Antes de abordar este tema es necesario aclarar el concepto que se tiene al referirse a una persona como de ascendencia u origen árabe. Ese apelativo se le aplica en la actualidad a una gran cantidad de ciudadanos de diferentes nacionalidades que comparten idioma, cultura y en menor medida, religión. No siempre fue así. Antes del surgimiento de Mahoma y la religión del islam, toda la zona que ocupa el Oriente Medio y el norte de África, eran territorios que habían sido conquistados por ejércitos provenientes de distintas culturas, desde los Persas pasando por Alejandro Magno hasta el imperio Romano. Cada uno de estos territorios tenía su propio dialecto, costumbres y nivel de civilización distintos.
El Islam proclamado por Mahoma, quien hablaba el dialecto árabe por ser originario de la península arábiga, se fue expandiendo por toda la región, llevando la fe musulmana conjuntamente con el idioma, las prácticas comerciales, avances en la agricultura, arquitectura y literatura. En su época de esplendor abarcaba el Medio Oriente hasta Turquía, partes de Europa, el norte de África, zona conocida como el Magreb, y el califato de Al Andalus, en España. Señala Albert Hourani: “Gran parte de la población se había convertido en musulmana, aunque pervivían grupos de judíos, de cristianos y de otras comunidades; la lengua árabe se había extendido, y se convirtió en el vehículo de una cultura que incorporaba elementos de las tradiciones de los pueblos asimilados al mundo musulman, y se expresaba en la literatura y en sistemas jurídicos, teológicos y espirituales”. Esto permitió el desarrollo de instituciones y formas específicas, un sistema comercial único, así como cambios en la agricultura y los oficios, estableciendo las bases para el crecimiento de grandes ciudades en que imperaban las construciones de estilo islámico característico. (Albert Hourani, La historia de los árabes, Ediciones B, S.A., 2006, pág.27). En opinión de Henry Kissinger “Una ola expansiva sin precedentes transformó el surgimiento del Islam en uno de los acontecimientos más significativos de la historia”, ya que “era al mismo tiempo una religión, un súper estado multiétnico y un nuevo orden mundial” (Kissinger, H., Orden Mundial, Penguin Ramdon House, 3ra edición, 2016, págs. 107; y 108).
Es decir, que el término árabe abarca muchas naciones y etnias distintas. Y lo que los identifica es el idioma común amén de cultura, gastronomía, etc. Un error muy frecuente es identificar a los árabes con los musulmanes. Un ejemplo es Irán, país eminentemente musulmán, que sin embargo no pertenece al mundo árabe, porque aún cuando asimiló la religión del profeta Mahoma, conservó su idioma, el persa o Farsi; tampoco son árabes pueblos en los cuales la religión musulmana es mayoritaria, como Pakistan, Afganistán, Indonesia, entre otros. También hay árabes cristianos, ortodoxos, católicos, maronitas y de otras religiones.
Aclaración hecha, veamos ahora de cuáles territorios emigraron hacia América y qué los motivó.
Las primeras migraciones de árabes hacia América iniciaron aproximadamente hacia 1870 y provenían principalmente de El Líbano, Siria y Palestina, zonas que formaban parte del imperio Otomano (Turcos) y que contaban con una gran presencia de comunidades cristianas, debido a que esta zona es la que los Cruzados llamaron Tierra Santa, es decir, los lugares en los cuales Jesús predicó y por donde inicialmente se extendió el evangelio cristiano. Los que emigraban eran básicamente cristianos que huían por varios motivos: la persecución política, la discriminación religiosa y factores económicos, quizás los más importantes, debido a la pobreza y la grave crisis económica causada por la mala gestión de los gobernantes Otomanos.
¿Quiénes emigraron?
En su mayoría procedían de zonas rurales, sin estudios y con un desconocimiento total del idioma y la cultura de los países a los que emigraban. El historiador dominicano Orlando Inoa identifica dos aspectos comunes a los inmigrantes árabes que llegaron a República Dominicana, su corta edad y la carencia absoluta de dinero.
En el libro de Enrique Deschamps, La República Dominicana, publicado en 1906, aparecen unos 52 nombres de comerciantes árabes radicados en Santo Domingo (19), Puerto Plata (7), San Pedro de Macorís (11) y Santiago (11), también recoge docenas de apellidos en otras ciudades como Azua, Hato Mayor, Barahona, es decir, que de las tres principales ciudades de acogida se habían ido expandiendo a varios municipios del país.
En el censo de Santo Domingo de 1909, de un total de 2,290 extranjeros censados, 152 eran árabes.
En 1911 un segundo grupo llegó desde Haití. Entre 6,000 y 7,000 árabes residían allí, siendo un destino más atractivo para los inmigrantes que la República Dominicana. Dada la enorme competencia que le hacían a los comerciantes haitianos y de otras nacionalidades, el gobierno haitiano promulgó leyes limitando las actividades de los árabes, que en su mayoría eran de origen sirio. Muchos cruzaron la frontera, estableciéndose en Barahona, San Juan, Las Matas de Farfán; algunos fueron a Montecristi, Santiago y otros pueblos del Norte de R.D.
Escribe Orlando Inoa que para los árabes su lugar de destino preferido era Estados Unidos de América, coincidiendo con la ola migratoria, sobre todo de Europa hacia aquel país, y que llegaron a Dominicana “ya sea por equivocación o por causas fortuitas” (Inoa, Orlando, Azúcar, árabes, cocolos y haitianos, 1999, Santo Domingo, FLACSO).
La presencia de árabes en casi todos los países de América Latina parece contradecir esta idea del historiador Inoa, si tomamos en cuenta que sólo en Brasil, entre finales del siglo XIX y el año 1930 arribaron entre 150,000 y 200,000 árabes, y que ya en la década del 40 del siglo pasado dominaban la fabricación de textiles, llegando a producir hasta el 75% de los artículos de seda en aquel país; similar situación ocurrió en Colombia, México, Chile, Venezuela, Honduras, etc.
Todos los historiadores que han analizado el fenómeno coinciden que la llegada de árabes a territorio dominicano comenzó a finales del siglo XIX, coincidiendo con la primera oleada de inmigrantes a otros países de la región. “Al llegar al país vivían con lo puesto, al día y hacinados en casas que se venían abajo” (Inoa, Orlando, ob. Cit.). En las distintas zonas a los que llegaron instalaron negocios ambulantes de bazar y de plaza, llegando a puntos remotos de la geografía nacional; con un estilo de venta poco común en esa época, que consistía en vender sus mercancías casa por casa y dejarlas a crédito para ser pagadas en cuotas semanales, lo que trajo como consecuencia un considerable rechazo en el comercio nativo por la fuerte competencia que representaban. (Arbaje, Moisés, La Migración árabe a República Dominicana, publicado en internet).
A San José de Ocoa el primer árabe en llegar fue Miguel Seiffe Isa, de origen libanés, en el año 1898, quien había llegado a República Dominicana por el puerto de Santo Domingo el día 7 de septiembre del 1888, es decir, que ya tenía 10 años residiendo en el país cuando finalmente se asentó en Ocoa. En los años siguientes, vendrían a fijar residencia en este municipio las familias Subero, encabezada por doña Catalina Viuda Subero y sus hijos Antonio, Santiago, Francisco, José Francisco y Amelia; los Isa con Tomás y Jorge E., los Sajiun, con José Abraham y su esposa Narcisa Isa, a los que luego se agregarían apellidos como David, Faxas, Risk. Tanto los Subero como los Isa, se radicaron primero en Baní y es en la primera década del siglo XX que se trasladan a Ocoa.
Si bien iniciaron con actividades de comercio, se expandieron en poco tiempo a la agricultura, aprovechando, sin duda, las bondades de esta tierra y su agradable clima. No hay indicios de que en Ocoa estos inmigrantes fueran recibidos con rechazo o celo, como ocurrió en otras ciudades como San Pedro y San Francisco de Macorís, donde incluso los ayuntamientos limitaron las actividades de esos ciudadanos. Todo lo contrario, ya para 1908, en la nómina preparada por la Junta Clasificadora de Patentes aparecen registrados los siguientes: José Subero, tienda mixta de 1ra. Categoría; Jorge E. Isa, tienda mixta de 2da; José Abraham Sajiun, tienda mixta de 4ta.
En Octubre de 1912, fue fundada la sociedad comercial Isa & Cia, de los señores Tomás Isa y Jorge Elías Isa. Para 1917, entre las principales firmas ocoeñas se encontraban José A. Sajiun, Catalina viuda Subero, Jorge E. Isa, y para el 1920 a las anteriormente mencionadas se unió la A.J. David. (datos extraídos de J. Agustín Concepción, Un siglo de vida ocoeña, 1986).
Como ejemplo del progreso exhibido por estos inmigrantes, se consigna en la obra citada que en el mes de febrero de 1918, naufragó en el río Ozama el balandro Elvira, propiedad del comerciante Jorge E. Isa. Un balandro es una embarcación de vela, pequeña, de un solo palo. En el mes de marzo de ese mismo año, el mismo comerciante adquirió y transportó hasta Ocoa el segundo automóvil, hasta ese momento, existente en el pueblo y construyó el primer edificio de ladrillos que hubo en la zona urbana, ubicado en el sector El Rastrillo.
A la par que iba en aumento la participación en las actividades económicas de la villa de Ocoa, y gracias a la integración y en reconocimiento a su laboriosidad, varios miembros de la comunidad árabe ocuparon posiciones en el gobierno municipal y nacional. En 1913, Jorge E. Isa ocupó el cargo de suplente de regidor para el período 1914-1915; en 1922 José F. Subero fue designado Tesorero del Ayuntamiento; en 1924 Francisco Subero fue candidato a Síndico por el partido Alianza Nacional Progresista; José Abraham Sajiun representó a Ocoa en el Congreso de Ayuntamientos reunido en Santo Domingo; Felipe Isa Subero (don Yamil) fue Presidente del Ayuntamiento desde 1936 hasta 1946, año en que fue electo diputado por la provincia Trujillo Valdez (actual Peravia); José F. Subero ocupó los cargos de Gobernador Civil de la provincia San Rafael y posteriormente diputado por la provincia Bahoruco, éste último además llegó a ser reconocido como uno de los mejores escritores e intelectuales de la región sur, donde era frecuente que lo invitaran como expositor en charlas o para pronunciar discursos en eventos de carácter histórico, cultural y cívico.
Ya para la década del 40, la comunidad árabe en Ocoa se había extendido en cuanto al número de sus integrantes, muy especialmente mediante el matrimonio entre miembros de la misma colonia de inmigrantes, algo similar a lo que ocurrió en el resto del país, donde es muy usual ver matrimonios de familias de origen árabe. En Ocoa podemos mencionar a Tomás Isa que casó con Amelia Subero; Jorge E. Isa casó con Emilia Isa; José Abraham Sajiún (Jusi) estaba casado con Narcisa Isa (Naú); José F. Subero casó con Carmita Sajiun; Antonio Sajiun casó con Digna Isa; Salvador Sajiun casó con Josefina Subero Caro; Rafael Subero casó con Josefa Emilia Isa (Tilita); César (Sando) Subero Cabral casó con Elsa Marina Isa Isa; Tomasina (China) Isa casó con Jorge Isa, Rafael David casó con Dinorah Subero Cabral. También se puede mencionar a Zamira Isa casada con Bartolo Chami; Dominica (Mica) Isa Pimentel casó con Fued Chame; Emil Isa casó con Maritza Subero y Ricardo Subero Isa contrajo nupcias con Altagracia Isa Castillo. Muchos otros descendientes de los inmigrantes árabes casaron con munícipes Ocoeños, fundando familias numerosas y prestigiosas, así podemos ver uniones con familias tradicionales de la región como los Cabral, González, Martínez, Contreras, Soto, Ortiz, Pujols, entre otras, que por numerosas no las mencionamos en detalle.
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