Por Asdrovel Tejeda
Esta mañana falleció un Tejeda, el hijo de mi primo Valentín y como es usual en la familia, la partida de alguno, nos afecta y conmueve a todos. Sin embargo, hay muertes que no debieran ser, que están en contra de todos los principios, de toda lógica y de toda compasión y sobre todo, muy alejados de: “Fijaré el régimen de los enfermos del modo que le sea más conveniente, según mis facultades y mis conocimientos, evitando todo mal e injusticias”.
Que lejano y nebuloso nos parece Hipócrates y su juramento. La medicina moderna, con todos sus adelantos innegables, dejó de ser un paradigma para convertirse en un negocio multimillonario de la mano de seguros de salud (mafia orgánica organizada) y de las farmacéuticas, emporio comercial de miras tan elevadas y altruistas, que inventan enfermedades, enfermos y drogas para competir en el mercado de los alucinógenos.
Acababa de cumplir dieciséis años Maison Alberto Tejeda y como todos los Tejeda’s se trasladó al santuario de Nizao, donde compartió con sus raíces y se dirigió al río de las avispas, ( en cuyo cuenca, como en la mayoría de ríos dominicanos, deyectan y miccionan din control ninguno, gente (?) cercana a las cavernas) después de un baño en sus aguas, se sintió mal, trasladado al hospital, decidieron enviarlo de inmediato a la capital a la plaza de la salud, allí, pasó catorce días en intensivo, nunca se recuperó, después de esa fecha llamaron al papá ( Valentin) para que se lo llevara a la casa, del seguro, le dijeron, ya habían gastado todo… un milloncito de pesos y que le debía al hospital, otros setecientos mil pesitos más y que tenían que llevarse su enfermo a otra parte, eso si, “tienen que buscarnos eso cuartos hasta debajo de una piedra” le dijeron.
Se llevaron a Maison a la casa, se consiguieron algunos elementos necesarios con amigos y vecinos y por las últimas dos semanas les cambió la vida radicalmente y, hoy murió definitivamente, una muerte que venía cargando. Primero lo asaltaron,! Los médicos, el seguro y el estado, ese mismo estado que subvenciona de forma extraordinaria la plaza de la “salud” ese mismo estado que copa, ocupando los hospitales de ciudadanos de otras nacionalidades, a los que nadie se atreve a pedir seguro ni cobrarle la vida ni la muerte.
Le mataron, aleves, la dignidad, falleció en su casa, con el cariño y la entrega de sus papás, pero sin las condiciones mínimas de sostenibilidad médica.
Lo mató la sociedad que mira para otro lado porque no me afecta.
Lo suicido la indiferencia de una multitud abigarrada que se dice pueblo y que indiferente solo se indigna por un momento y olvida.
Esa muerte de un joven valioso, buen estudiante, de una familia de principios, honesta y que ama su país, no es una muerte cualquiera, es la muerte que cada dominicano, de cualquier familia o apellido, carga consigo sino es de la casta política que gobierna, o la de los partidos, que también gobiernan, de los empresarios que co-gobiernan, de los cárteles ( de estos muchos y diferentes que van desde la dirección de los gremios hasta los vendedores de alucinógenos pasando, por los pobres periodistas que vestidos de deportistas extremos viajan en ski de primera por la nieve de Colorado).
En fin, veámonos en el espejo de este fallecimiento, tengamos la seguridad total de que el estado está grave en casa de cada dominicano, sacado a la fuerza de cada compraventa donde se administra la salud; derecho fundamental del hombre.
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