Felipe Ciprián
El mismo día que un camión volteo que iba a toda velocidad –como todos- por el kilómetro 10 de la autopista “30 de Mayo” aplastó al raso de la Policía Pablo David Pozo López, quien conducía correctamente su motocicleta, el Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (INTRANT) informó la prohibición del uso e instalación de luces de alta luminosidad, intensidad y diodo de emisión de luz (LED) en vehículos de motor que circulen por la vía pública.
Cualquier señora mayor que soporta el calor de este verano debajo de un árbol en una acera de la calle Baltasara de los Reyes, en Villa Consuelo, puede pensar que frente a la danza de muerte y destrucción que provocan los camiones, volteos, patanas, furgones y otros vehículos pesados, y para lo que INTRANT, Obras Públicas, la Policía, el 911, ni ninguna otra autoridad tienen una sola iniciativa, lo mejor es mirar para otro lado y distraer.
La medida de prohibir unas parrillas extras –sean de LED o de cualquier otro tipo de sistema de iluminación- es innecesaria porque los vehículos traen de fábrica las luces necesarias para su desplazamiento normal en condiciones de oscuridad y todas las que se añadan van contra la ley y el derecho de los demás conductores a transitar con seguridad y en igualdad de condiciones.
¿Para qué hay que prohibir lo que siempre ha estado prohibido aunque la autoridad se haga discreta para aplicar la ley?
Si el INTRANT y las demás autoridades quieren seguir siendo indiferentes ante la muerte cotidiana de jóvenes por aplastamiento de vehículos livianos por patanas conducidas en forma atolondrada, con sistemas de frenos, neumáticos, tren delantero sin mantenimiento ni control, con choferes irresponsables, drogados y borrachos, que siga, pero que no venga con un diversionismo tonto de “prohibir” lo que ya la ley prohibió cuando fue aprobada.
Lo digo una vez más y estoy seguro que no miento: en este país no hay Presidente de la República, director de la Policía, jefe de INTRANT, procurador general de la República ni ninguna otra autoridad subalterna con voluntad para someter a los dueños de camiones, sus sindicatos y conductores al respeto de la ley. Aquí hay demasiados compromisos de intereses y la ley queda solo como un recurso para aplicar a los débiles y… a los enemigos.
¿Será que los camiones violadores de ley y convertidos en tanques de guerra para aplastar motocicletas y vehículos livianos son de esas mismas autoridades y no tienen que sujetarse a la ley aunque maten más jóvenes que los que mueren por diabetes, infarto al miocardio, accidente cerebro vascular y asesinatos con armas de fuego?
Si ustedes mismos son los dueños de los camiones y quienes deben aplicar la ley, el resultado no puede ser más vergonzante para quien conociera esa virtud tan escasa en este país, en este tiempo. Por eso es que la vida no vale nada y los rateros matan a un joven para quitarle un celular o porque lo “frenaron” y no tenía nada.
Cuando los camiones están matando y perturbando la vida en calles, avenidas, autopistas y carreteras, lo menos que debe hacer la autoridad –llámese como se llame- es dar el frente a esa epidemia y no estar mirando para otro lado.
Frente a la proliferación de luces extras –violatorias de la ley– el INTRANT no tiene que enviar una nota de prensa a los periódicos diciendo que eso “queda prohibido”, sino investigar por qué razón los miembros de la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (DIGESETT) no actúan contra esos infractores con la misma diligencia que lo hacen cuando un motociclista va sin el casco protector o un conductor de una jeepeta en marcha va hablando por teléfono móvil.
El más grave problema del tránsito terrestre en el país es la forma en que se conducen los vehículos pesados, que además de no disponer de condiciones mecánicas óptimas, los conductores no respetan ni una sola de las restricciones que en otros países son obligatorias: siempre conducir por el carril de la derecha, no superar los límites de velocidad, no tomar alcohol ni drogas, ni hacer rebases temerarios como si fuesen en el burro de su campo o en la motocicleta donde antes hacían piruetas para divertir a la multitud.
Otra vez les pregunto a las autoridades: A pesar de que las patanas no han dejado de matar y herir personas todas las semanas ¿qué cosa han hecho ustedes para frenar esa danza de muerte y destrucción?
Nada, absolutamente nada. Es una ociosidad mía o de cualquier ciudadano preguntarle –una vez más- ¿cuál es el promedio anual de multas impuestas a camioneros por manejo temerario, ir sin luces y otras violaciones a la ley? Pero lo hago porque este es mi oficio y como pago todos –dije todos- los impuestos, nunca voy a renunciar a reclamar mis derechos aunque nadie me escuche mientras lo haga cobardemente. ¡Yo sé cómo se hace valientemente!
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