Por: Luis González Fabra
Enrique Alejandro Barón de Eggers nació en diciembre de 1844. Danés de origen, fue el primer botánico que visitó el valle de Constanza. Llegó en 1887, enviado por la Academia de Ciencias de Berlín. También recorrió Jarabacoa y La Vega, dejando un relato que fue publicado en una revista europea.
Cuando el Barón exploró estas tierras, los bohíos se construían con troncos de manacla.
El primer aserradero instalado en la zona fue el «San Antonio», ubicado en Tireo y propiedad de Francisco Basilis Moya, en el año 1947, según lo documenta el historiador vegano Agustín Concepción, citado por Frank Moya Pons en su libro Valle Nuevo.
Posteriormente, en la segunda mitad del siglo XX, se establecieron alrededor de veinte aserraderos y una secadora de madera en el altiplano de Valle Nuevo. Entre los propietarios de estos aserraderos destacaban José Delio Guzmán, Alfonso Mera, José Armando (Popy) Bermúdez, Chago Infante Pierna y Amado García.
La carga de la culpa
Por años, José Delio Guzmán ha sido señalado como principal responsable de los daños causados por los aserraderos en Valle Nuevo. Sobre este tema, reproduzco un texto que me envió su hijo, Carlos Guzmán:
«Aunque Trujillo, los Mera y los Bermúdez estuvieron allí, extrayendo madera unos 20 años antes, la devastación de Valle Nuevo ha sido atribuida a mi familia, especialmente después de que a mi padre le pagaran con tierras por la construcción de la carretera Constanza-Valle Nuevo en 1956.
«Las tierras pertenecían a Trujillo, quien se las vendió al Estado por un monto en efectivo. Posteriormente, el Estado las entregó a mi padre como forma de pago. Hoy parecería que aceptar este pago fue una opción, pero en realidad fue una obligación bajo pena de terribles consecuencias si se hubiese negado.
«Con un préstamo del Banco de Reservas, utilizando las tierras como garantía, adquirió maquinaria para instalar un aserradero, fundando en 1957 la empresa Aserraderos Valle Nuevo.
«Estos aserraderos cerraron en 1959 por razones obvias, reabrieron en 1960 y volvieron a cerrar en 1961 tras la muerte de Trujillo. Desde entonces operaron de manera intermitente hasta 1965. Luego de la Revolución de Abril, Joaquín Balaguer ordenó el cierre definitivo de los aserraderos. Aunque la veda inicial era por diez años, se mantiene hasta el día de hoy.
«Curiosamente, mi padre fue el único propietario de aserraderos que estuvo de acuerdo con la veda, lo que le valió enemistades con otros industriales que también talaban en Valle Nuevo.
«Siempre digo que, si José Delio Guzmán hubiese aceptado unirse al gobierno de Balaguer, como este le propuso, en vez de convertirse en su feroz opositor y uno de los principales financistas del Partido Revolucionario Dominicano, probablemente habría evitado los hechos de sangre y agresiones que afectaron tanto a él como a nuestra familia.
«Pero también es probable que no se le habría señalado públicamente como el gran devastador de Valle Nuevo, considerando el poco tiempo que su empresa operó.
«Todo lo que afirmo puedo documentarlo. Ojalá quieras compartir algunas de estas informaciones. Tengo incluso las nóminas de Aserradero Valle Nuevo.
«El mensajero de Trujillo para ofrecerle el pago con las tierras fue Tomás Báez Díaz. Mi padre, naturalmente, respondió que lo que el jefe decidiera estaba bien. Tras inaugurar la carretera, Trujillo le preguntó qué pensaba hacer con las tierras, a lo que mi padre contestó que no lo había considerado pero estaría dispuesto a escuchar una sugerencia. Trujillo le dijo: ´Ponga un aserradero.´ Mi padre respondió: ´Lo había pensado, pero no tengo el dinero para una inversión tan importante.´ Entonces, Trujillo aseguró: ´No se preocupe. Voy a dar instrucciones al Banco de Reservas para que le presten dos millones de pesos.´
«Así fue como se inició. Sin embargo, el préstamo nunca se terminó de pagar debido al cierre de los aserraderos. Mi padre entregó al banco sesenta mil tareas de tierra para saldar la deuda. Lo demás es historia conocida.»
El relato de Carlos Guzmán ofrece una perspectiva distinta sobre los hechos y abre una discusión necesaria acerca de las decisiones políticas y económicas que marcaron aquella época.
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