Por: Luis F. Subero.
En la edición del mes de Abril de 1950, la revista Páginas Banilejas, continúa publicando las Estampas del Profesor José F. Subero. En esta ocasión nos relata las andanzas de un pintoresco personaje, procedente de una tradicional familia de San José de Ocoa. Por los datos que nos ofrece Subero, sabemos que este personaje era familiar de Vicente Casado (Blanco), quien fuera Comandante de Armas de este pueblo por un breve período durante la guerra de Restauración. El apego a la Madre Patria y el rechazo a envejecer constituían las dos características más notables en tan extravagante figura.
Pané Casado.
Por José F. Subero
“Genio y figura hasta la sepultura”, reza un viejo adagio nacido al calor de la experiencia ganada al correr de años y años de vida humana. Y, ese acerto resulta ser una sentencia incontrovertible, que señala con lineamientos inconfundibles la ruta a seguir del hombre a través de los movidos días de su existencia, especialmente para los que, como nosotros orientalistas por sanguinidad y por educación, tienen el valor, en alto precio, de lo “escrito está” para el humano ser.
Si no, he ahí una muestra, preciosa como toda joya de gran alquimia, que recordarla solamente nos hace gustar de gratísimo embeleso espiritual.
PANE CASADO, ocoeño neto y nato, nacido, crecido y muerto en esta bendita tierra de la Inmaculada Virgen de la Altagracia, Nuestra Milagrosísima Patrona, fue en su mocedad un fiel, aunque equivocado, servidor de la Madre España. Su juventud, con todos sus bríos, acciones y aspiraciones, la puso al servicio del gobierno español. Enrolado como soldado luchó con lealtad y bizarría en favor de su Rey y en contra de sus propios conciudadanos durante la época de la Restauración, hasta de su mismo pariente cercano don Vicente Casado (Blanco) y de los señores Coronel Rubecindo Pimentel, Joaquín Brea y Juan R. Colón, Comandante de Armas y Notables de San José de Ocoa, respectivamente, por designación del Gran Restaurador Gral. Gregorio Luperón.
Luego se fue con las huestes españolas para Puerto Rico y, más tarde pasó a Cuba, de donde regresó al lar nativo después de algunos años de ausencia, para vivir aquí en su casa solariega recordando los tiempos, para él magníficos, de sus espontáneos servicios a la Madre España. Uniformado de soldado español-traje de paño azul oscuro, con botones dorados y rojas bocamangas- vivió largos años sin que nada ni nadie pudiera hacerlo desistir de llevar indumentaria tan fuera de tono y de lugar. No había para él mayor orgullo que llevar sobre sí el estrafalario uniforme (fuera de moda) para lucirlo como estampa de su postizo españolismo en todas las festividades patrias y en todos los actos públicos.
Dos eran sus grandes debilidades, donde sintetizaba su genio y figura: No permitir a nadie hablar mal de España ni de los españoles, y tratarlo a él de VIEJO. Cuando alguien, por pasar el rato, o por marcada intención de mortificarlo, le argüía su profundo amor a España y su gran despego de la patria, contestaba corajudamente: “de quién son hijos los dominicanos sino de los blancos españoles”; y , si se le tildaba de VIEJO, arremetía contra el atrevido con esta frase: viejo es el aparejo y la….entraña de tu madre”.
Era su aparente locura, genio y figura, que selló para siempre su frente el día en que tuvo la feliz llegada a este mundo de los mortales y, la cual se debía aceptar con la misma filosófica paciencia y consciencia de la romántica locura del gran amador de la bella
Dulcinea del Toboso.
San José de Ocoa, R.D.
Páginas Banilejas, Pag. 19, Abril de 1950
Comentarios...