Yo conocí a Tomás Martínez cuando él era propietario de la librería Mundo, en la calle Altagracia. Allí yo asistía periódicamente, a cambiar novelitas de vaqueros de Silver Kane, un mago de la palabra, quien sabía crear paisajes en medio de la violencia de aquellos libritos de bolsillo. En esa ocasión no pasamos de un saludo, aunque existía un vínculo familiar del cual luego me enteraría. Pasaron los años y lo conocí de nuevo, ya en su faceta de comunicador y exitoso empresario de la salud natural y el entretenimiento. De ahí la relación evolucionó a una gran amistad.
Tomás impartió docencia en el liceo Américo Lugo de San Cristobal; es especialista en dislexia e hiperquinesia, locutor profesional y exitoso maestro de ceremonias. Manager de orquestas, cuando el asunto daba dinero, entre varias ocupaciones más que ha desempeñado con sonoro éxito. No creo conocer a mucha gente que pueda compararse con él, en su combinación de amplia preparación profesional y sencillez.
Lo normal es que la gente con un curriculum como el de Tomás, asuma actitudes de superioridad. Esto, amparado en su amplitud de relaciones, le serviría de licencia para ser lejano y apático. Pero no Tomasito. Aunque tengo muchas buenas referencias suyas, creo que lo que más aprecio de él es su sencillez, combinada con lo mucho que me río cuando hablamos.
Cuento tras cuento, historia tras historia… anécdotas van y anécdotas vienen y el tiempo parece volar, mientras compartimos, ya sea en su negocio de medicinas naturales o bajo la mata de mangos del amplio patio de su casa. Su actitud es contagiosa y a su alrededor, entre sus familiares, se respira ese buen humor que crea los días maravillosos de la existencia de la gente.
Revisando los periódicos, encuentro la agradable noticia de que el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa, bajo la nueva presidencia de Ramón Luna, le hizo un importante homenaje. Sin restar importancia a todos los reconocimientos que le han entregado, tanto a nivel local, nacional como en los Estados Unidos, creo que este reconocimiento de sus propios colegas, compañeros y amigos representa la más alta distinción que ha recibido.
Entre comunicadores no abundan estos gestos hacia sus propios colegas. Es un mundo competitivo, donde cada uno hace lo posible por resaltar. La gente se concentra en hacer su trabajo y ser relevante a través de este. Contadas veces pueden unir voluntades para rendir homenaje a uno de los suyos. Tomás Martínez logró el consenso; no le entregaron solo una placa, le entregaron un pedazo del alma.
Me uno al regocijo del momento y creo que Tomás Martínez debe estar tirando brinquitos… donde no lo vean, pues no le gusta mucho mostrar este tipo de emociones. Para su orgullo y para el de su familia, los trabajadores de la prensa se han manifestado casi al unísono y es mucha la gente que ha expresado su respaldo a esta muestra de respeto.
¡Qué Dios bendiga a Tomasito!
«¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos convivan en armonía!».
Salmos 133:1
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