Por: Lourdes Feliz
De las temibles epidemias, desolaciones y cuarentenas, en las que los avances en el campo de la medicina presentan un escaso desarrollo a través de los siglos, no es más que el resorte que nos empuja a atravesar esa imperceptible línea que divide el mundo real con el mundo de la ficción, en el que el villano, se presenta como el elemento patógeno que amenaza a la raza humana.
“Se rumoreaba que el gobierno iba a ordenar que se interceptasen los caminos con vallas y torniquetes”. Las ordenanzas del momento decretan el cierre de: “representaciones teatrales, de combates de osos, de juegos, de cantos de baladas y se prohíben banquetes y beber en tabernas a partir de las 9 de la noche” .De esa manera se iniciaba la cuarentena en las ciudades imaginarias.
Temiéndole al azote de la peste bubónica huyeron hacia una villa, en las afueras de Florencia, tres hombres y siete mujeres; episodio que dio inicio al clásico texto del italiano Giovanni Bocaccio, Decamerón. En sus relatos predomina el comportamiento bestial en medio de la peste, cuyos valores son: la inteligencia humana, el sentido lúdico de la vida, la fortuna, aunque también trata el tema del amor, este va de lo erótico a lo trágico. Son relatos de ingenio, bromas y lecciones vitales para la vida diaria.
Pero la obra que marca con tinta indeleble el tema de la cuarentena es La Peste, novela magistral del francés Albert Camus, en la que nos refiere: “Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas”. La misma fue escrita en el año 1947. Dentro de sus páginas conviven unos doctores que descubren el sentido de la solidaridad en su labor humanitaria, realizada en la ciudad de Argelia de Orán, mientras ésta es azotada por una plaga descrita en uno de sus párrafos “Aquel mismo día durante una reunión, los médicos abrumados ante el prefecto, lleno de confusión habían pedido y obtenido nuevas medidas para evitar el contagio que se establecía de boca a boca en la peste pulmonar”, es una novela apasionante, de gran densidad de pensamiento y de una profunda comprensión ante la actuación del ser humano, se puede considerar como una parábola de la resistencia a la ocupación nazi de Francia y, una exploración de las reacciones del individuo ante el absurdo de la existencia, exacerbado por una situación límite.
Al otro extremo de la solidaridad en La peste de Camus, figura La Máscara de la Muerte Roja del estadounidense Edgar Allan Poe, famoso relato, que trata el egoísmo e indiferencia del príncipe Próspero, quien se refugió junto a mil nobles en un lujoso y seguro lugar a esperar el fin de la plaga, ciego de orgullo y prepotencia ante el sufrimiento del pueblo que lo azotaba una fatal epidemia. Aburrido del encierro, al cabo de seis meses, dispone la realización de un baile de máscaras, mientras se divertía con la creatividad de los invitados, observa a un personaje disfrazado de cadáver; furioso lo persigue y descubre que bajo la máscara no hay nadie, oh.. sorpresa: sólo es la peste que ha llegado para contagiarlo a él y a todos los invitados.
Pero no todo lo escrito acerca de la temática tiene un final funesto, porque aún, en medio de la calamidad Florentino Ariza y Fermina Daza viven su historia de amor, sin importar que transcurrieran 50 años después de que el enamorado le jurara amarla eternamente, es, en El Amor en los Tiempos del Cólera que el colombiano Gabriel García Márquez nos narra el amor tan profundo que un joven de 18 años siente por su amada, que sufre al no tenerla los mismos síntomas de la epidemia de la época, el cólera, por lo que la familia llega a temer por su vida, pero al final terminan muy ancianos, y aun así, felices para siempre.
En esa misma tesitura, sobresale La Montaña Mágica, novela del nacionalizado estadounidense de origen alemán, Thomas Mann, cuyo protagonista, Hans castorp decide ir a visitar a un primo enfermo de tuberculosis a un sanatorio de los Alpes Suizos, sin embargo esa visita se extiende a siete años cayendo también el joven , víctima de la enfermedad.
Si de la antigüedad de las epidemias y cuarentenas hablamos, hay una acaecida cerca del génesis del mundo, en Macondo, ciudad ficticia de la novela Cien Años de Soledad , autoría del premio Nobel de Literatura del año 1982, describe el tiempo de la siguiente manera: “El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo” , asunto que no fue obstáculo para que a la llegada de una niña llamada Rebeca, el pueblo sufriera “la peste del insomnio” , contagiando así a todos los habitantes, impidiéndoles dormir y eliminando progresivamente todos sus recuerdos. Ese episodio concluye salvándolos milagrosamente a la llegada del gitano Melquiades, personaje clave del relato de los Buendía.
Si a la desobediencia y a otros pecados se le atribuyen las calamidades, no es menos cierto que también a la mala racha de un hombre llamado Edipo se le adjudicó ser la causa de una epidemia en Tebas, producto de un oráculo pasa a ser el asesino de su padre, llegando a convertirse en esposo de su madre. Sófocles el poeta griego en su tragedia Edipo Rey describe a un héroe, siendo al mismo tiempo, víctima y victimario.
La inglesa Mary Shelley, adelantándose a su tiempo, ambienta su novela “El último hombre” al año 2070, época que se ve afectada por una misteriosa epidemia que arrasa a todos los países y, que representa un peligro para la humanidad.
El retrato de cualquier sociedad es semejante en su reacción en los diversos textos. Basta citar “El ensayo sobre la Ceguera” novela del portugués José Saramago, el autor reflexiona sobre la ley de la jungla en sociedades individualistas, en el Diario del año de la peste del inglés Daniel Defoe, lamenta como la ciudad de Londres cayó víctima de la peste, se suma a la lista otro autor denunciando la indolencia de unas autoridades que ocultan la existencia de una epidemia por evitar el éxodo de los turistas en Muerte en Venecia del alemán Thomas Mann; finalmente, la más conmovedora, la novela Némesis del estadounidense de origen judío, Philip Roth, en la que el villano es el polio que amenaza con dejar a los niños de nueva jersey mutilados, paralizados o minusválidos, e incluso con matarlos.
En este tiempo de pandemia, en el que aflora lo mejor y lo peor del ser humano: miedos, traiciones, incompetencia de algunas autoridades, en el que se escucha el “sálvese quien pueda”, en el que adquirimos hábitos carcelarios, también afloran los mejores valores humanos, por encima de todos: la solidaridad, la compasión, la empatía, la prudencia, la responsabilidad, el espíritu de colaboración con nuestra familia, con las autoridades, con los vecinos, procurando ayudar en tareas comunes.
Así como en los mejores finales del mundo de la ficción, también podremos levantar las alas para que nuestro mundo real salga fortalecido y en victoria, tomando como promesa lo expresado en el salmo 91:
Mi Dios en quien confiaré. Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad. No temerás terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad.
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