Comprar una libra de carne de pollo costaba ayer 75 pesos en puestos de venta al detalle, una referencia reveladora de la magnitud que llevan los precios de los alimentos básicos como resultado del trastorno provocado por el Covid-19 en los mercados de materias primas y combustibles que se cotizan en bolsa.
Desde enero pasado que retomé mis análisis cada viernes luego de una pausa entre septiembre y diciembre de 2020, vengo martillando constantemente la necesidad de que el gobierno de Luis Abinader tome la agropecuaria como una verdadera prioridad para dinamizar la economía en esta situación de pandemia.
Cuando el 8 de febrero pasado vi la promulgación del Decreto 65-21 que creó el Gabinete Agropecuario, presidido por el propio Abinader, me llené de entusiasmo porque creí que ¡al fin! el sector se constituiría en un eje transversal de la economía para producir alimentos, generar empleos, dinámica en el mercado interno y exportaciones.
Tres meses después de ese espanto positivo, además de los actos protocolares y las declaraciones de intenciones en fechas memorables como el Día del Café, Día del Agricultor y otros, no fluyen efectivamente recursos financieros, personal técnico para la producción ni hay equipos suficientes para acompañar al agricultor y al ganadero para que trabaje y cuente con apoyo para soportar las alzas de los insumos, los combustibles y otros costos.
Una pujante y sostenida inversión en la agropecuaria, si se colocara como una prioridad real, es lo que más conviene al país y al gobierno porque se puede producir masivamente para abastecer el mercado interno y a la vez exportar con éxito a toda la región del Caribe, Estados Unidos y Europa, generando divisas, empleo, transferencia de tecnología y estímulo al mercado interno.
Ninguna otra área de la economía permite un plan masivo de producción y mercadeo con el menor riesgo de propagación del coronavirus que la agropecuaria, porque es precisamente en el campo donde menos contagios hay y donde el distanciamiento es natural y la mayor parte de las labores son a cielo abierto o en ambiente controlado donde se utiliza equipo de protección personal.
Vi al Presidente decir anteanoche que “la agricultura está en sus mejores momentos de su producción”, poco después de haber afirmado que “por la distorsión de la pandemia, en este momento el consumo es mayor que la producción”.
Tan buenos técnicos
Yo me sorprendo porque teniendo el gobierno de Abinader funcionarios experimentados y capaces en el sector agropecuario, la limitación evidente de recursos los ata de manos y pies para provocar una revolución en el campo capaz de poner a miles de hombres a trabajar y a millones de tareas de tierra a producir.
En esta ocasión quiero poner dos ejemplos de profesionalidad y experiencia, que a mi juicio no están siendo aprovechados en sus capacidades para el país hacer frente al desafío de suplir alimentos, puestos de trabajo y dinámica en los mercados como lo requiere el pueblo hoy.
El administrador del Banco Agrícola, Fernando Durán, no solo es un técnico experimentado y un conocedor consumado del campo, sino que con acceso a una buena cartera de financiamiento, contratación de técnicos y una efectiva coordinación con el Ministerio de Agricultura y el Instituto Agrario Dominicano (IAD), principalmente, puede hacer variar la actual situación de la economía campesina, la carestía de precios y el desempleo rural y urbano.
El director del IAD, Danilo del Rosario, ha demostrado a lo largo de los años de servicio que sabe lo que hay que hacer cuando va a una institución del Estado o del sector privado y su talento debe ser aprovechado por Abinader para que junto con los parceleros, ponga a producir todos los proyectos de asentamiento y lleve vida al segmento más pobre del campo.
El Banco Agrícola que dirige Durán y el IAD con Del Rosario a la cabeza, que debe ser confirmado en el cargo con carácter definitivo para que despliegue sus planes y acciones a largo plazo, pueden formar un dúo dinámico que arrastre a otras instituciones que hoy superviven en el campo pero que apenas existen, para lanzar una nueva ola de producción que combinada con la iniciativa privada, provoquen un impacto sensible en la agropecuaria.
Experiencia del ciclón David
Cuando el huracán “David” y la tormenta “Federico” destrozaron la agricultura del país, la reacción del gobierno de Antonio Guzmán fue lanzar un plan de recuperación formidable que encabezó Hipólito Mejía desde la Secretaría de Agricultura, lo que combinado con la reconstrucción de la infraestructura de servicios y la industria, resultó mayoritariamente exitoso.
En esa ocasión, tanto Durán como Del Rosario, probaron que tienen las competencias necesarias para movilizar el campo y poner a producir la agropecuaria en todos sus ámbitos.
La pandemia del Covid ha significado un daño tan terrible como aquel fenómeno atmosférico, porque primero se destruyeron los mercados y ahora la carestía de los insumos torna difícil producir, cuando la población consume mucho más.
Aun estamos a tiempo de dar un golpe de timón para hacer del sector agropecuario un punto seguro para impactar el crecimiento de la economía y garantizar la seguridad de los alimentos.
El pueblo dominicano tiene ahora una gran oportunidad de mejorar su producción interna para autoabastecerse y exportar, y Abinader tiene suficiente sensibilidad para entender que los alimentos no deben escasear y menos importarse porque darían el tiro de gracia a los productores locales.
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