Por Francisco Luciano
No es necesario ser un científico de la antropología social y cultural para comprender que el pueblo y la nación coreana es uno solo, aunque los intereses políticos, económicos y geopolíticos de las principales potencias extranjeras se hayan impuesto sobre esa realidad en diferentes épocas y de diferentes maneras.
Es así como el Japón lo invadió y anexó a su territorio declarándolo colonia, situación que siempre resistió el pueblo de corea, hasta que en 1945, con la derrota de Japón en la Segunda Guerra mundial CON una ocupación de la península coreana donde los Estados Unidos y la Unión Soviética, se dividieron su territorio dando origen a dos coreas: La del Norte y la del Sur.
La situación devino en la instalación de dos gobiernos diferentes y en consecuencia en dos Estados diferentes: Corea del Sur con Saúl como capital y Corea del Norte, cuya capital Pyongyang. La disputa entre las dos gobiernos por quien era el legítimo no se hizo esperar y el escenario de la guerrea entre las dos coreas estallo en 1950 cuando Corea del Norte intentó unificar el territorio ocupando el Sur por la via militar.
Corea del Sur, recibió esteroides por parte del gobierno de los Estados que actuó como parte interesada atacando a Corea del Norte de manera despiadada y desproporcionada, destruyendo todo lo encontrado a su paso y con pretensiones de ir más allá, según escribe Anna Fifield en su artículo de la Edición del 31 de Mayo 2017, del Washington Post, titulado «Las raíces del odio de Corea del Norte a EEUU, en la «Guerra Olvidada» de 1950″ según ella:
Charles K. Armstrong, profesor de historia de Corea en la Universidad de Columbia, en su ensayo sobre la guerra de corea, expresa: «El número de muertos, heridos o desaparecidos en Corea fue de cerca de tres millones, el 10% de la población total» y «La mayoría de los muertos eran del Norte, cuya población era la mitad que la de Corea del Sur».
Citando a Bruce Cumings, profesor de la Universidad de Chicago quien escribió varios libros sobre Corea del Norte, Estados Unidos lanzó 635.000 toneladas de bombas en Corea, sin contar 32.557 toneladas de napalm, es decir, 132,000 toneladas más que todas las que tiro durante la Segunda Guerra Mundial, donde utilizó un total de 503.000 toneladas.
En las últimas etapas de la guerra, al quedarse sin objetivos urbanos, los bombarderos estadounidenses destruyeron presas hidroeléctricas y de riego, lo cual inundó tierras agrícolas y destruyó cultivos en Corea del Norte.
Siguiendo el artículo de Anna Fifield, el profesor Armstrong también afirmo que: «La destrucción física y la pérdida de vidas en ambos bandos fue casi inimaginable, pero el Norte sufrió el daño mayor debido al bombardeo estadounidense de saturación y a la política de tierra quemada de las fuerzas de la ONU en retirada».
De acuerdo con el artículo de Matthias von Hein, publicado en el Mundo del 12 de Agosto 2017, titulado «Corea del Norte: las raíces del odio» durante la guerra de Estados Unidos contra Corea del Norte, «esta estuvo cubierta por aviones de combate estadounidenses bombardeando durante tres años, atacando sin ninguna consideración a la población civil, como escribe el historiador estadounidense Bruce Cumings, quien considera lo ocurrido un crimen de guerra.»
Y sigue narrando von Hein: «Durante este tiempo se lanzaron más bombas y napalm (gasolina gelatinosa) sobre Corea del Norte que en la lucha contra Japón en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. En estos acontecimientos, pereció aproximadamente el 20 por ciento de la población de Corea del Norte. Esta fue, al menos, la evaluación del general Curtis LeMay, quien dirigió el Comando Estratégico de la Fuerza Aérea en la Guerra de Corea. Según las propias palabras de LeMay en una entrevista de 1984: «Hemos destruido todas las ciudades de un modo u otro. Destruimos también, por accidente, algunas ciudades en Corea del Sur, incluso Busan». Casi nada, diría un chusco dominicano e ignorante.
El ex secretario de Estado de Estados Unidos, Dean Rusk, responsable de Asia Oriental en la época de la Guerra de Corea, declaró que «entre el grado 38 y la frontera con China, bombardeamos todos los ladrillos, todo lo que se moviese. Tuvimos completa superioridad aérea».
Matthias von Hein, acota en su trabajo citado lo siguiente «Los norcoreanos ya han escuchado en el pasado amenazas de ataques con armas nucleares: así como las del general Douglas MacArthur. En una extensa entrevista en 1954, el comandante jefe de las fuerzas aliadas expresó su decepción por no poder implementar su plan para poner fin a la guerra en diez días. Este plan preveía el uso de «entre 30 y 50 bombas atómicas».
«Además, MacArthur quiso hacer la frontera norcoreana con China infranqueable por mucho tiempo mediante la difusión de cobalto radiactivo en un cinturón de cinco kilómetros en el límite de Yalu, lo que debería impedir que Corea del Norte siguiera recibiendo apoyo de China. El Departamento de Estado de Estados Unidos y también las Naciones Unidas pusieron fin al plan de MacArthur».
Y sigue narrando, Matthias von Hein: «Entre las desagradables verdades históricas que se olvidan en Occidente –y cuya memoria se mantiene viva en Corea del Norte–, también se esconden muchas masacres. Tal como la de No Gun Ri, cometida por los propios soldados estadounidenses, quienes fusilaron a cientos de civiles que huían bajo un puente.
«Peor aún fue la limpieza anticomunista de las fuerzas surcoreanas. Inmediatamente después del comienzo de la guerra, los comunistas y simpatizantes del norte, incluso supuestos comunistas, fueron ejecutados con conocimiento y bajo los ojos de oficiales estadounidenses. Informes y fotos de estos crímenes permanecieron ocultos durante el último decenio y solo se publicaron en 2008. Una comisión de la verdad y reconciliación, establecida en tiempos del expresidente Roh Moo-Hyun, anteriormente activista de derechos humanos, estimó el número de muertos en alrededor de 100.000 –según ciertos datos, una estimación conservadora–. Muchas de estas masacres fueron injustificadamente atribuidas a los norcoreanos…». Terminan las citas.
Conociendo la historia y la conducta de los Estados Unidos que hace poco más de una década declaró a Bim Laden, Sadan Hussein y al antecesor de kim jong un, como enemigos públicos, y sabiendo que ya eliminó físicamente al primero e invadió Irak destruyendo a ese país, con la declaración de una guerra que denominó «preventiva» bajo el pretexto de que Hussein tenía armas de destrucción masiva que luego tuvieron la «cortesía» de reconocer ante el mundo que nunca existieron y reconociendo que Estados Unidos mantiene cerca de Norcorea a casi 90 mil soldados (28.500 en Corea del Sur, 50,000 en Japón y 5,000 en Gum) cientos de aviones y portaaviones, realizando maniobras rutinariamente, es normal que kim jong un se sienta amenazado y trate de tomar todas las previsiones de defensa y ataque que las circunstancias le permiten.
Actualmente existe tensión por las pruebas de misiles y bombas que promueve el líder de Corea del Norte kim jong un y ciertamente cualquier ensayo con armas nucleares, debe preocupar y ocupar a las mentes brillantes de los hombres y mujeres que llevan sobre sus hombros el liderazgos mundial, pero justo es reconocer que la historia muestra a Corea del Norte agredida y destruida por las acciones militares de los Estados que además promueven e imponen sanciones económicas que acorralan al gobierno de kim jong un, que tiene que ver a su pueblo sufrir carencias como consecuencia de dichas sanciones.
No se puede llevar a kim jong un, a tomar acciones como las que adoptan las abejas o las Hormigas Carpinteras cuando se sienten acorraladas o sienten que sus vidas o las de sus familias están en peligro, y obligarlo a actuar bajo la lógica de, yo muero, pero haré todo el daño que pueda antes de morir.
El estallido de un conflicto bélico en la península coreana es una amenaza para la estabilidad de esa región y para la paz mundial, ello obliga a que tanto el liderazgo mundial como los propios actores midan con pie de plomo sus pasos. Corea del Norte debe plantearse detener los experimentos y las pruebas nucleares, pero Estados Unidos tiene que reducir su presencia militar y dejar sin efecto las sanciones económicas que acorralan al régimen de Pyongyang y en esa dirección Los países BRICKS deben interceder para lograr una distensión que lleve confianza a Corea del Norte de que no será agredida y a los Estados Unidos de que su aliado de Corea del Sur sera respetado por Pyongyang.
El autor es catedrático universitario y dirigente del PTD.
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