Nuestros jóvenes no van prosperar, mientras sean dependientes del sistema. Este los quiere dóciles y dependientes del capital que lo controla casi todo: lo que comemos, bebemos, gran parte de lo que pensamos, con qué nos curamos y hasta el aire que respiramos (si, el aire para respirar… con eso se están haciendo negocios). El arma de prosperidad de esos jóvenes es la educación: real, efectiva y adaptada al tiempo en que estamos viviendo.
El excesivo culto por la intelectualidad y la propagación del concepto de que la inteligencia se limita al “palabreo”, al manejo superficial de la historia y al cálculo matemático “aéreo”, construyen un insalvable muro entre nuestros jóvenes pobres y sus posibilidades de progreso.
Por otro lado, mientras el mundo se desarrolla en tecnología real, muchos siguen creyendo, inocentemente, que aprender a escribir una carta y a hacer hojas de cálculo constituyen una carrera en tecnología. Esas importantes habilidades, entre otras afines, indispensables en este tiempo, ya deben ser parte de nuestros conocimientos fundamentales y todo el mundo debe tener acceso. Nuestro sistema educativo básico y medio así lo ha comprendido. Además tenemos buenos centros públicos y privados que educan en esas áreas.
Es meritorio todo esfuerzo hecho en Ocoa hasta ahora, en el plano educativo técnico y superior. Pero el momento ha llegado de dar un salto en la oferta educativa.
El título de este artículo refleja una tendencia que debe dominar nuestras intenciones educativas para los próximos años: centros tecnológicos comunitarios que enseñen la tecnología que hoy domina al mundo, como por ejemplo programación, robótica, redes, reparación y creación de equipos tecnológicos capaces de ponernos a competir en el mundo moderno.
Tenemos muchos ejemplos de jóvenes ocoeños que no han aceptado las limitaciones del entorno, han salido y se han convertido en efectivos participantes de la era de la tecnología. Más que los sabrosos aguacates, ajíes y tomates que produce nuestra tierra, el talento ha sido nuestro principal producto de exportación. Otros jóvenes se han quedado y han hecho “de tripas, corazón” para aprender lo fundamental, dar un buen servicio y sobrevivir. La falta de oportunidades ha sido enemiga del desarrollo de muchos de nuestros más talentosos jóvenes emprendedores en tecnología.
No se trata de salir corriendo a registrar un nombre y anunciar con bombos y platillos la creación de un organismo “rector” de esta intención. Ese estilo se ha tragado gran parte de las iniciativas más importantes de nuestro pueblo. Se trata de abrazar la idea, gestionar espacios, proporcionar recursos y ponerla a funcionar, para el beneficio de quienes no pueden salir de Ocoa a desarrollar esas áreas de conocimiento. Para los jóvenes que no tienen la dicha de tener acceso a vías de progreso familiares o por asociación, la educación, adaptada a este tiempo, es la esperanza lícita de progreso.
Invito a quienes serán electos en el próximo torneo electoral, a reflexionar sobre esta necesidad. Cada tiempo trae sus requerimientos particulares y ahora nuestra juventud necesita con urgencia estas oportunidades.
Comentarios...