Camina en la quietud de la tormenta en bosques de bayahonda cuya naturaleza no extraña el agua, pero sí la raíz que equilibra la existencia de quienes en nombre de ruta fácil y rápida destruye todo.
O, casi todo. Tenemos la esperanza inquiriendo confianza en su entusiasmo.
Tolerancia camina segura en un camino construido sobre la base estructural de ACEPTACIÓN.
Las guerras, las Organizaciones internacionales, las muertes en discusiones por temas electorales, de fronteras o de simples situaciones de deportes son la consecuencia directa de irrespetar primero el derecho de pensar y ser diferente, según resistirnos al mayor valor de organización social para la convivencia unificada en diversidad: democracia.
Es inhóspito el camino de TOLERANCIA, cuando la vida ciudadana se concentra en una sola persona o cuando la anarquía busca imponerse a las decisiones de la mayoría.
La raíz de las rosas ha sido sembrada en las intimas miserias humanas despertadas por el rechazo aprendido por color de piel, ideas políticas, preferencias sexuales, deportivas e incluso por como unos aprenden o construyen conocimientos más rápido que otro y que nos convierte en un pantanal de mierda.
La seguridad de saberse entre iguales, aceptados, respetados sin más similitud que la de ser producto de Jehová o, de cualquiera de las creencias o dioses que profesan nos convierte en iguales y genera una vida más FELIZ.
Tolerancia se desnuda ante el universo de opciones que transitan la galaxia y que aparentemente solo los escritores comprenden o que en acción y contexto Alejandro Magno vió a larga distancia en el tiempo que para el fue corto.
La búsqueda de aceptación de nuestros/as chicos/as hoy día esta directamente conectada con la búsqueda de lo soñado, no con lo que resulta de ser los responsables del préstamo mas maravilloso que tenemos; los hijos/as.
Tolerancia no va sola y si es forzada es porque no tiene su carácter principal; Aceptación.
La real generación de cristal somos nosotros los mayores de 50 al buscar que sean lo que queremos sin escucharlos (tolerancia), sin valorar (aceptación) y sin acompañarles (protección).
Continuara
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