Las viejas generaciones añoran el «romanticismo» que envolvió una época recién pasada; como dirían algunos: «una generación sana y unida», sobre todo invocando la poca o ninguna maldad existente entre vecinos, familias y amistades. Aunque escriben su propia historia y experimentan la felicidad en otras cosas, los niños y mozalbetes de hoy no imaginan la belleza borrada por los «nuevos tiempos».
Los lectores que vivieron y gozaron de aquellos días asentirán con la cabeza, los más sensibles serán embargados por las emociones. Lejos de toda pasión analítica, la niñez del ayer estaba cimentada en valores socioculturales, donde los propios niños eran los arquitectos. Podríamos llenar páginas y páginas destacando múltiples aspectos que caracterizaron la antigua formación infanto juvenil. Nos detendremos a echar una mirada retrospectiva a los juegos infantiles del ayer.
Podría decirse que a partir de la década de los 90 se inició el proceso de declive de todo un marco de sanas costumbres que se transmitieron entre generaciones de niños. Una serie de juegos marcó aquella época, espacios de sana recreación que, sin lugar a dudas, forjaron buenos cimientos. La importancia de aquellos juegos es que implicaban ingenio, creatividad, destrezas, socialización, desarrollo de habilidades matemáticas, actividad física y, por ende, buena salud. Las actividades de la niñez de hoy difícilmente reúnan tantos aspectos formativos y modeladores de sanas conductas, un alto precio que se traduce en niños que se hacen adultos antes de serlo y en una sociedad de «niños enfermos».
Muchos de los juegos del ayer implicaban creatividad en el sentido de que los niños creaban objetos sacados de su propia imaginación o imitaciones caseras de artilugios u objetos del mundo adulto, haciendo una reconversión que psicológicamente les preparaba para esa fase. Otros no conllevaban creación alguna pero se caracterizaban por la actividad física, literaria y matemática. La conducta motora fina y gruesa de los niños de esa época estaba influenciada por esos juegos callejeros.
Describir cada una de estas formas de entretenimiento nos tomaría mucho tiempo y cansaría nuestras pupilas. Esta es una lista que traerá recuerdos a muchos: El Salvo, El Topao (incluyendo sus famosas versiones Paralizao y Abajaito), A La Víbora de La Mar (incorrectamente, algunos le decían La Bilba de La Mar. Sobrevive una versión en México, donde se juega en las bodas entre los adultos), Me Caí Dentro de un Pozo, El Escondido (Camán Ahí), El Pañuelo, El Bollo, Carrera, La Botella, Zapatito de Charol, Flores y Conventos, El Gato y El Ratón, El Reguilete, El Yoyo, El Trompo, La Bolita, El Aro, El Chinazo, La Patineta, El Camioncito, La Tapita, La Patá, corrida de ruedas (en sus versiones de rueda de motor y de camión), El Caballito, Tierra y Mar, Pan Caliente, Mano Caliente, La Gallinita Ciega, El Capuchino, La Chichigua (incluyendo su versión más moderna: El Pajaro), La Placa, beisbol con pelota de trapo (incluyendo la versión One, Two, Three Bateo…), Un Pellizquito y Mandarte a Huir, mete el dedo que la arañita no está ahí, carrera con zancos de latas, Corrida de Sacos, Cacería con tirapiedras y mini lanzas hechas con pinchos (estas últimas se utilizan para matar lagartijas), papel atrapa golondrinas (arma de cacería: se recortaban varios papeles en forma cuadrada, se les hacia un agujero en el centro y se colocaban en varias capas y eran lanzados al aire desde un pivote de madera), La Soga, Tingola, La Vitilla, La Gomita, La Bolita, Trúcamelos o Cuadro, Ver a Dios Comiendo Arroz (más bien era una broma gastada por los adultos a los niños), Capú y no te Abaje, entre otros que apenas se recuerdan. Mas modernamente aparecieron El Parché (incluyendo la versión china), El Monopolio y El Juego de Damas. Con la llegada de artefactos tecnológicos como el Atarí, el Nintendo, entre otros, se inició la tecnificación o industrialización de los juegos, hecho que nos ha llevado a una generación de niños enclaustrada en su propia realidad.
El Maroteo o Maromeo también puede describirse como juego de la época y consistía en expediciones por los montes, ríos y cañadas en busca de todo tipo de frutas, donde un chapuzón nunca se quedaba. En Ocoa, La Cueva de Los Indios, El Salto de Parra, La Lisa, La Cerca de Los Yamiles, Parra, Tumbaca, La Loma de la Cruz (con sus famosos caimitos), El Monte de La Gallina y La Cañada de Potín eran zonas preferidas de aquellas aventuras.
Según los juguetes puestos, el Día de Los Reyes Magos traía consigo juegos especiales como el Vaquero y El Indio, La Guerra de Soldados, la guerra con pistolas de agua, El Juego de Jacks, El Aro, carrera de bicicletas (incluyendo las famosas choper), entre otros. En las navidades, el uso de la bazuca, el tirapó, bomba, pata de gallina, tumba gobierno, buscapié, vela romana, brillo, entre otros, se traducía en juegos. Cabe destacar que, dada la peligrosidad y las prohibiciones oficiales, estos últimos cayeron en desuso. La lluvia era otro elemento que traía consigo juegos especiales de carrera cuerpo a cuerpo o con ruedas, entre otros.
Algunos juegos consistían en bromas gastadas a los adultos: el toque de timbres, El Cocinao, caminata por las calles haciendo bromas, entre otros. Cabe destacar que la mayor parte del tiempo El Cocinao se convertía en una realidad.
En sentido general, eran juegos «sanos» y solo se acusa a la famosa Botella de ser un tanto atrevida (los padres amonestaban a las inocentes niñas y las tildaban de chiviricas). Se cuentan algunos deslices en El Escondido, nada más allá del romance y la curiosidad sexual natural «humana» de los párvulos.
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