Siempre he tenido presente aquella expresión que reza que “el pesimista ve una calamidad en cada oportunidad, mientras que el optimista ve una oportunidad en cada calamidad”, y claro está, pienso que me he inclinado y he sido parte del segundo grupo; esto es, de los optimistas, de aquellos que ven una oportunidad en cada calamidad.
Como puede observarse, se trata de dos perspectivas diametralmente diferentes, opuestas ante la vida; son puntos de vista que colisionan de manera frontal, pues mientras uno se centra en los aspectos negativos y en las dificultades, asumidos estos como obstáculos infranqueables, el otro se enfoca en lo que tiene que ver con las posibilidades y oportunidades de vencer esos obstáculos que se puedan presentar.
Ese punto de vista optimista y esperanzador es al que he tratado de aferrarme cual hiedra durante toda mi vida; al menos es lo que pienso, como igual pienso seguir aferrado al mismo por considerarlo una manera efectiva de enfrentar los naturales obstáculos que todo proyecto importante trae consigo. Esa visión positiva es la que he tratado y trato de proyectar en todos aquellos en los que de alguna manera pudiera ejercer algún tipo de influencia en un momento determinado.
Creo firmemente -como señalan algunos tratadistas- que el optimismo es una forma de ver el mundo, asumiendo un enfoque en el lado positivo, lo que a su vez “implica buscar y resaltar los aspectos positivos de una situación, incluso en momentos difíciles”, mostrando resiliencia y esperanza, toda vez que “los optimistas tienden a ser más resilientes, capaces de superar obstáculos con una actitud positiva y la esperanza de un futuro mejor”, generando a su vez mayor bienestar, pues “se ha demostrado que el optimismo está relacionado con un mayor bienestar psicológico, emocional y físico”.
Dicho esto, igual debo decir que en sabias expresiones del pueblo “amor no quita conocimiento”, y de ahí que, pese a mi visión positiva, se dan situaciones que en ocasiones me hacen si no perder, al menos tambalear ese optimismo que procuro proyectar en esos en lo que como indico pudiera ejercer determinada influencia en un momento determinado.
Escuchar a algunos estudiantes decirme, por ejemplo, “mire profe, estamos haciendo esta carrera universitaria, pero estamos conscientes de que respecto a la posibilidad de lograr insertarnos en el mercado laboral servirá de muy poco si no se tienen cuñas, puesto que aquí en este país para poder lograr una pequeña oportunidad de empleo antes hay que estar pegado”. Confieso que me colocan en situación difícil estos señalamientos e incluso pienso que podría rayar en la ilusión decirles que están errados en absoluto.
Me es muy difícil rebatirles; cuando he querido hacerlo igual me señalan casos concretos de personas que no obstante haber realizado estudios universitarios e incluso con estudios de postgrado se les hace muy difícil lograr un empleo, sobre todo en el sector público. Aunque no quiera, en esos momentos llegan a mi mente los versos del poema “Liberación”, de la autoría del Dr. José Francisco Peña Gómez, cuando expresa: “ustedes obreros, que la vida entera pasan devengando mísero salario/ estudiante pobre que haces tu carrera y sigues sufriendo el mismo calvario”.
No obstante, muy a pesar de ese panorama desalentador que en ocasiones me describen, donde a decir de ellos “el tráfico de influencia y el amiguismo son los que determinan la posibilidad de acceder a un empleo, sobre todo en el sector público”, a sinceridad prefiero pensar que están equivocados, pues prefiero seguir aferrado a la esperanza y poder decirles a esos estudiantes que en este país, conforme lo pauta la Constitución de la República, lo único que importa es el mérito y la profesionalización y que vale la pena seguir adelante porque sus estudios habrán de llevarlos a superarse.
Por eso, cargado de ilusiones y con la esperanza de que lo que me dicen esos estudiantes no sea más que una “falsa percepción”, me aferro a la esperanza, y cargado de optimismo invito a todo el que tenga poder para ejercer determinada influencia, a que trabajemos arduamente para que todos unidos, hagamos desaparecer la desesperanza.
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