Po: Freddy Ortiz
“El hombre noble conserva durante toda su vida la ingenuidad e inocencia propias de la infancia”, Confucio.
La anterior frase puede resumir la vida de Manuel Osvaldo Ureña Baez (Hijo), quien dejó de existir físicamente en el Hospital Juan Pablo Pina de San Cristóbal el pasado lunes luego de estar afectado por el virus del COVID-19, una bestial enfermedad que cada vez golpea la humanidad y pone al mundo de rodillas.
“Hijo” como se le llamaba cariñosamente fue un ser humano sumamente especial, un ángel enviado por Dios. No solo por su condición de salud, sino porque en su corazón no habitaba sentimientos negativos, maldad ni egoísmo, tan propios del mundo de hoy.
Era un alma noble que contagiaba hasta los más ajenos por su simpatía y candidez. A los que aspiramos a vivir en un mundo lleno de paz y convivencia social, veíamos en Hijo uno de sus máximos representantes, pues era un niño indefenso e incapaz de hacer daño a nadie.
Su felicidad era divertirse y alegrar a los demás a través de su inocencia que dibujaba tantas sonrisas tanto para su entorno familiar como para quienes nos deleitábamos con su humor sano en las redes sociales.
No pasaba un día en que no dejaba ver su gran capacidad creativa para demostrar que la mente es la mayor limitación de los seres humanos y que las personas no tienen discapacidades, sino habilidades diferentes.
Así lo enseñaba a través de la construcción de un carrito de madera, según cuenta su hermano Omar, quien no desperdiciaba ni un segundo para demostrar su gran amor fraterno. Omar no solo era su hermano, se convirtió en una especie de siameses, pues eran inseparables y lo acompañaba a cualquier diligencia, siempre sacándole el lado más positivo a sus días.
“Hijo comenzó a construir su carrito de madera, dedicaba tiempo a su creación, invertía en alambres y baterías haciendo volar su imaginación. Cada pieza de su obra está estrictamente bien pensada. Él explicaba la función que desempeñaba cada una de las que colocó a este trozo de madera para nosotros, pero para él, su mundo”, cuenta Omar.
Pero con el paso de los años fue dándole forma a su “sueño” hasta que pudo concebir una motocicleta, con el trazado de la mente de cualquier genio.
Omar y todos disfrutábamos de las sanas ocurrencias de «Hijo» con un singular sonido de su voz que imitaba diferentes tonos de bocinas, desde patanas, guaguas, motores y carros.
Se ganó tanto el cariño de los ocoeños por su jovialidad que el exsenador Pedro Alegría lo visitaba, le entregaba juguetes y hasta se comunicaban por videos, siendo esta acción un gesto elocuente de Alegría, quien siempre ha puesto por encima de todo, la condición humana, sin importar defectos, debilidades, ni discapacidades.
Sus amistades iban desde periodistas, políticos, médicos, abogados entre otros profesionales de quienes recibía grandes muestras de afecto.
Se fue Hijo y con él se apagó una gran chispa de alegría, pero nunca se irán los recuerdos imperecederos de su vida tan especial.
PD: Este medio se une al dolor que embarga a toda esa familia en especial a su madre Miguelina María Báez, sus hermanos Omar, Plutarco, Sandra, Xiomara y Nancy.
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