Por Claudio A. Caamaño Vélez
Ser neutral y ser imparcial no siempre es lo mismo. Dos personas van a pelear, uno pequeño, débil, y desarmado; el otro grande, fuerte, y con un bate. Asumir una posición neutral sin dudas es beneficioso a quien tiene más ventajas… Ser neutral ante el abuso es parcializarnos con el abusador.
Hoy el pueblo clama justicia en posición muy desventajosa: el gobierno maneja a su antojo la nómina pública y el presupuesto, tiene el Congreso, controla la justicia y las Fuerzas Armadas. Permanecer neutral es parcializarse con el gobierno.
¿Qué pide el pueblo? Que se cumpla la ley; que se investigue y condene a los involucrados en actos de corrupción; que haya objetividad e independencia en la justicia. Lo imparcial sería procurar la paridad de condiciones, respaldando los justos reclamos de un pueblo que lucha valientemente, en tan desiguales condiciones, contra un régimen que intenta a toda costa mantener la impunidad.
Quien hable de neutralidad en estos momentos, lo hace por cobardía, por interés, o por irresponsabilidad. La frase «yo no me meto en eso» es una vergonzosa manera de favorecer al abusador.
¿Alguien puede oponerse a que haya justicia; que sean investigados y condenados los implicados en actos de corrupción? El que se oponga no lo hace de «gratis».
Lo veo muy sencillo: quien no se levante por el fin de la corrupción y la impunidad es cómplice de la desgracia que vive nuestro país. De seguro muchos que no se atreven a oponerse a los que se roban el país, si se atreverán a oponerse a lo que estoy diciendo. Es muy fácil coger piedras para el más chiquito. Me importa poco que piensen los cobardes, los irresponsables, o los cómplices de la corrupción. Este abuso debe parar ya.
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