Una de las medidas más efectivas para evitar la propagación del virus COVID-19, es sin lugar a dudas, el «distanciamiento físico», que consiste en evitar el contacto directo con otras personas. Cuando se es adulto, resulta fácil entender que esa medida es lo más prudente para todos, debido a que se tiene la capacidad para entender la peligrosidad de esa enfermedad que en su fase crítica puede ser mortal. En ese sentido, muchos se limitan a quedarse en casa, unos salen exclusivamente a hacer sus diligencias cotidianas y otros a trabajar, pero siempre hacen alguna salida. No obstante, pocos piensan en los más pequeños, esos que deben permanecer en casa, que no pueden ir a la escuela, compartir con sus amiguitos, ir al parque, a la iglesia, en fin, a ningún lado, teniendo que limitarse a ver programas televisivos, y usar redes sociales, que les orientan, pero que también causan efectos de los que pocos padres son conscientes.
Es penoso saber que cuando pasan eventos como la muerte de un familiar, cambio de domicilio, de escuela, e incluso la aparición de una eventualidad como la que estamos experimentando, prestamos poca o ninguna atención a lo que pueden estar sintiendo los niños.
Dicho de ese modo, es preciso decir que estos son vulnerables y que muchas veces estos eventos los marcan para siempre.
A pesar de que en las últimas semanas la situación se ha salido de control con relación a mantenerse aislados, los chiquitines siguen en casa sin oportunidades para compartir y/o convivir con otros.
El virus deja secuelas físicas, pero además se agregan los efectos psicológicos producto del miedo y la tristeza; emociones que dejan huellas en los adultos y que a la vez se replican en los niños y adolescentes, debido a que ellos perciben las emociones que experimentan sus padres producto del temor a contagiarse. Pero además estos han sufrido una desconexión repentina de lo que era su vida social.
Cómo puede asimilar un niño el hecho de no poder visitar, abrazar o besar a sus abuelos, divertirse con sus amigos, visitar a familiares que viven distanciados, compartir con sus profesores, entre otros.
Estar pendientes de los hijos durante el tiempo de confinamiento en de vital importancia debido a que, según encuestas realizadas en Estados Unidos y algunos países europeos por Save The Children (organización independiente líder en la defensa de los derechos de la infancia en todo el mundo). «El tiempo de encierro podría causar en los niños y adolescentes: dependencia del celular, fatiga y ansiedad, puntualiza que la falta de actividad al aire libre, el estado anímico de los padres, miedo al contagio, uso de mascarillas y lo más alarmante, miedo a morir, podría desencadenar en una depresión».
Es preciso resaltar que todas estas medidas son naturales ante la existencia de una pandemia, sin embargo, la advertencia es que se debe prestar mucha atención a los niños ya que, de no brindárseles ayuda oportuna, los efectos de una crisis como esta, podrían dejar secuelas de por vida.
Es recomendable que como padres prestemos especial atención a los comportamientos de los más pequeños y en la medida de lo posible, incluir ciertas actividades a la rutina diaria que ayuden a mitigar la situación, como son: dialogar sobre temas de interés, preparar alimentos juntos, jugar, ver programas de entretenimiento, conversar con familiares a través de aplicaciones como WhatsApp, zoom, entre otras.
Si se observa algún comportamiento extraño en los niños, lo más recomendable es buscar ayuda profesional para brindarles ayuda oportuna y así contribuir a una estabilidad emocional a pesar de la pandemia que nos afecta.
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