El lunes de la semana pasada se cayeron las redes de Zuckelberg: WhatsApp, Facebook e Instagram. De repente tuvimos ante nuestros ojos la razón por la cual nuestros negocios no pueden depender de este conglomerado de virtualidad, que ha venido a sustituir en gran medida lo que conocíamos como normalidad, hace pocos años.
Nos dimos cuenta de que la radio y la televisión son muy importantes. Que el teléfono, como herramienta tradicional de comunicaciones, no ha perdido nada de su vigencia y que las formas tradicionales de comunicación siguen jugando papeles vitales en las relaciones comerciales y en la vida social de la gente.
Con este apagón de redes sociales habían pocos lugares hacia donde mirar; hijos de la costumbre, muchos sentimos la presión de la imposibilidad de comunicarnos, con los métodos y las herramientas dominantes.
Es una buena oportunidad para reflexionar y ver qué tan dependientes somos. A pesar de todas las facilidades que nos brindan las redes, debemos ser usuarios, no dependientes de estos grandes avances tecnológicos. Tener el «Plan B» o mejor aun, trabajar planes conjuntos donde podamos utilizar tanto la tecnología de punta, como los métodos más antigüos.
Estoy seguro de que todo el que pasó un lunes de angustias, por la falta de estas redes sociales, se dio cuenta de que la dependencia absoluta genera más mal que bien. Tanto en las actividades productivas, como en la vida misma, hay que tener soluciones alternativas.
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