Por: Bienvenido Montilla
Llaman poderosamente la atención dos frases pronunciadas por Manuel Otero, actual director del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), que son: “Nadie tiene la razón absoluta, todos debemos contribuir para promover un desarrollo más justo” y “Hay que seguir aumentando la productividad, pero no a costa de los recursos naturales. Se necesita una alianza más sólida con el medio ambiente”.
Felizmente, las nuevas generaciones van adquiriendo clara conciencia sobre la importancia de preservar y cuidar el ecosistema. Este imperativo apremia para los que comparten la mitad de una pequeña isla caribeña y subdesarrollada, con un desértico vecino que implora auxilio, y que en su creciente deterioro, se inclina, por natural instinto, a afectar a su único colindante.
El Parque Nacional Juan Bautista Pérez Rancier o Valle Nuevo, creado en 1996, en una meseta con 2,200 metros de elevación, posee una biodiversidad única y envidiable en el Caribe con temperatura oscilante entre 9 a 15 grados. En el 1961 fue declarado Zona de Veda y en 1983 Reserva Científica. Tiene una superficie de 910 km2. Varios ríos importantísimos nacen en Valle Nuevo, como son el Nizao, Grande, Cuevas, Blanco, Banilejo, Ocoa y Tireíto.
El Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales ha procedido dentro de sus funciones, a la encomiable tarea de proteger este pulmón de la patria. Actualmente levanta un censo social, de vivienda y agrícola para delimitar quiénes y cuántos están cultivando dentro del área protegida, para resarcirlos, recompensarlos y reubicarlos en otros terrenos propiedad del Estado.
Este proceso camina bien en la vertiente norte del Parque Valle Nuevo, hacia Constanza, pero ha tenido cierta resistencia hacia San José de Ocoa, en el sur. Las 447 familias de La Horma, La Nuez y El Rifle, que serán impactadas por el desalojo, han planteado, que se busque una solución, pero “con nosotros aquí”.
ASOPROHORMA con 160 miembros declaró que están dispuestos a sustituir su horticultura, luego de ser recompensados, por un proyecto agroforestal con especies frutales y maderables, además de plantar 40,000 tareas de pino. El único cuello de botella de la propuesta, es su defensa al cultivo de aguacate, que ellos mismos admiten que requiere mucha agua.
Un asociado argumentó: “No veo el objetivo de tratar de producir más agua para tirarla al mar”. No deja de tener cierta razón…faltan las presas.
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