Por: Julina Staffeld
Mientras subía a visitar a mi amiga Aracelis, a quien admiro por su fortaleza y fe, pues impedida de brazos y piernas, sumida en la extrema pobreza, me brinda la mayor de las riquezas humanas: el amor y el agradecimiento.
Durante mi habitual trayecto hacia El Rodadero, me puse a contemplar aquel “paisaje” de calles polvorientas y casas de madera. Eran aproximadamente la una y media de la tarde y el sol implacable caía sobre el poblado, las calles estaban desiertas, el viento arrastraba escasas basuras, mientras un perro cojo se lamía las llagas de la pata rota y un burro cenizo rebuznaba anunciando que se le prestase atención a esta comarca o quizás quería que lo tomaran en cuenta para alguna candidatura política.
Mientras contemplaba ese panorama, no pude evitar mantener mi estado de observación de regreso a Ocoa.
He notado con tristeza que San José de Ocoa se ha quedado suspendido en el tiempo y el espacio. ¡Los mismos colmados, las mismas señoras en rolos por las calles, decenas de padres de familia jugando dominós en hora laborable, niños descalzos limpiando zapatos, vaya ironía! El parque repleto de personas desocupadas, los carritos de chimis ya medio deteriorados, el mismo paletero….
El desarrollo y crecimiento no es notorio en el municipio cabecera, como tampoco en los municipios de Sabana larga y Rancho Arriba, a pesar de tener este pueblo un gran potencial ecoturístico, pues sus hermosos paisajes de las verdes montañas que le sostienen son ideales para desarrollar proyectos de montaña de clase mundial.
Por este medio pedimos a las autoridades gubernamentales de la nación y a las autoridades municipales locales a que valoremos el potencial ecoturístico de OCOA, a que sean asfaltadas sus calles, a que creemos obras de interés y fuentes de empleo, a que invirtamos en nuestra provincia para que despertemos a San José de Ocoa del letargo de la hibernación y del abandono, y ya no sea más un pueblo suspendido en el tiempo y el espacio.
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