Por: Harris Castillo
Desconocer la historia nos pone en riesgo de repetirla, y es muy reciente la era del tirano de San Cristóbal, aunque por los compromisos políticos y la mordaza aplicada a la historia, pareciera que aconteció antes de Jesús Cristo.
Hay una generación a la que no le importa si vivimos o no en tiranía, no la conocieron, no vivieron sus horrores y en la escuela está vedado como tema histórico para no revelar que entre nosotros conviven como honorables, algunos responsables de crímenes horrendos de la era, que debieran ser desechos sociales en justicia. Tampoco les interesa mientras puedan hablar de reagueton y tenis Jordan, para estar a la altura de una sociedad enana.
También hay un sector importante de gente que sí conoce los horrores de la falta de libertades, pero asume que solo es malo si se es parte de la oposición y que mientras se esté de acuerdo con ésta, una tiranía es una bendición.
Un segmento importante también, entiende que el libertinaje, la corrupción, la falta de seguridad ciudadana, la falta de institucionalidad que permite a quienes tienen algo de poder pisotear las leyes sin consecuencias, solo puede detenerse con la vuelta a la tiranía.
Volver a la dictadura, no solo sería el fracaso de toda una generación de hombres y mujeres que lucharon en su contra, también lo sería para el liderazgo político y progresista del país por su incapacidad de producir en sesenta años, un estadío más avanzado en una sociedad rica en recursos naturales y humanos. Eso sí, sería un éxito rotundo para los conservadores y empresarios, cuyo fin supremo es la acumulación de poder los unos, y de riquezas los otros.
Por ello es saludable el debate sobre el tema. Que la gente esté consciente de lo que significa una dictadura y que los líderes entiendan que el poder reside en el pueblo, incluyendo el poder de regresar por voluntad a esa era oscura de la historia.
No creo que el presidente esté de manera consciente en aprestos dictatoriales, más bien ha habido una tendencia regional al conservadurismo, y aun los dominicanos hemos visto con buenos ojos la perpetuidad de Chávez, Evo, Lula y Correa.
Pertinente sí nos parece, que el presidente dé un paso al frente como garante de nuestra democracia y ponga freno a los funcionarios que, con sus acciones y su discurso, se comportan como verdaderos dictadores y ponen en entredicho su compromiso y el de el partido, con la institucionalidad del país y el respeto a la libertad de expresión.
¿Qué es lo que hemos aprendido de nuestra historia? ¿De qué han servido nuestros postulados doctrinarios? ¿Para qué queremos patria? ¿Hacia dónde queremos ir en realidad?
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