La popular aplicación de entretenimiento por Internet llamada Netflix, tiene como parte de su oferta una interesante sátira, “El Hoyo”, donde se aprecia en amplia dimensión la indolencia humana. Vemos como a “los de arriba” no les importan “los de abajo”, y como estos últimos esperan llegar arriba para comportarse igual y satisfacer sus apetitos, con gula y desconsideración, sin importarles los demás.
Este tipo de actitud se daba por sentada en la actividad política nuestra, pero lo cierto es que algunos políticos locales han mostrado actitudes que son reivindicativas para el área.
En años recientes y en la actualidad hemos visto a unos, entregados a la eficiencia en su función formal y a otros, con tendencias hacia el altruismo y la filantropía. ¡Claro! Siempre hay quienes hacen honor a la parte deleznable de la política y practican mostrarse lejanos, prepotentes o superiores, mientras agigantan su patrimonio de manera indebida. Pero prefiero referirme a lo bueno y prevenir sobre lo malo.
El progreso de cada individuo depende de muchos factores particulares y quienes prefieren mantenerse alejados de la actividad política encuentran vías para subsistir, progresar y contar sus historias de triunfo o simple supervivencia, sin prestar sus servicios o simpatía. Pero para la mayoría, es fundamental contar con eficientes líderes que allanen caminos de avance.
Por eso hay que reflexionar y definir cuales actitudes predominan en quienes aspiran a ostentar los títulos cuasi nobiliarios de nuestra representación congresual. Una mala elección significa 4 años de maldición.
La trayectoria de cada cual y su inclinación al bienestar común y al trabajo, deben determinar el empuje mayoritario de la gente. Hay que definir quienes han utilizado de manera eficiente el privilegio de entregarse a la causa de la gente.
Después, si elegimos mal, solo nos enteraremos como crece el patrimonio de quienes nos representen, aprovechando las ventajas que brindan esas posiciones, mientras escuchamos en nuestro interior la misma vocecita de aquél anciano, protagonista de la película que mencionamos al inicio de esta reflexión, cuya respuesta recurrente ante cualquier inquietud es esta: obvio.
Reflexione y elija bien. La queja posterior no sirve de nada.
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