La historia de su vida está marcada por el servicio. Su abuelo, sus padres y ella, posteriormente, han volcado su existencia en la ayuda a los demás. Por eso hoy, como cónsul honoraria de España, Linda Carolina Portela Read de Brugal es feliz ayudando a quienes vienen desde aquella patria de la que emigró su abuelo en los años 30 del siglo pasado.
Con una mirada que se ilumina cuando habla de ese abuelo que no pudo conocer porque murió poco antes de que ella naciera en el año 1959, Portela Read cuenta que José Feliciano Portela llegó desde Pontevedra, Galicia, con sus hermanos Jesús y Constante, durante los convulsos tiempos de la guerra civil española.
Una vez aquí don José Portela se dedicó a la siembra de café. Allí, en su finca, daba albergue a los inmigrantes que huían de los horrores de la guerra. «Venían a veces sin nada y él con las sábanas de su casa les hacía ropa y los tenía ahí, en su casa; les daba hospedaje hasta que ellos consiguieran el medio de subsistir por sí solos».
«Creo que él le dio mucho albergue a muchas personas... también a un militar del ejército. Cuando vino Franco, llegó a su casa un señor muy inteligente, muy recto… y entonces mi abuelo le dijo: «ah, usted va a ser el instructor de mis hijos», y él era el primer profesor de los hermanos de mi papá y de mi papá. Y ahí empezó con ellos y los primos el Instituto Iberia de Santiago, de ahí se fundó el Instituto Iberia. Este señor, Don Pepe Jiménez».
¿Quién es ella? Portela Read es hija de Juan Portela y Linda Read de Portela, quienes ya fallecieron. Vivió en Santiago hasta que se casó, hace treinta años, cuando se mudó a Puerto Plata.
Su padre era hijo de un español que se enamoró de la República Dominicana y se quedó aquí con su familia. Su madre, de San José de Ocoa, era dentista.
Desde niña creció inmersa en la comunidad española. «Mis tíos, mi familia, tenía todas las costumbres españolas, de ahí aprendí el amor a España y a preservar esas costumbres, ese cariño… esas añoranzas por España».
Las añoranzas surgieron en su infancia, cuando iba con su tío Jesús al Centro Español, que entonces estaba en la Calle El Sol. Ahí se reunían los españoles, sus hijos y nietos, quienes hablaban de España, oían música española y comían los platos típicos de allá.
Por ello, España siempre ha sido parte de su vida. «Cuando fui a España la primera vez estaba jovencita, me dio mucha emoción y unos sentimientos como extraños; todavía cuando llego a España me emociono, siento como que es parte mía… me gustó ir a la tierra de dónde provenía mi abuelo, ver que todavía la casa familiar está ahí», dice.
Desde entonces va a España con frecuencia porque, además de ese sentimiento de pertenencia que le provoca, le maravilla su historia, el paisaje, la comida, el clima que varía de región a región, las ferias y ver a la gente con sus trajes tradicionales.
La familia. Read Portela está casada con Ricardo Eduardo Brugal, con quien procreó a Anaida Carolina y Eduardo José, graduados de Administración de empresas; e Isabel Lucía, que es abogada.
Sus padres también fueron muy importantes para ella. De su madre, cuenta, heredó su vocación de servir a la sociedad porque siempre se entregó a los demás.
Tal fue su labor que doña Linda y su grupo de amigas iban a un prostíbulo para enseñarle a las mujeres a leer y escribir, así como un oficio. En ese lugar fundarían la Escuela del Yaque, que prepara a las mujeres del Cibao en diversos oficios para que se ganen la vida.
Maestra. Su primera vocación fue la docencia y, como estudió magisterio, fue catedrática universitaria durante ocho años. Al mismo tiempo le daba clases de inglés a sus hijos y a los amigos de sus hijos. Dejó la carrera, cuenta, cuando sus hijos fueron creciendo y demandaban más tiempo de ella.
Cónsul honoraria. Portela Read fue nombrada como cónsul honoraria cuando falleció el señor Juan Paliza, que era el antiguo cónsul de Puerto Plata. Hoy, dos años y medio después, se confiesa enamorada de su trabajo.
«Aprendí de mis padres el don de servicio a los demás y eso básicamente es lo que hace un cónsul honorario: servir», manifiesta.
Indica que cuando alguien va con un problema a su oficina trata de solucionárselo o de buscar una vía para que lo pueda solucionar. Le hace sentir, asegura, que en su oficina hay un espacio de España en Puerto Plata.
Aunque no trabaja con legalizaciones ni nada de eso -para eso está el Consulado de España en Santo Domingo-, ella es una intermediaria entre el Consulado y los ciudanos de Puerto Plata. «Recibo visitas también de empresarios que quieren abrir negocios aquí, españoles que quieren saber cómo es la zona, qué se desarrolla».
Además le ha tocado resolver problemas tan serios como el de encontrar a un español que estuvo secuestrado por su esposa y duró seis meses encerrado en un cuarto, con las ventanas cerradas, deshidratado. Para rescatarlo recurrió a la Policía del área y a la Fiscalía.
Su día a día, por supuesto, no es tan complejo: recibe personas con preguntas sobre reunificación familiar y procedimientos que deben hacer en el Consulado, a las que le entrega la información y los formularios requeridos. También atiende casos tan diversos como españoles que han perdido o les han robado los documentos, trámites de fallecidos o personas que han tenido problemas con la Policía o con Migración.
Su radio de acción, explica, es de Montecristi hasta Cabrera. En cuanto a su oficina señala que está en el centro del pueblo: en la Calle Beller 51, oficina número 4, en la segunda planta. Allí, dice, van los 560 españoles que están matriculados en la zona norte.
Al hablar de matriculación, explica que es importante que los extranjeros que viven en el país se inscriban. ¿Cuál es la ventaja? Reciben la misma protección que si estuvieran en España.
«Aquí el Consulado español trabaja muy bien y se preocupa mucho por el bienestar de los españoles en la República Dominicana».
Enamorados. La mayoría de los españoles que viven en la zona, señala Portela Read, llegaron como turistas y se enamoraron de la gente, de la montaña y el mar.
«Hay españoles que viven aquí desde hace mucho tiempo, que hicieron su vida aquí, otros que vinieron de retiro», dice al tiempo de agregar que hay gente de muchas nacionalidades.
Y es que, asegura, Puerto Plata tiene muchos atractivos: desde la cultura y el clima hasta lugares tan espectaculares como la montaña Isabel de Torres y la Villa Isabela, donde hay un monumento y están las ruinas de la que fue la primera ciudad del Nuevo Mundo.
De los españoles que llegaron en aquella época queda poco. Tampoco de los que, como su abuelo, vinieron a principios del siglo pasado a cultivar la tierra: ahora se dedican a la hotelería o a los restaurantes.
Unos y otros han hecho importantes aportes al país. Entre ellos, Portela Read cita sus contribuciones al comercio y a la agricultura, donde implementaron sistemas que no se conocían.
Pero los españoles han dejado otras huellas más indelebles en la República Dominicana: han educado generaciones de dominicanos que, como Linda Carolina, han sabido sumar lo mejor de cada una de las dos culturas para enriquecer sus vidas y, al hacerlo, dar lo mejor de sí al país.
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