Fernández y Danilo Medina.
Habría que ser muy ingenuo para pensar que los ejecutivos de la Odebrecht que admitieron ante autoridades judiciales de Estados Unidos los sobornos que pagaron en 12 países de tres continentes para sacar de competencia a otros constructores, no iban a cantar más claro que un canario sobre sus marimañas en República Dominicana.
No solo dieron a los norteamericanos los nombres de sus coyotes en el tráfago de influencias en esos 12 países, sino que aceptaron pagar 3,500 millones de dólares para «dejar eso así» y no tener que ir a los tribunales en Estados Unidos, donde no sobornaron a nadie.
Si Odebrecht, que no sobornó a nadie en Estados Unidos, acepta pagar una suma tan alta solo por haber incurrido en prácticas anticompetitivas, ¿cuánto debía pagar a los países que como República Dominicana le otorgaron obras sobrevaluadas en su costo para incluir el pago del soborno que aquí está penado como concusión?
Hasta hoy, el procurador general de la República, Jean Alain Rodríguez, está haciendo la diligencia de poner al descubierto a los actores estelares de esa trama perversa de corrupción y chantaje. No reconocer ese rol sería una mezquindad que no ayuda a la lucha contra la corrupción y a la impunidad que ha sido la característica en este país.
Lo que sí necesita el Procurador, además del respaldo político del presidente Danilo Medina y el aliento del Congreso Nacional, es que el pueblo llano se movilice y reclame con decencia, pero en forma masiva y contundente, que haya sanción ejemplarizadora para corruptos y corruptores.
Ya es hora de ir haciendo la lista de los funcionarios de Odebrecht -con todas sus derechuras- que pagaron el soborno para que si no están en el país, sean reclamados para sentarlos en el banquillo de los acusados junto a los funcionarios o exfuncionarios que lo aceptaron para esquilmar al erario.
Es necesario tener confianza y fe en la posibilidad de que en esta ocasión, la lucha contra la corrupción se apunte un tanto y veamos caer algunos pejes en la jaula, fundamentalmente para sentar un precedente y estimular un escarmiento.
El trabajo del procurador Rodríguez, el apoyo político del presidente Medina y del Congreso Nacional, reitero, son fundamentales y necesarios, pero la batalla contra los corruptos se define en el nivel de reclamo popular, en la exposición de una voluntad ciudadana contundente en todos los espacios para que se entienda que ya está bueno de que pelagatos exhiban fortunas descomunales al pasar por el Estado, mientras nuestros escolares pasan la vergüenza de ir a las pruebas PISA a hacer el ridículo porque no saben conjugar los verbos, sumar, restar, multiplicar y dividir, pero mucho menos leer y entender lo que tratan de informar los caracteres que están a su vista.
La corrupción lo ha invadido todo en República Dominicana. ¡Qué tire la primera piedra el sector social que no haya sido afectado por la corrupción en sus más diversas manifestaciones!
Esa misma realidad es la que indica que si todo el cuerpo social está infectado, necesitamos un baño de inmersión total para sacudir esa pus y dar rienda suelta a un nuevo comienzo.
Aquí no tiene que haber exclusión, pues los culpables forman legión por comisión y por omisión, y no contamos con puros que puedan redimirnos. Es la hora de que quienes están contra la corrupción den un paso al frente.
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