Freddy Ortiz Pujols
Cuando se acercan las elecciones en todos los países, las lluvias de encuestas hacen acto de presencia. Sin embargo en los últimos tiempos en naciones como Estados Unidos, Brasil y Argentina, se ha dado un fenómeno y es que la mayoría de las encuestas han fallado en sus vaticinios, lo que ha generado un sentimiento de desconfianza en ellas. Me refiero a los casos de Donald Trump, Jair Bolsonario y Mauricio Macri.
Hay que recordar que una encuesta es una fotografía de un momento dado, por lo que las encuestas más que una arma publicitaria, es una gran herramienta de trabajo que sirve para diseñar estrategias, conocer más y mejor a los votantes. Ahí está su valor real.
Es común escuchar a ciudadanos decir que “no creen en encuestas”, debido a que consideran que hay firmas encuestadoras que obedecen a intereses del mismo candidato o político para crear percepciones favorables a sus propósitos. Muchas de estas no son encuestas serias hechas por profesionales responsables y con independencia de criterio.
No obstante, hemos visto como en los últimos procesos electorales de algunos países, las encuestas han causado grandes sorpresas, unas dadas desde el pronóstico y al final, lo que dice el órgano rector de las elecciones.
Las críticas vienen porque no prevén el resultado electoral, sobre todo cuando una gran parte de la población interpreta esos grandes despliegues de los medios de comunicación, como decretos de Dios. Lo más importantes de las encuestas es quien la firma, eso hablará de la confianza sobre los resultados.
Aquí se da un elemento que se le conoce en el ámbito político como “efecto Bandwagon”, que es el uso de la información mediática para influir en las preferencias electorales.
Éste se refiere al comportamiento que se da entre muchos electores, cuyo voto se inclina del lado de quien creen resultará el ganador para sentirse parte de la victoria y votan por quien consideran tiene más probabilidades de triunfo. Es a través de los medios de comunicación y de las encuestas, que se construye la idea social de quién será el “ganador”.
Por eso se insiste en que esa “foto” no es la determinación de lo que va a pasar el día de la elección y con más razón en estos tiempos, las encuestas electorales hay que tomarlas con “pinzas”.
¿Por qué? Sencillamente hoy en día, la sociedad ha cambiado mucho, la opinión publica es volátil, ya nadie las controla, cuando habían los medios monopólicos alguien las controlaba, pero hoy en día es imposible. Surgen escándalos, de un día para otro, se muere ese escándalo, y los hechos no se detienen.
Además, hay una relación entre encuesta y ciudadana, el ciudadano promedio en todo el mundo, ha perdido su confianza con la política y eso ha llevado, sabiendo que los principales proveedores de encuestas son los políticos y medios, cuando le llegan un encuestadores a su casa o le llaman, no le dirán la verdad.
Si se entera que una encuesta la está pagando un político y no tiene buena relación con la política, porque cree que le defraudó, ¿qué le va a responder al encuestador? ¿Lo que los políticos quieren escuchar? , le dirá cualquier cosa.
Precisamente esa fue una de las razones de la brecha entre la mayoría de encuestas y resultados cuando Trump ganó las elecciones en el 2016 en los Estados Unidos.
Alrededor de 600 medios de comunicación decían que iban a votar en contra de Hillary Clinton, mientras los que iban a votar a favor de Trump sentían algún sentimiento de intimidación por expresar su opinión, porque sabían que lo podían mirar de mala manera, como: “en serio ¿Usted va a votar por ese fascista?”
Eso provocó que una buena cantidad de ciudadanos se alejaran y le mintieran a las encuestas.
Así que las encuestas hay que verlas principalmente como esa herramienta fundamental que permite obtener información para la toma de decisiones, y que son indispensables para elaborar estrategias tanto desde las investigaciones cuantitativas como cualitativas.
Nos leemos el próximo lunes…
El autor tiene un máster en Asesoramiento de Imagen y Consultoría Política en la Universidad Camilo José Cela de España.
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