El nombre de Ocoa es vinculado a los taínos, por investigadores y curiosos. Teorizan que su origen está ligado al agua o a las montañas: “agua entre montañas”, afirman unos; “tierra entre montañas”, divulgan otros.
También lo relacionan con el instrumento agrícola llamado “coa”, de manoseo primigenio. Aunque estas afirmaciones siguen siendo material de escasos debates e investigaciones para los más acuciosos, ciertamente la palabra Ocoa es percibida en nuestro país como sinónimo de abundancia de agua y montañas.
Los días feriados sirven para ratificar el espíritu democrático de los tesoros naturales que recorren nuestro país, siendo Ocoa parte importante en los periplos que se realizan.
Miles de dominicanos se reencuentran con los ríos, para tomar reconfortantes baños, preparar parrilladas, descansar, comer y beber según su predilección; todo esto sin tener que pagar para conseguir acceso y poder ser partícipes de la ocasión.
En el caso de San José de Ocoa, nuestras aguas juegan un papel determinante en el disfrute de esos preciados momentos, con la gracia de que en nuestros ríos se encuentran tanto pobres como ricos, y en las mismas aguas, rodeadas por imponentes montañas llenas de vida e historias, comparten momentos de ensueño en compañía de los suyos. Momentos que no tienen precio.
Prevalecen nuestros ríos como los espacios predilectos por quienes carecen de oportunidades de pagar lujos y deben inclinarse hacia las bondades que les brinda la naturaleza, incluidos los de bolsillos poco dinámicos. También ha sido notorio el constante y habitual regreso de excursionistas, con medianas y altas posibilidades de pagar lujos, quienes prefieren el entorno de las fructíferas montañas y gélidas aguas provinciales, para realizar encuentros sociales. Lujosos vehículos, de todos los calibres, se parquean junto a las máquinas de transporte de humildes motoconchistas y otros de menor poder adquisitivo, dando apertura al acercamiento social entre unos y otros. Es que el río y la loma no conocen de estatus social ni marcas de vehículos.
A los pies de nuestros montes, los ríos transitan raudos llevando vida, tanto a los cultivos y a nuestra fauna como a la gente misma.
Mención colateral merece el hecho de que no han existido controles efectivos en el uso agrícola de nuestras aguas, las cuales son abusadas, en algunos casos, por ricos terratenientes que priorizan su bienestar y sus cuentas bancarias, por encima de la vida y el derecho al agua, aboliendo en la práctica el mandato constitucional que manifiesta en su artículo 15: “El agua constituye patrimonio nacional estratégico de uso público, inalienable, imprescriptible, inembargable y esencial para la vida. El consumo humano del agua tiene prioridad sobre cualquier otro uso”.
Para ambientarme, salí a hacer mi recorrido, acompañado en lontananza por inquietos buitres cabecirrojos que hacían morbosos cortejos a carnes moribundas. Esta especie, la cual arribó al país a principios del siglo XX desde Cuba, pasa casi desapercibida para el ocoeño en su cotidiana supervivencia, pero no para el que ha inyectado en sus venas el punzante gusanillo del ecoturismo y es fanático de la aventura al natural. Una colonia de estos carroñeros se ha establecido a orillas del río Ocoa, cerca de la zona limítrofe entre los municipios de Ocoa y Sabana Larga. El olor a muerte de ganado y los desperdicios cárnicos alrededor de la denominada “Placita de Productores” han incentivado su presencia.
Aunque el inventario resulta extenso y variado, en esta entrega es importante mencionar algunos recursos, atendiendo a su valor natural, cultural e histórico. A continuación exploraremos algunos.
El río Ocoa
Hijo de la denominada Madre de Todas las Aguas, cuenta con 68 kilómetros de recorrido, responsables de vida, frescura y producción agrícola. Es referencia obligatoria para cualquier encuentro social que incluya charcos, comidas informales y confraternidad. En su curso encontramos altibajos y deficiencias que atestiguan su explotación irracional, abusiva y nunca compensada, pero a pesar de la adversidad, sigue recibiendo cientos de bañistas que encuentran en sus aguas el bálsamo que vivifica músculos y huesos.
Las aguas del río Ocoa alimentan innumerables charcos, incluido el más frecuentado por los menos pudientes, conocido como “La Lisa”. Durante décadas este balneario ha sido visitado por cientos de bañistas que buscan huir de las altas temperaturas que traen el final de la primavera y el verano.
El río Nizao
Este caudaloso e imprevisible raudal aloja, en sus serpenteantes 133 kilómetros, mucha vida, historia e inspiración. Desde su nacimiento en la cordillera Central, sus aguas son insoslayables para nuestra agricultura, la actividad hidroeléctrica, la pesca y el ecoturismo. Esas aguas acogieron en 1655 el desembarco de Robert Venables, en la preparación de un ataque inglés a Santo Domingo.
En tiempos de tormentas, el río se convierte en un peligroso trayecto que ha cobrado vidas y transformado la estructura física de algunas comunidades, arrasando todo en su caudaloso trajín.
Balneario natural Las Avispas
A su paso por la comunidad turística Las Avispas, el río Nizao crea un impresionante y demandado balneario que ha logrado la predilección de ocoeños y visitantes. En este tramo no solo se baña el excursionista; también se realizan prácticas de deportes acuáticos, con fines recreativos. La comunidad mantiene una constante lucha por el respeto al medio ambiente, por parte de los bañistas, y trata de elevar el grado de conciencia contra la contaminación producida por los desechos sólidos dejados por algunos visitantes.
El balneario Dos Aguas
Esta parece ser la más reciente joya del tesoro natural de Ocoa, pues no se encontraba en el inventario de atractivos de la provincia hace un par de años. Esto se debe a su vinculación con San Cristóbal, ya que desde la cuna de la Constitución se llega con mayor facilidad, formando el balneario parte de excursiones organizadas desde allí. Llamado Dos Aguas por el encuentro del río Nizao con el Arroyo Jigüey, este refrescante lugar sirve como principal ambientación a una ruta de senderismo de más de dos difíciles kilómetros. El balneario está compuesto por varios verdosos, profundos y gratificantes charcos.
La Loma del Vigía
Conocida hoy como Loma de La Vigía, este promontorio se encuentra situado en la parte oeste del municipio de Ocoa. Con una vegetación variopinta, en tiempos de cimarronaje sirvió como atalaya para advertir la presencia del opresor europeo, en busca del negro liberto.
El 22 de enero de 1962, un grupo de jóvenes ocoeños colocó en su cima una cruz blanca, como símbolo cristiano. Estos eran tutelados por el valiente padre Arturo Mckinnon, junto al dinámico padre José Antonio Curcio, ambos de grata recordación para los ocoeños de antaño. La cruz actual puede observarse perfectamente desde el poblado; su entorno sirve como observatorio distante de las calles y casas de Ocoa, resaltando la considerable merma en techos de zinc y casas de tablas. El paso del tiempo las ha ido sustituyendo por casas de blocks, en muchos casos suntuosas, las cuales van dando paso a la modernidad y sepultando en libros y artículos nuestra envejeciente arquitectura.
Hasta finales del siglo pasado era visitada por cientos de personas cada 3 de mayo, Día de la Santa Cruz, muchos por tradición religiosa y otros por diversión, amenizando sus caminatas con el consumo de caimitos y otros frutos silvestres.
Fuente: ListínDiario/LaVida
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