Por:Guido Ciprián
El día de la independencia hay que recordarlo con orgullo y agradecimiento a los héroes que impulsaron ese acontecimiento incomparable y digno, pero hoy no podemos celebrar este día porque solo recuerda que todo eso ha sido traicionado por la casta política de las generaciones que le han heredado a los patriotas de esas gestas independentistas y restauradoras.
Es decir que podemos celebrar por aquel día 27 de febrero de 1844 pero debemos lamentar que hoy ese hecho solo fue un acontecimiento para recordar y no para imitar.
Y es así porque los que nos han gobernado a partir de ahí, con escasas excepciones (Juan Bosch y Caamaño en sus cortos mandatos de solo meses), nadie se ha atrevido a accionar en honor a los padres de la patria, pero todos han aumentado su retórica que lleva por un momento a quienes los escuchan sientan que tienen un gobernante del pueblo y no un administrador de una asociación de expertos en fortunas personales para enrostrarla hacia el pueblo.
En este año me uno a ese grupo que quiere creerle a la palabra del Presidente de que se hará justicia en el caso Odebrecht, caiga quien caiga.
Ojalá volvamos a ser un país, porque los niveles de inseguridad y el incumplimiento de cosas simples como declaraciones juradas nos hacen parecer una aldea manejada al antojo de grupos de poder; que seamos soberanos en todo el entendido de la palabra, verdaderamente independientes y libres, libres no solo de injerencias extranjeras, sino también libres de artimañas de esta casta política que representan los partidos tradicionales y los actores políticos que en los últimos 20 años han convertido las leyes en mamotretos incumplibles, y el erario en una piñata para hacer fortunas personales que enmarca la economía en un crecimiento ficticio y en una desigualdad palpable.
Quisiera no ser de esos pesimistas a los que se refirió el mandatario pero resulta un sueño creer a quien habla en ese púlpito cuando sabemos que OISOE no es un caso nuevo y lo que ha tenido es injusticia y otra nómina nueva como resultado, luego de promesas de que se haría justicia, esto solo para citar un ejemplo.
Pero quiero tomar la palabra del Presidente de que en su gobierno «no hay vacas sagradas». ¡Aleluya Presidente! Solo el tiempo demostrará esas palabras porque «las vacas» estaban frente a usted y aplauden fuerte, o por lo menos eso demostraron en cada pausa de su discurso, por lo que podemos esperar que las vacas no solo aplaudan fuerte, sino que tampoco sean sagradas.
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