Felipe Ciprián
Cuando se carece de estrategia, de una organización democrática, de firme liderazgo y entusiasmo en las fuerzas integrantes, se corre el riesgo de que cada acción táctica se convierta en “un paso adelante y dos hacia atrás”.
Eso puede estar pasando actualmente en el Partido Revolucionario Moderno (PRM) que se caracteriza por tener un enorme potencial de aglutinamiento, pero carece de una visión estratégica y una coherencia táctica para avanzar hacia el poder en las elecciones de mayo de 2020.
Con más del 30% del electorado a su favor, con múltiples escándalos sucedáneos en el gobierno de Danilo Medina, el PRM no ha tenido el acierto de formular una táctica movilizadora y aglutinante para convertirla en opción de poder en las próximas elecciones, a pesar de que el gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD) está sacudido por convulsiones definitorias.
Tienen, además, el PLD y el gobierno, una serie de puntos rojos en el cuerpo que asemejan a los efectos del sarampión, dando oportunidad a que un partido imbuido de ideas y fuerzas movilizadas, los convierta en derrotas.
Partido de candidatos
Aunque la marcha normal de un partido como el PRM debía ser el núcleo aglutinante de la oposición al gobierno y confrontar al PLD, esa no ha sido la dinámica de esa organización política.
El centro de gravedad del PRM son las candidaturas presidenciales, que acaudillan Hipólito Mejía y Luis Abinader, y la mayor parte del activismo de ese partido se agota en determinar cuál de los dos se convierte finalmente en el candidato para las elecciones del 17 de mayo de 2020.
Esa puede ser la explicación de por qué el “trabajo político” de los dos grupos internos del PRM se reduce a buscar respaldo para los candidatos y el resto de su labor de “oposición” son denuncias que en ningún caso se convierten en un factor de movilización contra el gobierno.
La línea de construcción donde se privilegia la búsqueda de una candidatura por encima de todo lo demás pone en evidencia la escasa vocación de fuerza popular y diferenciada del PLD, donde la rebatiña para definir quién será el candidato entre Leonel Fernández (pasó 12 años en la Presidencia) y Danilo Medina (va para ocho años) se ha convertido en la trampa que le debería costar el poder.
Es increíble, pero cierto, que el PRM no ha sabido (tal vez tampoco querido) sacarle provecho al escándalo de sobornos de la constructora Odebrecht que empapa mayormente a los gobiernos del PLD, y que saltó al escrutinio público en diciembre de 2016 tras las confesiones de los ejecutivos de la firma brasileña a los fiscales de Nueva York, donde se vieron obligados a “contarlo todo”, incluyendo, por supuesto, los tejemanejes que hicieron en y desde República Dominicana.
Tampoco ha sido de utilidad para robustecer a la oposición el caso de la extorsión y suicidio del arquitecto David Rodríguez, quien se habría suicidado en un baño de la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (OISOE) el 26 de septiembre de 2015, porque a pesar de que el hecho caló profundo en la sociedad dominicana, el PRM ni la oposición lo levantaron como bandera de lucha contra la corrupción.
Solo hay que observar que esos dos escándalos fueron los factores más importantes para desencadenar las movilizaciones que encabezó la Marcha Verde a lo largo del año 2017 y que a su vez contribuyeron significativamente a moderar las naturales ambiciones del gobierno y el PLD de controlar los tribunales relativos a las elecciones.
Quienes aquí no estén perdidos deben admitir que fueron las grandes movilizaciones de la Marcha Verde las que posibilitaron que el país tenga hoy una Junta Central Electoral (JCE) integrada por jueces que si bien no son todos y del todo independientes, tampoco se trata de personas entregadas plenamente al poder como hemos conocido en el pasado reciente y lejano.
Más todavía, el Tribunal Superior Electoral (TSE) que con los nuevos miembros pasó de ser la “Tremenda Corte” del cubano Leopoldo Fernández, a un cuerpo de magistrados que hasta hoy ha actuado con apego al derecho, en forma considerada y ha enderezado los entuertos del anterior, implantando un sello de credibilidad muy oportuno para unas elecciones nacionales tan complejas como las que deben celebrarse en febrero y mayo de 2020.
El traspié de las primarias
Hay que recordar que en ese camino de todo por los aspirantes presidenciales de siempre, el PRM celebró su convención en la primavera de este año y en lugar de ser un ejercicio democrático para la expresión de la voluntad de las bases, se tornó en un arrebato politiquero donde Abinader y Mejía amarraron un contubernio para colocar el primero a un joven prometedor (José Ignacio Paliza) como “presidente” y el segundo a su hija (Carolina Mejía) como “secretaria general”.
Ese acuerdo no solo frustró una renovación ordenada y democrática de la dirigencia que tenía el PRM desde su fundación, sino que arrojó como parias a dirigentes que habían soportado el gran peso de echar a andar ese partido en tiempo récord para participar en las pasadas elecciones, como fueron los casos de los ex senadores Andrés Bautista y Jesús Vásquez, que por demás la Procuraduría ha incluido en el grupo de acusados del escándalo de Odebrecht.
Ahora los flamantes aspirantes presidenciales del PRM, Abinader y Mejía, que no fueron candidatos a ninguna posición en la convención, son quienes determinan lo que se hace en ese partido a pesar de que no fueron electos por nadie. Es el colmo del caudillismo moderno.
Torpe conducción del Bloque Opositor
Donde el PRM ha dado muestras elocuentes de torpeza política es en la conducción del llamado Bloque Opositor, que surgió tras los cuestionamientos comunes de los partidos a la organización y resultados de las elecciones de 2016.
Aunque no fueron capaces de unirse para disputar el poder al PLD y enfrentar la reelección de Danilo, los opositores se articularon para denunciar y procurar reglas más claras para los próximos comicios.
Hace meses escribí que la vida del Bloque Opositor terminaría tan pronto Leonel Fernández saltara claramente a buscar la candidatura presidencial porque en esa coalición había connotados leonelistas y también furibundos antileonelistas.
El punto más importante de convergencia del Bloque Opositor es la lucha por la aprobación de la Ley de Partidos Políticos y la reforma del régimen electoral, iniciativas bloqueadas por el pleito a muerte por la candidatura presidencial dentro del PLD.
En un principio, el PRM fue un ferviente defensor de la Ley de Partidos con primarias cerradas o utilizando el padrón de cada partido, posición que es mayoritaria en las organizaciones políticas, sociales y empresariales, las iglesias, y el sector leonelista dentro del PLD.
Esa posición del PRM lo alejaba bastante del sector de Danilo que se considera busca la reelección y que por tal razón favorece, defiende y hará lo imposible para que la ley se apruebe con primarias abiertas porque le permitiría hacer modificar los estatutos del PLD y completar los trámites legislativos para habilitar al actual presidente para una repostulación.
Pero en el interés de facilitar la aprobación de la Ley de Partidos el PRM ha modificado su posición y ha dicho que favorece primarias simultáneas y organizadas por la JCE con la modalidad que decida cada partido.
Así, de una posición abiertamente antirreeleccionista y dispuesta a cerrarle el paso a las primarias abiertas que facilitan el trabajo a los jornaleros de la reelección, el PRM entra en la ambivalencia de dejar ese aspecto a cada partido, lo que automáticamente lo aleja del sector leonelista en el PLD y de los partidos que estando en el Bloque Opositor, no ocultan que quieren a Leonel como su candidato presidencial.
En conclusión, dos años después de estar actuando como un bloque, los opositores comienzan a derretirse principalmente por los traspiés del PRM que no tiene coherencia a la hora de identificar lo que más le conviene estratégicamente de cara a las elecciones.
En eso llegó Faride Raful
Con la denuncia de la diputada del PRM Faride Raful, de que el gobierno de Danilo otorgó jugosos contratos al publicista Joao Santana y a su mujer Mónica Moura, ese partido tomó algo de oxígeno, pero ella, que es mujer, joven, vinculada a las causas democráticas, bien vista por factores externos determinantes, ha irrumpido con fuerza en el escenario político, pero corre el riesgo de que los caudillos le ensucien el agua.
Una mujer como Faride -como antes pudo serlo el doctor Jesús Feris Iglesias pero ya sabemos lo que le hicieron los dos jinetes en la convención- sería la tabla de salvación de ese partido para relanzar la esperanza de las viejas masas perredeístas que dejaron a aquel partido cooptado ya por el gobierno, para tentar suerte en la lucha por el poder.
No conozco la capacidad, el talento y la disposición de sacrificio de Faride, pero si no fueran suficientes para conducir el Estado, nadie puede negar que tiene condiciones para encantar al electorado y sacudir las bases de poder del PLD aguijoneado por los sucesivos escándalos, la división y un deterioro -no admitido- de las perspectivas económicas por amenazas serias como el encarecimiento del petróleo y el crecimiento de la deuda pública.
Faride tiene -repito- factores internacionales que deben favorecerla para una candidatura presidencial por encima de Hipólito y de Abinader, pero salvo que esos factores externos en la búsqueda de garantizar la gobernabilidad del país golpeen directo a los eternos aspirantes tanto en el PRM como en el PLD, su posible carrera encontrará sucesivos obstáculos.
En las próximas semanas tendremos que estar atentos para ver las primeras manifestaciones de respaldo a Faride y las reacciones de Abinader e Hipólito.
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