Por Alfredo Arias
Desde el año 2005 hasta el presente, la criminalidad en la República Dominicana no solo le ha ganado la batalla a los organismos y autoridades responsables en prevenirlo y/o combatirla, sino que según todos los sondeos, encuestas y mediciones más recientes, la criminalidad ocupa el primer y mayor problema que azota a las personas en esta urbe quisqueyana.
El miedo, la incertidumbre y la inseguridad ciudadana se han apoderado de la mayoría de los habitantes de este pedazo de tierra que, por razones similares, nuestro Poeta Nacional Don Pedro Mir lo definió como «un país que no merece el nombre de país. Sino de tumba, hueco o sepultura».
Resulta alarmante, que ante el flaco papel de las autoridades competentes, muchas de los cuales medran en el tramo de la complicidad, un porciento elevado de las familias en todo el territorio nacional, ya han sido víctimas de la delincuencia y la criminalidad.
Quien se iba a imaginar, que la Patria de Juan Pablo Duarte, dirigida hoy día por personas que se vendieron como decentes y protectores del bien común, de la ética, la moral y las buenas costumbres, estaría, como está lamentablemente, sepultada en el fango de este enlutecedor flagelo, por encima del desempleo, el costo de la vida y la corrupción.
La condición de país invivible, el nuestro, está matizado por los robos, agresiones y asesinatos en calles, avenidas, instituciones públicas y privadas, en residencias de simples ciudadanos, de autoridades civiles, policiales y militares a todos sus niveles.
Un hecho, por demás horripilante y que ha estremecido a conciencia nacional, y que se suma a la interminable ola de criminalidad, es el secuestro y brutal asesinato del abogado y catedrático de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) Yuniol Ramírez Ferrera.
Indigna que el ex -director de la Oficina Metropolitana de Servicios de Autobuses (OMSA) Ingeniero Manuel Antonio Rivas, sea sindicado por la Policía Nacional y el Ministerio Público, como presunto autor intelectual de la muerte de dicho profesional del derecho.
Todo esto, y mucho, pero mucho más, es lo que confirma que la criminalidad dominicana ha llegado al límite.
El autor es profesor, abogado y comunicador.
alfredoariaslara@gmail.com
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