Por Nóbel Mejía
Lo ocurrido el pasado domingo 16 de febrero es un evento que, sin lugar a dudas, pasará a las páginas de la historia y, de alguna manera, tendrá implicaciones de fondo y/o forma en los procesos electorales futuros. Suspender un proceso electoral es un hecho sin precedentes. Los iluminados de la historia dicen que nunca visto en la región.
He visto y leído hasta la saciedad sobre esta tragicomedia y, lógicamente, ponderadas todas las campanas. Como era de esperarse, influenciadoras por demás, las redes sociales han jugado un papel estelar con sus verdades y mentiras. Un juego entre el gato y el ratón, unos se ponen al papel del agente 007 y otros hacen del 777. La investigación está en curso pero no es necesaria porque ya todos pretenden saber lo que paso y, por si fuera poco, con lujo de detalles.
La realidad de todo este rollo es que solo existen tres posibilidades: falla técnica, sabotaje o intento de fraude. Los que conocemos algo de informática, redes computacionales y programación estamos claro en una cosa, los sistemas probados pueden fallar de forma inesperada, bien sea de forma parcial o total, recuperables o no en el corto o mediano plazo. Como el diagnóstico diferencial en medicina, muchas veces hay que recurrir a un proceso de descarte que permita llegar al foco del colapso.
El oficialismo hizo una «acusación» de sabotaje elaborado por manos opositoras y dicha acera asegura se trató del descubrimiento de un fraude montado por el gobierno.
La falla técnica parcial luce improbable por la evidencia, hay señalados e investigados, conversaciones y movimientos del día anterior. La teoría del sabotaje opositor se desvanece porque muchos entienden que el partido de gobierno tiene el control de todos los estamentos del Estado y, por ende, la oposición no tiene garras para llegar a esos niveles. La teoría del intento de fraude gana fuerzas por razones muy sencillas, el diálogo cibernético entre los implicados da a entender que estos descubrieron algo y se dio una voz de alerta, no que forman parte de algo.
Es evidente que la presión social está «aguantando» el pulso de palacio, eso es un factor delator por excelencia. Ahora están llamando hasta María la tuerta para que investigue y sea veedor. Ciertos argumentos de los seguidores oficialistas son infantiles, la persona en esas fotos de activismo político no es el implicado, al menos si juzgamos por ciertos razgos faciales.
Temistocles Montas, presidente del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), metió las patas dos veces. Lo primero fue dar a conocer un arma estratégica electoral de esa organización, un sistema de verificación de ocurrencias en las mesas electorales. Aunque muchos están sorprendidos y creen se trata de información privilegiada, el PLD tiene esa estructura logística, cibernética y telecomunicacional (scanner, red celular y aplicaciones) desde hace muchos años. Cada votante de cada mesa es harto conocido y la segmentación ocurre antes con la verificación en el padroncillo. Mientras otros adelantan triunfos entre trago y trago, el morado es un partido que se mueve a lo seguro.
Asegurar ganancia en 126 municipios es probable pero poco creíble. El sistema puede dar una orientación pero no garantiza triunfos porque la caseta es un matrimonio entre el votante y la boleta. La percepción y la evidencia sociológica (encuestas) hablan de menos plazas. El presidente de la Junta Central Electoral (JCE) tildó de mentirosos a tales profetas, en clara alusión a Mr. Temo. Desde luego, establecer ese número es estratégico porque crea un clima favorable y adelanta un posible escenario de pataleo.
Sea lo que sea, se pautó una nueva fecha para las elecciones (15 de marzo) y los convocados deben evitar el entretenimiento, lo que también puede ser un arma letal. Es poco probable que antes de ese día conozcamos el fondo del asunto, al menos desde una investigación objetiva, profunda y no parcializada. Los señalados quedaron libres mientras el proceso sigue en curso, no conviene que a esa gente le pique un mosquito.
Las protestas en todo el territorio nacional son positivas y ejercen presión, no importando si los gobiernistas se esfuerzan por minimizar, politizar y sectorizar la lucha. En un país de respeto los rectores electorales dimiten sin necesidad de fuerza mayor pero República Dominicana es un «caso especial». La oposición peca de inocente si vuelve a presentarse bajo el mismo organigrama, aunque cabe reconocer que tenemos el tiempo encima y no se puede inventar, ni por asomo pensar en el mas leve toque a la Carta Magna.
Se hace fraude con o sin tecnología. No debemos olvidar los palillos, resucitación de muertos, dislocación de último momento, robo de urnas, entre otras tantas triquiñuelas. Cuando falla el A, un plan B es siempre una posibilidad y, por lo general, es mas agresivo, estratégico y a pinza de cirujano. Dinero para operar sobra y dejar el poder tiene muchas implicaciones.
La única verdad es que el 15 de marzo dará la razón al gobierno o a la oposición que, dicho sea de paso, no necesariamente es la ovejita de la película. Si el café no se cuela claro de ambos lados, Jehová Dios nos tome confesados u orados.
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