La niñez es la etapa más linda del ser humano, en esta, se forman el carácter y la personalidad de los individuos.
La biblia nos enseña en Mateo 18:3, que el que no hace como un niño, no puede entrar al reino de los cielos; este versículo hace alusión a la inocencia, sinceridad y ausencia de maldad que caracteriza a los infantes.
Dicho lo anterior, es importante señalar que cuando se toma la decisión de traer hijos al mundo, recae una gran responsabilidad sobre los hombros de los padres, y es trabajar para cumplir y hacer cumplir los derechos fundamentales de los hijos. Además velar por ellos y garantizarles seguridad en una sociedad llena de hombres y mujeres solidarios, con don de servicio donde los vecinos tratan a nuestros hijos como a los suyos propios, pero en la cual también se han colado seres despreciables, carentes de valores e inhumanos, que actúan como animales salvajes contra aquellos chicos vulnerables, cuya ingenuidad no les permite ver la peligrosidad que se esconde detrás de esos hombre malvados que, llenos de maldad y odio ultrajan y dan muerte a la inocencia de esos pequeños que, en desconocimiento de las intenciones de esos monstruos colados entre los humanos, se acercan en busca de cariño o unos pesos para comprar sus caramelos favoritos, encontrando allí la muerte.
Hoy la sociedad dominicana se encuentra consternada, devastada y desolada por el horrendo caso de Liz María Sánchez, cuyo asesino confeso, sin ninguna compasión o remordimiento, narró como dio fin a aquella flor que aferrada a la vida apenas empezaba a abrir sus pétalos, pétalos que ya habían sido ubicados por aquel verdugo para arrancarlos y así impedir su aroma y crecimiento, ¡oh!, qué crueldad, cuánta maldad en el corazón de un hombre; ahora entiendo aún más aquel verso del libro de Génesis 6: 6, que dice: «y se arrepintió Dios de haber creado al hombre en la tierra, y le dolió en su corazón». Hoy fuiste tú Liz María, pero yo me pregunto: ¿Cuántos niños más, al igual que la sobrina y el propio hijo de aquel perverso están bajo amenazas de pedófilos sin escrúpulos, carentes de sensibilidad y buenos sentimientos?, ¿A cuántos se les ha impedido disfrutar de una infancia feliz, rodeada de cariño y afectos?.
Ojalá casos como el de Emely Peguero, Carla Massiel y ahora el de Liz, no se vuelvan a repetir y que sus verdugos reciban una condena ejemplar, suficiente como para que puedan entender que nadie tiene derecho a mancillar la vida de otros y muchos menos la de niños inocentes, que albergan la esperanza de ser protegidos, amados y cuidados por los adultos.
Se debe iniciar una campaña, pero una que comience en cada hogar, orientando a las familias a que den confianza a los niños, que haya comunicación con ellos, los protejan y enseñen que su cuerpo se respeta y que nadie puede tocarles.
Hoy queda el dolor de aquellos padres que a manos de hombres sin pulcritud han perdido a sus infantes, viviendo así la eterna pesadilla de imaginar la forma cruel como murieron sus retoños, pero también la esperanza de que pueda escucharse la voz de una sociedad que pide a gritos una revisión de las leyes, donde el castigo sea tan duro que nunca más vuelva a repetirse esta historia y que aquellos inocentes que tal vez están siendo víctimas de abusos puedan ser liberados y disfrutar de manera plena de esa etapa tan bella y placentera que es la niñez y que nunca más volvamos a ser testigos de otra ¡Inocencia Tronchada!.
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